Brasil tras la crisis del 8 de enero

Por Rosendo Fraga.

Cada vez más surgen analogías entre el fenómeno Trump en Estados Unidos y el de Bolsonaro en Brasil. Steve Bannon ha sido un asesor clave del ex Presidente estadounidense en la gestación del proyecto que lo llevó a la Presidencia. Alejado después e instalado en Roma, coordinó la derecha “soberanista” europea, asesorando a Matteo Salvini, Viktor Orban y el partido español Vox, entre otros. Estableció un nexo entre la extrema derecha nacionalista estadounidense y la europea. A ello sumó su vinculación con el proyecto de Bolsonaro en Brasil, al cual dio cierta articulación con los dos anteriores. Eduardo Bolsonaro, el hijo del ex presidente brasileño, fue quien trabajó en esto con el estadounidense. Los meses previos a la elección brasileña, planteó públicamente que se iba a cometer fraude contra el entonces presidente brasileño, similar al de Trump, y que los partidarios de Bolsonaro debían organizarse para tomar los poderes del Estado e impedir la asunción de Lula. Esto implica la existencia de cierto grado de coordinación de la ultraderecha nacionalista en Occidente con un fenómeno con puntos de contacto concretos entre Estados Unidos, Europa y América del Sur. Es decir, en todo Occidente. Bannon es el ejemplo de ello. Pero el tema es útil para evaluar el fenómeno Bolsonaro hacia adelante. Trump parecía terminado en enero de 2021. Pero después mantuvo su vigencia y lideró a su partido hacia una victoria electoral, la que obtuvo aunque fue menor a la de sus expectativas. La existencia de un bloque extremo dentro del partido republicano en la Cámara de Representantes, demuestra la vigencia de su impronta ideológica. De acuerdo a este antecedente, Bolsonaro no tiene asegurada esa vigencia hacia futuro, pero tiene la posibilidad de ello. 

Frente a la toma de los tres poderes del Estado, el presidente brasileño se mueve con dureza en lo discursivo pero con prudencia en la acción, una característica tradicional de su liderazgo político. De casi 2.000 detenidos, más de 1.000 ya han sido liberados, y los acusados formalmente por montar un golpe de estado no llegan a 100. Las investigaciones por la acusación de financiamiento todavía no han sido presentadas en la Justicia. Bolsonaro sería acusado formalmente por la autoría intelectual, pero se evitaría pedir su detención. Quizás Lula quiera evitar una imagen de mártir del ex presidente, como la que le resultó útil política y electoralmente a él mismo. Respecto a las Fuerzas Armadas, Lula se encuentra molesto y resentido. Tomó una medida simbólica, que fue suspender las funciones de los edecanes militares que normalmente acompañan al presidente (como sucede en la mayoría de los países). No quiere militares en su entorno: es una manifestación de desconfianza. Pero rechazó la renuncia de su ministro de Defensa, José Mucio Monteiro, a quien dentro del oficialismo acusaban de pasividad e incluso connivencia con el movimiento de los partidarios de Bolsonaro. Tampoco ha relevado a ninguno de los mandos de las Fuerzas Armadas. Hay quienes ven una estrategia del presidente brasileño tendiente a evitar “martirizar” a Bolsonaro y centrarse, en cambio, en una política de “dureza” con el sector militar. Pero esto todavía no parece del todo definido hacia adelante.

En cuanto al bolsonarismo, se encuentra en retroceso en las calles pero expectante en lo político. Sus minorías activas, como los conductores de camiones, el personal subalterno de la policía y sus partidarios más extremos, han desaparecido de las calles y han hecho caso omiso a nuevas convocatorias lanzadas en forma inorgánica por redes sociales. El apoyo de los evangélicos comienza a revitalizarse a partir de la reciente medida de Lula, que volvió a legalizar el aborto. Los sectores del agronegocio, aunque se mantienen en silencio, se encuentran predispuestos a favor del ex presidente. La mayoría de los gobernadores electos por la oposición condenaron el intento de toma de los poderes del Estado, pero no tienen una posición definitiva, y lo mismo sucede con la mayoría de los legisladores del partido liberal que responde a Bolsonaro. Sus aliados han tomado distancia de él. En los sondeos aparece que el ex presidente mantiene un tercio o algo más de apoyo de los brasileños. Son los que creen que en la elección hubo irregularidades, tesis política central de Bolsonaro, como también lo fue de Trump. La incautación de un borrador de anulación de la elección en el domicilio del ex ministro de Justicia de Bolsonaro, Anderson Torres, que desde el 1° de enero era Secretario de Seguridad de Brasilia, es considerada por el oficialismo una prueba clave para acusar a Bolsonaro. 

El ministro de Economía brasileño se presentó y expuso ante el Foro Económico Mundial de Davos, que reúne anualmente a la “elite globalizada” del mundo occidental. América Latina no fue un tema central ni prioritario, pero sí lo fue el tema ambiental, y eso fue una oportunidad para la presentación brasileña, dado que el mundo occidental desarrollado considera que la preservación de la selva amazónica es vital para frenar el calentamiento global. El estudio de riesgos globales presentado consigna que la mitad de los 10 riesgos más relevantes son de origen ambiental. El ministro de Economía brasileño, Fernando Haddad, planteó una hoja de ruta de su gobierno, centrándose en la Amazonia y la integración regional. La protección del medio ambiente es la llave de entrada al mundo occidental desarrollado que está utilizando con éxito Lula. La presencia latinoamericana en Davos no fue relevante. De América del Sur estuvieron presentes sólo los presidentes de Colombia y El Salvador. El próximo paso de Lula en política exterior tendrá lugar el 23 de enero en Buenos Aires, donde se realiza la Cumbre de Presidentes de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac), que reúne a todos los presidentes del continente excepto a los de Estados Unidos y Canadá. Antes de ello, el presidente brasileño firmará con su par argentino un acuerdo de integración bilateral que incluye realizar el intercambio comercial en moneda local. Lula también pondrá énfasis en conectar los incidentes de Brasilia con la extrema derecha occidental, buscando con ello profundizar su relación con Biden.

En conclusión: a días de la toma de los tres poderes por parte de los partidarios de Bolsonaro, se hacen más evidentes sus semejanzas con Trump; Lula se mueve con una estrategia que combina la dureza discursiva con la prudencia en la acción, la que ha caracterizado su trayectoria política; el bolsonarismo se encuentra a la defensiva, pero en modo alguno es un fenómeno político terminado; por último, en el Foro de Davos, el nuevo ministro de Economía brasileño dio un rol central en su presentación a la defensa de la selva amazónica, puerta de entrada a la recomposición de la relación con los países desarrollados.

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