Brasil: la crisis y su rol como actor global

Por Rosendo Fraga.

La llegada de Lula al poder en Brasil implica que el país vuelve a tener una política enfocada en su rol como actor global. Es el único país de América Latina que tiene este papel, el que fue abandonado durante la Presidencia de Jair Bolsonaro. La pregunta hoy es en qué medida esta situación puede verse afectada por los graves episodios que tuvieron lugar el 8 de enero con la toma de las sedes de los tres poderes del Estado por partidarios del ex Presidente mencionado. Desde el punto de vista internacional, hay claras semejanzas entre lo sucedido en el Congreso estadounidense el 6 de enero de 2021 y lo que ha tenido lugar ahora en Brasil. En términos regionales, Brasil es el primer electorado de América Latina, pero en una visión global, es también el segundo electorado de Occidente. La interacción entre la extrema derecha estadounidense y su análoga de Brasil, pasa a ser un dato político global. Lula recibió un sólido respaldo por parte de la Administración Biden, que durante el proceso electoral brasileño que tuvo lugar en 2022, inclinó sus simpatías claramente por quien resultó triunfador. El Presidente estadounidense ahora va a acelerar la reunión bilateral pedida por Lula. La relación Washington-Brasilia muestra en términos históricos que Brasil ha sido para Washington la referencia principal en América del Sur. Ello se remonta a la Segunda Guerra Mundial, cuando el Presidente Getulio Vargas luchó junto a los Aliados. Desde entonces existió una relación oscilante, pero en el marco de una prioridad realista, como lo planteó hace medio siglo Henry Kissinger, entonces Secretario de Estado: “Donde vaya Brasil, irá América del Sur”. 

El rol de Brasil como líder de Sudamérica y actor que se proyecta -aunque con menor intensidad-, en toda América Latina y el Caribe, es un punto de interés para EEUU, que no modifica lo sucedido el 8 de enero. En 1964, el golpe militar brasileño, cuyos gobiernos se prolongaron durante dos décadas, definió el predominio de esta línea en la región. Con el retorno de la democracia, a mediados de los ochenta, Brasil implementó el modelo de neoliberalismo vigente a partir del fracaso del comunismo, hasta comienzos del siglo XXI. En los noventa, Brasil fue quien también definió una gestión de gobierno que, con matices, predominó en Latinoamérica. Ya llegado Lula al poder en 2003, se inició una tercera etapa, en la cual los gobiernos progresistas marcaron la característica de la orientación político-ideológica de la región, con modelos distribucionistas que permitió la situación económica global. Pero la llegada de Jair Bolsonaro al poder rompió esta tendencia. Su orientación, que tuvo puntos de contacto con Trump en los Estados Unidos y la derecha europea, no los tuvo en América del Sur. La relación Biden-Lula implica que Estados Unidos vuelve a ver a Brasil como el país que marca la dirección de la región, y en función de ello busca coordinar y coincidir. Más allá de las diferencias, el “progresismo moderado” del gobierno demócrata de Biden parece coincidir con la línea análoga de Lula en la región.

La Unión Europea se manifestó homogéneamente en apoyo a Lula en esta crisis, siendo Europa otro eje de la gestión del nuevo Presidente brasileño. La mayoría de los gobiernos de la UE ven como una amenaza creciente a las fuerzas de la derecha extrema europea. En ese contexto, perciben a Lula como un aliado. En el segundo semestre de 2023 los Presidentes de la Unión Europea se encontrarán con los de la Celac (Comunidad de Estados de Latinoamérica y el Caribe), de la que sólo están excluidos Estados Unidos y Canadá. El encuentro tendrá lugar en España, país que ocupará la Presidencia rotativa de la UE en ese momento. El objetivo es lograr revitalizar un vínculo que el predominio de la competencia entre Estados Unidos y China por la hegemonía global dejó en un segundo plano. La guerra de Ucrania ha llevado a Washington a considerar que para una mejor relación entre Europa y América Latina será útil frenar la creciente influencia china en la región. El 24 y 25 de enero tendrá lugar en Buenos Aires la Cumbre de Presidentes de los 33 países de la Celac, entre los cuales se encuentran también los del Caribe. Será preparatoria de la que sucederá en España con los 27 Jefes de Gobierno de la UE. Pero no es fácil avanzar en este ámbito. El MERCOSUR, en el que Brasil es el socio mayoritario con más de tres cuartas partes del PBI del bloque, no ha logrado progresos en el tratado de libre comercio firmado con la Unión Europea en 2019. La realidad es que sin avances con el MERCOSUR, difícilmente puedan pretenderse con la Unión Europea.

Pero el rol pleno de Brasil como actor global tendrá lugar en septiembre en la India, en la Cumbre de los BRICS. Este grupo está integrado por las potencias emergentes: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. Todos estos países apoyaron a Lula fuertemente en la emergencia, al percibir una protesta de esta envergadura como amenaza a sus propios regímenes. La prioridad será sin lugar a dudas China por su importancia tanto económica como estratégica. Ya es la principal relación bilateral de Brasil en términos comerciales. Retomando una línea tradicional en la diplomacia brasileña, Lula buscará mantener una posición de equilibrio entre Washington y Beijing, la que influirá en la región. La relación con Rusia es para el nuevo gobierno brasileño importante, más por razones estratégicas que económicas. La neutralidad es la línea que mantendrá, como ya lo anticipó Lula durante la campaña electoral, generando críticas del Presidente ucraniano Volodimir Zelenzky. La relación con la India adquirirá mayor relevancia, en momentos que este país pasa a ser el más poblado del mundo de acuerdo a las estimaciones demográficas de la ONU -superará los 1400 millones de habitantes-, su PBI ha pasado a ser el quinto del mundo y será mayor al del Reino Unido, y tiene el quinto gasto militar. Este año Nueva Delhi, su capital, será sede de dos Cumbres importantes: la del G20 y la del Grupo de Shanghai. Sudáfrica integra los BRICS en representación de todo el continente africano. 

Pero el rol de Brasil como actor global se pondrá en evidencia plenamente en la Cumbre del G20 que se realiza en la capital india en septiembre. En esta oportunidad Lula se reunirá con los líderes más importantes del mundo, dado que esta Cumbre, que se reúne en forma anual, está integrada por 19 países más la Unión Europea, que es reconocida como su miembro número 20. El grupo está conformado por las 7 potencias económicas más grandes que tienen sistema político democrático-liberal y constituyen el G7; las 5 emergentes que integran los BRICS, y los 7 restantes que son considerados países medianos con influencia regional. La reunión a la que asistió Lula fue la de 2009. Tuvo lugar durante el último año de su segundo mandato. Aquella reunión se realizó para contener las consecuencias sobre la economía global de la crisis desencadenada por los desequilibrios generados en el mercado inmobiliario estadounidense. Ninguno de los 18 Jefes de Gobierno que estuvieron presentes entonces hoy siguen en el poder, más allá de sus diferentes regímenes políticos. Los 12 años que median entre la última cumbre del G20 a la que asistió Lula y la que tendrá lugar el próximo mes de septiembre, dan una idea de lo mucho que ha cambiado el mundo desde entonces. Comprender y asumir esta situación será la clave de Lula como líder global, en momentos que ha sufrido una fuerte crisis interna sin precedentes en las últimas 4 décadas. Todos los países del G20, sin excepción, lo respaldaron en esta circunstancia. Por su parte, el Presidente estadounidense anunció que solicitará al Grupo que la Unión Africana sea incorporada como miembro, como sucede también con la Unión Europea, una iniciativa que Brasil podría compartir. 

En conclusión: Lula ha recibido el apoyo unánime frente a la toma de la sede de los tres poderes por parte de partidarios del ex Presidente Jair Bolsonaro; Estados Unidos y la Unión Europea lo ven como un aliado frente al crecimiento de la extrema derecha en dicho continente; las potencias emergentes, a su vez, lo perciben como un aliado frente a la oposición creciente que enfrentan la mayoría de sus líderes en sus países; en América Latina y el Caribe, la mayoría de los países lo ven como un factor de equilibrio que puede contribuir a la estabilidad de sus respectivos gobiernos; por último, la primera reacción del presidente brasileño mostró su capacidad de evitar una crisis institucional, pero ahora deberá demostrar que es capaz de tener gobernabilidad.

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