Por Rosendo Fraga.
El conflicto desatado por la acusación del fiscal Diego Luciani contra la Vicepresidenta argentina Cristina Kirchner, tiene cinco ámbitos: jurídico, político, institucional, el espacio público y el internacional. El último es el menos visible, pero es relevante. El cuestionamiento a la Justicia realizado por la cabeza del Poder Ejecutivo, el Presidente y la Vicepresidenta, ha tenido apoyos en el campo internacional. Han sido importantes en el ámbito regional. Explícitamente, han cuestionado la acusación de la justicia argentina contra Cristina Kirchner los presidentes de México, Colombia y Bolivia, además del argentino. También ha recibido el apoyo del “Grupo de Puebla”, integrado por cerca de 30 figuras políticas de la región -la mayoría ex Presidentes-, que se ha manifestado en el mismo sentido. De ellos se destaca el apoyo de Dilma Rousseff, en momentos que su partido podría ganar la elección presidencial que tiene lugar en octubre en Brasil, con la candidatura del ex Presidente Lula. En el mundo desarrollado, el apoyo se ha limitado a expresiones de la llamada “izquierda antiglobalista”, como la Francia Insumisa de Melenchon y Podemos en España. De la socialdemocracia europea, el único dirigente que ha cuestionado la decisión judicial que afecta a la Vicepresidenta, es el ex Presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, quien también integra el Grupo de Puebla y tiene buenas relaciones con Nicolás Maduro.
Así como el 17 de octubre sería epicentro de la movilización política del oficialismo argentino en apoyo de la Vicepresidenta, el 30 de ese mes es la fecha clave en su estrategia internacional. Es que ese día tiene lugar la segunda vuelta de la elección presidencial brasileña, que abriría paso a un nuevo mandato de Lula. Los escenarios menos probables son el triunfo del ex Presidente en primera vuelta, que tiene lugar el primer domingo de octubre, o la reelección del Presidente Jair Bolsonaro, hoy por debajo en las encuestas. La campaña electoral brasileña entra en su periodo decisivo y parece lógico que el candidato del PT mantenga prudencia en sus relaciones respecto a la política argentina. Pero su delfín, Dilma Rousseff, sí lo ha hecho, dando una señal de solidaridad política por parte del principal partido de la actual oposición brasileña. De ganar Lula, quedaría con libertad de acción para expresarse en apoyo de la Vicepresidenta argentina. Cuando estuvo preso más de 500 días por una causa de corrupción, que después la misma Suprema Corte corrigió, las muestras de respaldo y solidaridad tanto de Alberto Fernández como de Cristina Kirchner, fueron elocuentes y manifiestas. Incluso, el actual Presidente argentino lo visitó en su lugar de detención, pocos días después de ser ungido candidato.
Para la “narrativa” de la Vicepresidenta argentina, un triunfo de Lula tiene dos lecturas favorables. La primera es la secuencia de los triunfos en las elecciones presidenciales de este año en la región, de Gabriel Boric en Chile, Gustavo Petro en Colombia y el que podría obtener Lula en Brasil. Esto le permite mostrarse frente a la elección argentina de 2023 como una versión local de una tendencia regional, que puede ser definida como el “retorno del progresismo”. La segunda segunda lectura es más específica: la idea de que la acusación del fiscal Luciani contra la Vicepresidenta forma parte de una acción política destinada a impedir su candidatura -ya sea para Presidente o senadora por la provincia de Buenos Aires-, como lo sufriera Lula cuatro años atrás. Los militantes del PT no votan en Argentina, pero para un peronismo que el kirchnerismo está demostrando que logra controlar, la narrativa es importante. Lo es tanto utilizar una movilización en apoyo de la Vicepresidenta el 17 de octubre en lo interno, como mantener un alineamiento con el progresismo regional en lo externo.
Mientras tanto, la oposición argentina busca ratificar el alineamiento del ex Presidente Mauricio Macri con las fuerzas conservadoras en el plano internacional. Éste, quien está enfatizando las señales de su intención de ser candidato presidencial nuevamente, mira con atención el 8 de noviembre. Es que ese día tiene lugar la elección de medio mandato en los Estados Unidos, y el escenario hoy probable, aunque no inexorable, es un triunfo del partido republicano, liderado por el ex Presidente Donald Trump, que no oculta sus aspiraciones de una nueva candidatura presidencial en 2024. En los últimos meses, Macri se entrevistó públicamente con Trump, mostrando su coincidencia político-ideológica. Esto generó críticas dentro de Juntos por el Cambio, frente a las cuales el ex Presidente no retrocedió. Cabe señalar que el senador republicano Ted Cruz, partidario de Trump, ha pedido al Secretario de Estado incluir a la Vicepresidenta argentina en las sanciones que aplica a funcionarios en la región acusados de corrupción, como es el caso del Vicepresidente de Paraguay. Es así como el 30 de octubre y el 8 de noviembre, dos hechos electorales en el extranjero, se vinculan con la política argentina.
En conclusión: el conflicto generado en argentina por la acusación del fiscal en una de las causas de corrupción contra la Vicepresidenta Cristina Kirchner, tiene a su estrategia internacional como punto central; el eventual triunfo de Lula es un tema clave para ella, porque le permite inscribirse en un giro hacia el “progresismo” regional; también le posibilita mostrarse como una víctima del llamado “lawfare”, las acciones jurídicas por corrupción supuestamente manipuladas para impedir candidaturas; por último, frente a ella, el ex Presidente Mauricio Macri no oculta sus vinculaciones con el ex Presidente estadounidense Donald Trump.