A cuatro meses de la invasión rusa a Ucrania

Por Rosendo Fraga.

A cuatro meses de la invasión a Ucrania, muchos de los pronósticos iniciales resultaron fallidos, como es el caso del teléfono celular como clave sustancial en la guerra. Se sostuvo que iba a ser la primera contienda bélica en la cual todos la iban a vivir virtualmente, con un acceso amplio y directo a los acontecimientos. El argumento era que las personas, con sus celulares, iban a grabar en vivo los hechos y situaciones que a través de las redes, iban a difundirse globalmente. Es decir, una multitud de corresponsales espontáneos sobre el terreno iba a generar la simultaneidad en la transmisión de la información. Han sido muy pocas las imágenes de acciones bélicas captadas mediante celulares y difundidas en las redes. Las fotos que dan cuenta de los hechos de guerra se parecen a las de 80 años atrás, en la Segunda Guerra Mundial. Se centran en las consecuencias de la guerra y no en el desarrollo en sí mismo. Los edificios destruidos por las bombas, los cadáveres y los vehículos desarticulados, han sido las imágenes más difundidas. Los propios combatientes parecen haber hecho escaso uso de los teléfonos para filmar operaciones. Desde cierto punto de vista, parece un retroceso. Hace medio siglo, en la guerra de Vietnam, la televisión estadounidense transmitía en directo acciones bélicas. El medio audiovisual había superado a los medios gráficos en la difusión de las acciones bélicas. Desde esta perspectiva, la guerra de Ucrania parece más un regreso al pasado, que un escenario de cambio hacia el futuro. Un cuarto de siglo después del final de la Segunda Guerra Mundial, la masa de helicópteros en Vietnam mostraba un cambio sustancial en la forma de hacer la guerra. Ha pasado medio siglo desde entonces y las imágenes de Ucrania se asemejan más a las del sitio de Stalingrado.

El ámbito cibernético era considerado uno de los campos de batalla centrales en este conflicto y no ha sido así. Los grandes cambios tecnológicos que tuvieron lugar a partir de la caída del Muro, habían generado un nuevo escenario para acciones bélicas que se sumaba a los de tierra, mar y aire. La capacidad que demostraron los servicios de inteligencia rusos para operar en este nuevo ámbito, ya sea para obtener información, difundirla o bloquear sistemas de sus oponentes, había generado la impresión de que iba a ser un ámbito central para el desarrollo de las operaciones de Putin. Se suele tomar como hecho inicial de este tipo de conflicto la paralización de las redes cibernéticas del gobierno de Estonia a comienzos del siglo XXI. Para comienzos de su tercera década, hackers vinculados a servicios de inteligencia de los países usaron este tipo de herramienta para objetivos político-estratégicos, mientras que grupos privados las utilizaron para el crimen organizado. Pero la realidad es que no han tenido lugar acciones relevantes en los últimos 4 meses en el campo cibernético. Han sido más canales de propaganda que instrumentos usados en el conflicto militar propiamente dicho. A comienzos de marzo, un vocero del Pentágono dijo que si Rusia usaba el arma cibernética contra alguno de los 30 países de la OTAN, ésta la consideraría una agresión militar en los términos del artículo 5 de su tratado, que obliga a todos los países miembros a defender militarmente a cualquiera de ellos que sea agredido. No solamente no se han evidenciado acciones relevantes en lo cibernético, sino que tampoco han sido motivo de debate o discusión. Es claro que las comunicaciones han sido un objetivo central de los servicios de inteligencia occidentales y que eso ha sido un instrumento relevante para obtener información, pero no en el terreno de las operaciones.

Por el contrario, el arma nuclear, que se la veía como de uso lejano e improbable, estuvo en el centro del conflicto como posibilidad de uso por parte de Putin. Este hizo pública su decisión de poner en alerta los sistemas de armas nucleares rusos. Se difundió la doctrina de empleo del arma nuclear de Rusia, que contempla su uso cuando entre en riesgo la “existencia del estado ruso”. El uso del arma nuclear estuvo presente así como una posibilidad de empleo por parte de Moscú desde el inicio de la invasión. Los servicios de inteligencia occidentales hicieron saber que no se detectaban aprestos en las armas nucleares de las fuerzas armadas rusas para su uso. Pero las pruebas de nuevos armamentos de Rusia mostraron la capacidad de atacar blancos a gran distancia, que incluyen el territorio estadounidense. Los misiles hipersónicos y su combinación con medios aéreos y terrestres fueron una señal de Putin de su decisión de utilizar estos sistemas de armas si fuera necesario. En la OTAN se generó la idea que en caso de enfrentar una derrota, aumentaba la posibilidad de que Putin recurriera al arma nuclear. En el caso de Ucrania, se planteó un escenario contrafáctico: ¿qué hubiera pasado si Kiev no hubiese entregado sus armas nucleares tras la caída del Muro? Cabe recordar que entonces era el tercer país del mundo por su arsenal de ojivas nucleares. Las entregó todas contra una garantía de Estados Unidos, el Reino Unido y Rusia de que su soberanía territorial no se vería amenazada. Pero cuando se produjo la ocupación de Crimea, Estados Unidos y el Reino Unido no reaccionaron, incumpliendo su compromiso.

Pero al mismo tiempo, en las afirmaciones de los líderes de la OTAN, hubo precisiones que anticiparon con acierto lo que iba a suceder. El 24 de enero, exactamente un mes antes de la invasión, el Presidente de Estados Unidos, Joe Biden, el Primer Ministro británico, Boris Johnson, y el Secretario General de la OTAN, Jens Stoltenberg, dijeron en forma separada pero coincidente, que si Rusia invadía Ucrania, iba a sufrir un aislamiento económico y financiero sin precedentes, una desconexión generalizada en lo científico-tecnológico, y una guerra asimétrica en este país. Explicitaron ésta con el caso de la guerra de Chechenia, que en dos etapas y a lo largo de una década y media, generó un costo en vidas, equipos y dinero muy grande para Rusia. La idea de que se iba a generar un conflicto prolongado que iba a “desangrar” a Rusia fue un mensaje claro y contundente. Cuatro meses más tarde, no se ha producido ni el derrumbe ucraniano que inicialmente muchos preveían, ni la derrota rusa que se pronosticó tras los primeros reveses de las tropas invasoras. Ahora, el 17 de junio, el Primer Ministro británico y el Secretario General de la OTAN, en forma coincidente, han dicho que la guerra de Ucrania va a durar años, afirmando ambos que Occidente, y en concreto los países de la OTAN, debían prepararse para sostener el esfuerzo bélico ucraniano por un lapso prolongado. Esta es la visión que parece predominar cuando se reúne la Cumbre de la OTAN en Madrid, pero al mismo tiempo las opiniones europeas respecto a sostener el conflicto prolongado, se dividen por sus costos políticos y económicos y eso se hace sentir en la Cumbre de la Unión Europea.

En conclusión: la idea de que la invasión a Ucrania iba a ser la primera guerra que se iba a vivir a través de las filmaciones individuales mediante teléfonos celulares, no se cumplió; tampoco la idea de que el campo cibernético iba a ser un teatro central de operaciones se ha confirmado, pese a los grandes cambios tecnológicos que han tenido lugar tras la caída del Muro; en cambio, el arma nuclear, que no se la preveía como una amenaza inmediata, fue puesta por Putin en el centro del conflicto desde sus días iniciales; por último, los pronósticos de los líderes de la OTAN respecto a las características y la duración de la guerra, han resultado acertados, aunque son más consecuencia de sus decisiones que del análisis.

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