Por Rosendo Fraga.
La participación del Presidente argentino en la IX Cumbre de Presidentes de las Américas, ratificó su política exterior ambigua y contradictoria. Quiso mostrarse solidario con Venezuela, Cuba y Nicaragua, cuestionando su exclusión, y al mismo tiempo mantener el diálogo abierto con Biden. La definición del Presidente venezolano, Nicolás Maduro, fue clara y no deja lugar a dudas: calificó de “valiente” el discurso del Presidente argentino y sostuvo que “ha hecho un discurso firme, claro y puso todo en su lugar”. Agregó que “después de protestar y rechazar la exclusión frente a Joe Biden, le dijo que tenemos la Celac y lo invitó para que participe sin exclusión. Le puso la guinda a la torta”. Lo dijo desde Irán, en el marco de una gira que sigue por Turquía y Argelia. Pero también es cierto que el Presidente estadounidense tiene programado un encuentro bilateral con Fernández, que en principio volverá a viajar al frente de una comitiva de empresarios, sindicalistas y científicos. No fue una reunión presidencial durante la Cumbre, como consiguió Jair Bolsonaro, pero sí una evidencia de que el diálogo con Estados Unidos no está roto. Se suele decir que la política exterior es una proyección de la interna y eso parece suceder con el Gobierno argentino. La ambigüedad y la contradicción se dan tanto en el plano interno como en el externo. Esta actitud ha tenido como consecuencia debilitar la relación argentina con México. En lo que resta de junio, Fernández participará en la reunión virtual de los líderes del BRICS y en el encuentro del G7. En ambos casos lo hará en calidad de invitado, junto a una decena de países que no pertenecen a dichos grupos.
El titular del Ejecutivo busca ahora recomponer la coalición oficialista, sacudida por la salida del ministro Kulfas del Gobierno. El gasoducto que irá de Vaca Muerta hasta Rosario, pasando por Salliqueló en la provincia de Buenos Aires, se encuentra ahora demorado por las diferencias internas que subsisten dentro del Gobierno. El dominio del kirchnerismo sobre el área energética se mantiene. La investigación judicial que se ha iniciado es causa y argumento de nuevas demoras. Las tensiones surgidas en los últimos días con los grandes empresarios por la inflación, no favorecen un proyecto que tiene a uno de los grupos más importantes. Es cierto que la llegada simultáneamente al Gobierno de Agustín Rossi como titular de la Agencia Federal de Inteligencia, y de Daniel Scioli como nuevo ministro de Desarrollo Productivo, no implican avances del kirchnerismo, sino decisiones propias del Presidente. Pero la relación entre él y la Vicepresidenta no se ha recompuesto y el diálogo entre las segundas líneas que existe, no resulta eficaz. La llegada de Scioli al Gabinete implica que entra en el juego político una figura no resistida por el kirchnerismo y que, al mismo tiempo, el Presidente considera afín a la Casa Rosada. En un oficialismo dominado por conflictos entre la Casa Rosada y la Vicepresidencia y por el kirchnerismo y el antikirchnerismo, parece un intento de unidad con vistas a 2023. Pero seguramente las tensiones económicas en torno a mercados e inflación volverán a poner en evidencia las rivalidades políticas y la disputa de poder dentro del oficialismo. Hacia adelante el problema es que faltan 17 meses para la elección presidencial y muchas cosas pueden suceder.
Al mismo tiempo, el oficialismo lleva adelante una intensa ofensiva para lograr un cambio político-institucional. Se trata de un giro al populismo que intenta realizarse sin pasar por el dificultoso proceso de reforma constitucional vigente en la Argentina. El primer paso es la ampliación de la Corte de 5 a 25 miembros. Implica crear un Máximo Tribunal de negociación política donde se diluye la actual mayoría de 3, que es ajena a la influencia del kirchnerismo. Con la cantidad de nuevos cargos a cubrir, se abre la posibilidad de negociación con sectores de la oposición, como el radicalismo, que obtendrían su cuota de poder en las nuevas designaciones. El segundo es el proyecto de ley para reformar el mecanismo de consulta popular previsto en la Constitución. Se trata de imponer el sistema con efecto vinculante -que transforma el resultado en ley-, ganando por nada más que un voto y una concurrencia de solamente 35% del padrón. El proyecto presentado por el senador Oscar Parrilli baja de mayoría absoluta (la mitad más uno de cada Cámara) a sólo de los presentes y permite que la consulta popular se realice simultáneamente con la elección presidencial. Es una modificación sustancial de la democracia representativa en la Constitución Nacional, para pasar a la “democracia directa” que limita, o incluso anula, las facultades del Congreso. Ambos proyectos pueden ser aprobados por el Senado en las próximas semanas. Pero tienen un horizonte más complicado en Diputados. La aprobación del proyecto de boleta única en la Cámara Baja con 132 votos positivos es un avance de la oposición, pero que tiene pocas perspectivas de aprobación en el Senado, y que de tener sanción definitiva, podría ser vetado por el Presidente.
En la oposición, la pugna por el liderazgo sigue dominando y los dirigentes y precandidatos se mueven como si estuvieran en junio del año que viene, cuando se definirán los candidatos para las PASO. La ideología es una variable importante de la división. El electorado argentino se ha corrido a la derecha. Juntos por el Cambio, a diferencia con lo que le sucedía a Cambiemos, tiene opción electoral en esa orientación. En la época de Mauricio Macri asesorado por Marcos Peña y Jaime Durán Barba, correrse al centro era una estrategia lógica, porque no implicaba riesgo de perder votos por derecha. Pero la irrupción de Javier Milei -sus errores no son definitivos a casi un año y medio de la elección- ha cambiado esta situación. No sólo es un voto ideológicamente más a la derecha, sino también claramente identificado con el cuestionamiento a la dirigencia política en su conjunto. Esto sucede en un momento en que las expresiones electorales populistas crecen en el mundo occidental. La oposición, así, aparece dividida en tres sectores: el que representa el radicalismo, hoy presidido por Gerardo Morales; el del PRO, en el cual subsisten dos corrientes, una de centro liderada por Horacio Rodríguez Larreta y otra de centroderecha encabezada por Mauricio Macri y Patricia Bullrich, la que tiene conversaciones con Milei, que representa el tercer sector opositor. Macri, que crece como líder político, aunque no cuenta con el favor de las encuestas, se mueve al mismo tiempo apoyando a Bullrich, conversa con Milei y no rechaza a quienes lo promueven como candidato presidencial.
En conclusión: la Cumbre de Presidentes de las Américas confirmó la política exterior ambigua y contradictoria que caracteriza al Gobierno, la que a su vez parece consecuencia de la política interna; los cambios de Gabinete, si bien muestran independencia del Presidente respecto a la Vicepresidenta, no cierran el conflicto interno ni facilitan la gestión de gobierno que enfrenta amenazas económicas y sociales; los proyectos de ampliación de la Corte y para facilitar el uso de la consulta popular vinculante, constituyen avances claros hacia un modelo institucional populista; por último, la oposición, que en el Congreso ha tenido un éxito importante con la media sanción del proyecto de boleta única, aparece dividida ideológicamente y con una disputa de candidaturas prematura.