Tensiones en la Cumbre de las Américas

Por Rosendo Fraga.

La IX Cumbre de Presidentes de las Américas se inicia en Los Ángeles con la ausencia de ocho Presidentes latinoamericanos. La más importante de ellas es la del mexicano Andrés Manuel López Obrador. La Casa Blanca hizo todo lo posible para lograr que estuviera presente, desde la visita del ex senador Christopher Dodds como enviado personal del Presidente Biden para convencerlo, hasta la oferta de un encuentro bilateral entre los dos Presidentes durante la Cumbre. La ausencia del Presidente mexicano es una derrota importante para la política regional de Biden. López Obrador ha seguido la línea tradicional de la política exterior mexicana: nacionalista pero sin alterar los intereses vitales de Estados Unidos. A diferencia de sus predecesores desde los años 80, tiene una actitud populista que le ha generado réditos políticos internos. El domingo 5 de junio se realizaron elecciones estaduales en 6 de los 32 estados que tiene el país. El oficialismo llegó a estos comicios con 16 gobernadores propios y 2 aliados, frente a 14 de la oposición. Ganó 4 más, con lo que queda con 20 y 2 aliados, frente a sólo 10 opositores. Sus niveles de popularidad se mantienen altos (entre 50 y 60%) tras casi cuatro años de gestión. Volviendo a la Cumbre, el líder mexicano frustró el intento de su colega argentino, Alberto Fernández, quien ejerce la Presidencia pro tempore de la Celac (integrada por todos los países del continente americano con la sola exclusión de Estados Unidos y Canadá), de realizar una Cumbre paralela en la misma ciudad de Los Ángeles para desafiar a Washington en su propio territorio. La negativa de López Obrador hundió esta iniciativa y en esto satisfizo los intereses de Washington.

Dos semanas antes de la Cumbre tuvo lugar el encuentro de Presidentes de la Alianza Bolivariana de las Américas (ALBA), fundada por Fidel Castro y Hugo Chávez hace ya casi dos décadas. Los países miembros de esta entidad, que sigue reuniendo al populismo de izquierda en la región, ratificaron el apoyo a Cuba, Venezuela y Nicaragua (tres países muy caracterizados del ALBA) exigiendo su inclusión en la Cumbre de las Américas. Cabe señalar que en la VII reunión de Presidentes del continente, que tuvo lugar durante la segunda Presidencia de Obama, Cuba fue invitada y participó. Ahora, la diplomacia estadounidense dio señales de flexibilización respecto a estos países: eliminó la disposición de Trump que impedía la llegada de aviones estadounidenses a otros aeropuertos cubanos que no fuesen el de La Habana; levantó sanciones a Venezuela para que pueda exportar petróleo a través de empresas europeas para satisfacer la demanda surgida por el aumento de precios generado por la guerra de Ucrania; evitó invitar a Juan Guaidó -que sigue siendo reconocido como Presidente Encargado de Venezuela por la mayoría de los países de la OEA- para no confrontar con Maduro. Los presidentes de los gobiernos que se mantienen formalmente en el ALBA, como Nicaragua y Bolivia, se negaron a participar. Varios de los presidentes de las islas-estado del Caribe que mantienen buenas relaciones con Venezuela, tampoco concurrieron. En el caso del Presidente guatemalteco, se negó a hacerlo no por causas ideológicas, sino por las críticas de Estados Unidos por la corrupción, que han dañado la relación bilateral.

Los casos de Brasil, Colombia y Argentina, que junto a México son los países más grandes de la región, también fueron un problema para la Casa Blanca, aunque finalmente concurrieron sus Presidentes. El brasileño Jair Bolsonaro había decidido no asistir, percibiendo que las críticas del Departamento de Estado a su política de medio ambiente y a su autoritarismo, no le iban a ayudar en su campaña electoral para la elección presidencial del primer domingo de octubre. Sin México ni Brasil, la Cumbre hubiera sido un fracaso. Biden decidió dar a su colega brasileño un encuentro bilateral durante la Cumbre -que es el único que otorgaría-, logrando así su concurrencia. Respecto a Colombia, tras la primera vuelta de la elección presidencial y a días de la segunda, el Presidente Iván Duque -a quien un juez acaba de sancionar con cinco días de arresto domiciliario- participa, pero debilitado y sin capacidad de influencia en América Latina. Este país es el aliado más importante de Washington en la región y el único aliado de la OTAN frente a la guerra de Ucrania. El Presidente argentino, Alberto Fernández, ha adoptado una postura ambigua y contradictoria, exigiendo la participación de todos los países como punto de partida. Luego intentó la frustrada Cumbre paralela de la Celac, y finalmente concurre, para cuestionar al gobierno estadounidense las tres exclusiones que generaron el conflicto. Chile y eventualmente Perú pueden asumir una posición similar. 

Biden abre esta Cumbre, inicialmente destinada a revitalizar la relación de EEUU con la región, intentando evitar el fracaso que hubiera significado haber suspendido la reunión por ausencias relevantes. Puede argumentarse que la centralidad de la guerra de Ucrania en la política exterior estadounidense, generó una desatención en las semanas previas a la Cumbre. Pero la administración estadounidense tiene estructuras de gobierno que siguen funcionando para la región, como la Subsecretaría Adjunta para el Hemisferio del Departamento de Estado y la Dirección del Consejo de Seguridad Nacional para la región. La realidad es que la relación de Washington con América Latina que se recompuso con Obama y se enfrió con Trump, ahora parece haberse desarticulado con Biden. Cabe señalar que ningún país de América Latina y el Caribe se ha sumado a las sanciones económicas contra Rusia. Si bien los países de la región han condenado la invasión rusa, Brasil, México y Argentina votaron contra la exclusión de Moscú, tanto en el G20 como en la OEA. Más allá de la agenda formal de la Cumbre, la realidad es que Washington tiene hoy un solo objetivo central en América Latina y el Caribe: evitar que siga creciendo la influencia de China. Este asunto no integra formalmente el temario de la Cumbre, pero va a sobrevolar en las discusiones. A la Administración Biden le preocupa que países se sigan sumando a la iniciativa de la “Nueva Ruta de la Seda”, que es el proyecto geopolítico y de infraestructura más importante de Beijing. También quiere impedir que se concrete el acuerdo firmado entre Argentina y la potencia asiática para la construcción de una central nuclear, que representa una inversión de 8.300 millones de dólares y otras obras de interés estratégico.

En conclusión: frente a la IX Cumbre de las Américas, la ausencia del Presidente mexicano es una derrota para la política regional de Biden; la exclusión de Cuba, Venezuela y Nicaragua ha terminado debilitando el aislamiento que sufrían desde la creación del Grupo de Lima, que apoyó a Juan Guaidó; Brasil concurre, pero sólo para obtener un encuentro con Biden, Colombia lo hace con un Presidente debilitado y Argentina planteando críticas y reclamos; por último, la política estadounidense para la región, que recompuso Obama y enfrió Trump, con Biden parece haberse desarticulado.

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