Por Rosendo Fraga.
La política latinoamericana se desarrolla en el marco de un fenómeno común en el mundo occidental, que es la crisis de los sistemas de partidos tradicionales. En Francia poco queda del bipartidismo articulado entre una fuerza de centroderecha, que tuvo como origen la figura del General Charles De Gaulle, y el Partido Socialista, que en la posguerra tuvo como referente más relevante a Francois Mitterand. Hoy el país se encamina a una segunda vuelta que se definirá el 24 de abril, entre el Presidente Emmanuel Macron, que busca la reelección por su partido “En Marcha”, creado un lustro atrás para impulsar su candidatura, y Marie Le Pen, candidata de Agrupación Nacional, que es expresión de la derecha ultranacionalista (los dos partidos tradicionales sumaron apenas el 10%). Hoy los sondeos dan la victoria a Macron frente a Le Pen, pero la clave la tendrán los votantes de Mélenchon, el tercer candidato de la primera vuelta. En los Estados Unidos, las encuestas muestran que Donald Trump se encamina hacia una nueva candidatura en 2024. Ello profundiza la crisis del partido republicano tradicional, puesta en evidencia con el inédito asalto al Capitolio estadounidense un año atrás. Ambos países fueron, a finales del siglo XVIII, la cuna de la democracia occidental moderna.
En América Latina, este fenómeno muestra también diversas manifestaciones. En Colombia, la elección presidencial tiene lugar el 29 de mayo. Por primera vez en décadas, un candidato de centroizquierda, Gustavo Petro, podría ganar. Por el centroderecha, Federico Gutiérrez, que encabeza un reagrupamiento nuevo, compite a una distancia considerable. Poco o nada queda del bipartidismo liberal-conservador que dominó la política colombiana durante un largo periodo, hasta comienzos del siglo XXI. Frente a la elección presidencial brasileña del 3 de octubre, el Presidente Jair Bolsonaro, que irrumpió hace cuatro años al frente de un conglomerado de ultraderecha (una absoluta novedad en la política brasileña de las últimas décadas), hoy va por una difícil reelección, pero su postulación confirma la crisis de la política tradicional brasileña. Bolsonaro competirá contra el ex Presidente Lula da Silva, nuevamente candidato de una alianza que tiene como eje al PT, expresión de la izquierda brasileña, que llegó al poder a comienzos del siglo XXI. Es un panorama muy distinto al que existía en los años inmediatamente posteriores al régimen de facto, en el que primaba la moderación.
La crisis de los partidos tradicionales se ha dado también en Venezuela, Ecuador, Perú, Chile y Bolivia. La irrupción de Hugo Chávez a fines del siglo XX, terminó con la política tradicional que representaron en la segunda mitad de ese siglo, los socialdemócratas y democristianos. Una opción política planteada entre Maduro y Guaidó tiene poco que ver con aquella. En Ecuador fue la llegada de Abdala Bucaram al poder a fines del siglo XX y luego del Coronel Lucio Gutiérrez, lo que evidenció la crisis del sistema de partidos tradicionales. En Bolivia, la irrupción de Evo Morales desarticuló el sistema de partidos tradicional boliviano. En Chile, en la última elección presidencial se planteó un duelo entre Gabriel Boric y José Antonio Kast, expresiones de izquierda y de derecha diferentes de la opción de centroizquierda moderada que representó la Concertación, y la coalición de centroderecha que acaba de terminar su segundo periodo de gobierno con Piñera.
Quizás Perú sea el caso sudamericano que muestra en forma más extrema este fenómeno. La llegada de Alberto Fujimori al poder en la última década del siglo XX implicó la crisis del sistema de partidos tradicional, que profundizó el breve liderazgo del Teniente Coronel Ollanta Humala. Un conglomerado de pequeñas agrupaciones heterogéneas, más la posibilidad constitucional de un juicio político simplificado, han planteado constantes crisis de gobernabilidad, con renuncia y destituciones de presidentes. Perú posiblemente es hoy el ejemplo del desafío central de la política en América Latina: la gobernabilidad. Además de la crisis de las estructuras políticas tradicionales, el sistema electoral de doble vuelta para elección presidencial genera en algunos casos la imposibilidad del Presidente electo de tener el control del Congreso. Es que los resultados de las elecciones parlamentarias suelen coincidir con los de la primera vuelta y no con los de segunda. Las recientes elecciones presidenciales en Perú, Ecuador y Chile muestran escenarios de primera vuelta donde los candidatos victoriosos no llegaron a un tercio de los votos, y en algunos casos sólo a un quinto del electorado. En algunos casos hay constituciones que han debilitado la figura presidencial. El ejemplo de esto es Perú, que permite destituir al Presidente con dos tercios del Parlamento unicameral por “inhabilidad moral”, una causa que puede dar lugar a diversas interpretaciones.
En conclusión: los partidos políticos tradicionales se encuentran en crisis en Occidente, y tanto Estados Unidos como Francia (que fueron cuna de la democracia moderna a fines del siglo XVIII), son manifestaciones elocuentes de ello; en América del Sur, Colombia y Brasil (los países con mayor población de la región), realizan elecciones presidenciales este año con alternativas electorales muy diferentes a las que tenían en el pasado reciente; en la región, Venezuela, Ecuador, Chile y Perú también han experimentado la crisis de los partidos tradicionales, que en varios casos se han combinado con cambios constitucionales; por último, Perú es un caso crítico que muestra cómo la desarticulación del sistema de partidos y el debilitamiento de las atribuciones presidenciales en la constitución, pueden poner en riesgo la gobernabilidad.