Por Rosendo Fraga.
El 16 de enero la inteligencia rusa hackeó siete ministerios de Ucrania; si el conflicto derivara al plano militar, dicha fecha podría ser considerada la de inicio de la guerra en el concepto “híbrido”. Las últimas semanas han demostrado el desarrollo de este tipo de conflicto por parte de Rusia en forma concreta. Las “fake news” dirigidas a la población ucraniana han acentuado su temor. Ellas han coincidido con los reiterados anuncios de Estados Unidos y el Reino Unido sobre la inminencia de una invasión rusa a Ucrania. Las masivas alarmas de bombas falsas han sido otro instrumento de esta guerra híbrida, que ha aumentado la incertidumbre y la tensión en las fuerzas militares y la población de Ucrania. La interrupción de los servicios públicos puede ser otro paso que dé Rusia, también en forma encubierta. La presencia de mercenarios rusos de la empresa Wagner parece ser creciente y ellos podrían realizar las acciones violentas bajo “falsa bandera” que podrían justificar acciones militares de Rusia, focalizadas sobre todo en la región secesionista del este ucraniano. La Duma ha pedido que se reconozca la independencia de la misma. De suceder, ello escala el conflicto y son posibles acciones militares limitadas en dicha región. El deterioro económico del país ante la incertidumbre es creciente – desde el 1° de diciembre habrían salido del país 12.300 millones de dólares por el riesgo de guerra- y la ayuda financiera de Occidente para sostener las reservas de Ucrania se demora. La suspensión de los vuelos sobre territorio ucraniano, el llamado de los países occidentales a que sus ciudadanos salgan de forma urgente de Ucrania y el retiro de diplomáticos, han contribuido a aumentar la incertidumbre y el temor en la población ucraniana. Todo esto ya ha generado un triunfo de Putin, al expresar públicamente los Presidentes de Estados Unidos y de Ucrania posiciones diferentes sobre la faz militar del conflicto. Biden en reiteradas oportunidades ha dicho que la guerra es inminente; Zelezky, por el contrario, ha reiterado que eso no es así, y que las declaraciones de su colega estadounidense están generando “pánico”.
Al mismo tiempo, la estrategia occidental para apoyar a Ucrania se va confirmando en el modelo de “guerra asimétrica”. Los líderes occidentales, comenzando por Biden y Johnson, han dicho que sus fuerzas no entrarán en territorio ucraniano porque el país no forma parte de la OTAN, pero que sí entregarán armas y equipos militares para que Ucrania pueda resistir una incursión militar rusa. La llegada de armamentos, municiones y especialmente de sistemas antiaéreos y antitanques, se intensifica, pero hay países importantes de la OTAN, como Alemania, que se suman decididamente a las sanciones económicas, pero no al suministro de equipos militares. Ucrania está intensificando la movilización de sus reservas, la organización de sus milicias – sobre todo las desplegadas frente a la región secesionista de Dombas- y la instrucción militar de su población civil. La inteligencia occidental ha informado de que Rusia prepara un gobierno ucraniano alternativo para instalarlo en el poder si el conflicto, una vez que sea militar, quiebra el frente interno ucraniano. El mismo día 15 de febrero que Putin anunció el retiro de algunas unidades, fueron hackeados los sistemas de Internet de las Fuerzas Armadas, de los Ministerios de Defensa y Relaciones Exteriores y 7 bancos.
Una posible solución que evite la guerra entre Rusia y Ucrania, podría partir de dar más relevancia al despliegue concreto de armas e instalaciones militares, que a la formalidad de la pertenencia a las alianzas. El conflicto está planteado en torno al concepto de la soberanía. Para la OTAN, limitar la incorporación de Ucrania lesiona la soberanía de los países europeos que aspiran a ella. Que Ucrania se incorpore a la OTAN es inaceptable para Rusia, como impedir que sea así lo es para Estados Unidos. Pero el reclamo concreto de Moscú de retrotraer el despliegue de la OTAN a 1997 -año a partir del cual los 16 países que la integran pasaron a ser 30- permite encontrar un atajo entre la formalidad jurídica y el despliegue militar concreto. Rusia en realidad no está pidiendo que los 14 países que se han incorporado a la OTAN en el último cuarto de siglo, salgan de la misma. Pero sí reclama que las bases militares permanentes, y en particular los despliegues de misiles apuntando a Rusia, se retrotraigan a 1997, un momento en el que Rusia estaba extremadamente débil durante el gobierno de Yeltsin. En Polonia, Estados Unidos tiene cuatro bases militares permanentes, además de una base con fuerzas multinacionales y una instalación de defensa contra misiles balísticos. En Lituania hay una base militar permanente de la OTAN y otra con fuerzas multinacionales de la Alianza -especialmente británicas- en las fronteras con Bielorrusia; en Letonia una base con fuerzas multinacionales de la Alianza y en Estonia otra, más una base con fuerzas multinacionales. En Rumania hay otra base de tropas estadounidenses, una base aérea y una instalación de defensa contra misiles balísticos. En cuanto a Rusia, tiene tropas permanentes en Moldavia, en la región conocida como Transnistria. A su vez, Moscú tiene ocho instalaciones militares permanentes sobre la frontera con Ucrania. ¿Es posible hacer un acuerdo para mover bases militares permanentes por ambas partes? En cuanto a la pertenencia a la OTAN, las solicitudes de Ucrania y Georgia que han motivado la guerra con este último país, la ocupación militar de Crimea y la secesión ucraniana, llevan demoradas más de la década. ¿Sería posible un acuerdo para demorar la ejecución del derecho soberano de determinados países que aspiran a ser parte de la OTAN? El mismo día que Rusia anunció el repliegue de algunas unidades movilizadas, en la reunión de prensa conjunta que dieron con el jefe del gobierno alemán, Putin dijo que rechazaba el “despliegue de sistemas de ataque cerca de las fronteras rusas” y que su país buscaba “transparencia en los ejercicios militares, discutir los problemas de los misiles de emplazamiento terrestre de alcance corto y medidas de construcción de confianza”.
El conflicto de la OTAN con Rusia tiene uno colateral en el África Subsahariana, concretamente en Malí. El 28 de enero el embajador francés en dicho país (que es una ex colonia francesa) fue expulsado. En la región conocida como el Sahel, que atraviesa en forma horizontal el territorio, se viene desarrollando una operación militar multi europea y antiterrorista liderada por Francia. Se desarrolla en cinco países: Burkina Faso, Chad, Níger, Mauritania y el mencionado Malí, los que en conjunto tienen 100 millones de habitantes. Las fuerzas francesas desplegadas en la región son 5.100 hombres, las más numerosas del contingente. En 2021, tras el desordenado repliegue de las fuerzas de la OTAN en Afganistán, el presidente francés, Emmanuel Macron, decidió iniciar la retirada gradual de Malí, anunciando que iba a reducir en un 40% sus tropas como comienzo. Seguidamente, un golpe militar derrocó al gobierno pro-francés de Malí y negoció rápidamente la llegada de mercenarios rusos de la empresa Wagner para sustituir a los franceses. Al comenzar 2022, 1.100 de ellos ya estaban en Malí. En dicho país, en la región fronteriza con Níger, se encuentran grandes yacimientos de uranio, del cual surgen los insumos para el desarrollo nuclear francés que es clave para el país. No solamente porque Francia ha pasado a ser el único país de la Unión Europea con el arma nuclear, sino porque su matriz energética se provee fundamentalmente de la energía nuclear. El 12 de febrero, el presidente Macron anunció que Francia será el primer país que para 2052 habrá sustituido los combustibles fósiles por energía nuclear, con el objeto de contribuir a la defensa del medio ambiente. En el momento en que Macron intenta jugar un rol relevante en el conflicto entre Rusia y la OTAN, la toma del control de Malí por mercenarios rusos constituye una amenaza para su proyecto central de largo plazo respecto a la energía y el medio ambiente.
En conclusión: Rusia desde el 16 de enero, cuando hackeó siete ministerios de Ucrania, está desarrollando una “guerra híbrida” contra este país; Estados Unidos y sus aliados intensifican el suministro de armamentos a Ucrania para que ésta resista la eventual incursión militar de Rusia, en el concepto de la “guerra asimétrica”; el conflicto en torno a Ucrania parece sin solución en base a la concepción de la soberanía de los Estados, pero el despliegue de tropas permanentes permite una visión más flexible y distinta; por último, una muestra de que Rusia está actuando en términos globales lo da Malí, país africano en el cual mercenarios rusos han sacado a Francia el control de un país clave para la provisión de uranio de su plan nuclear.