Por Rosendo Fraga.
El 10 de diciembre Rusia advirtió que Europa se encamina a una “crisis de los misiles” similar a la que tuvo lugar hace seis décadas en torno a Cuba. Ello confirmó el fracaso o inutilidad de la Cumbre virtual entre Biden y Putin realizada a comienzos de esa semana. La tesis del gobierno ruso es que la OTAN debe darle “garantías jurídicas” de que no serán emplazados misiles de alcance medio en el territorio de Ucrania, aliada de las potencias occidentales. El Kremlin considera a esto una “línea roja” no negociable. Rusia quiere impedir que la OTAN -que en los años noventa incorporó a Estonia, Letonia y Lituania- se extienda a más países de la ex URSS, comenzando por Ucrania, el más grande de ellos, y cuyo gobierno es pro-occidental. La OTAN respondió con dureza, negándole a Moscú la posibilidad de que decida qué país se incorpora a la OTAN y cuál no. El Secretario General de esta organización, Jens Stoltenberg, dijo que “la relación de la OTAN con Ucrania la decidirán los 30 aliados de la OTAN, Ucrania y nadie más”. En este marco, Alemania advirtió a Rusia que frenará el gasoducto Nord Stream que transporta gas ruso a Alemania, eludiendo el tránsito por Ucrania. Es un proyecto que fue impulsado en conjunto por Merkel y Putin. El nuevo gobierno alemán condiciona ahora el proyecto a que se frene la tensión en torno a Ucrania.
Al día siguiente, sábado 11 de diciembre, los responsables para las relaciones exteriores de EEUU y el Reino Unido advirtieron a Rusia las “graves consecuencias” de una eventual incursión militar en Ucrania. La acumulación de tropas rusas en la frontera ucraniana es el desencadenante de la situación. El Secretario de Estado, Anthony Blinken, y la Secretaria de Relaciones Exteriores inglesa, Elizabeth Truss, lo hicieron antes de que comenzara en Liverpool una reunión de los cancilleres del G7, las siete economías más grandes del mundo con sistema democrático (Estados Unidos, Japón, Canadá, Alemania, Reino Unido, Francia e Italia), que reúnen la mitad del PBI mundial. La diplomática británica dijo que “cualquier incursión por parte de Rusia sería un error estratégico”. La reunión buscó mostrar cohesión y decisión frente a Rusia. Truss también convocó a reflexionar para “reducir la dependencia estratégica” y reforzar la “arquitectura de la seguridad” de los países que integran el Grupo frente a los “regímenes autoritarios”, término que el Presidente estadounidense utiliza para referirse a Rusia y China. Pero el Grupo amplió su temario: en Asia, trató la crisis de Birmania y en África la de Etiopía, que ha comenzado a vivir el principio de una guerra civil; en Medio Oriente pidió a Irán que acepte el retorno de Estados Unidos al tratado de control nuclear del G6. Los responsables de relaciones exteriores de Corea del Sur, Australia, Sudáfrica y la India participaron virtualmente del encuentro. En una señal hacia China, los ministros de Relaciones Exteriores de la ASEAN (países del sudeste asiático), fueron también invitados al encuentro virtual de los cancilleres del G7.
El domingo 12 de diciembre, la declaración realizada por los ministros de Relaciones Exteriores del G7, reiteró la amenaza. “Rusia no debería tener la menor duda de que una nueva agresión militar contra Ucrania tendrá consecuencias masivas y un grave costo”, advirtieron. Por su parte, el vocero del Kremlin, Dimitri Peskov, sostuvo que había diferencias conceptuales muy serias entre Rusia y EEUU respecto a “las líneas rojas”. Para Irán, el mensaje del G7 fue concreto, diciendo que “es la última oportunidad para que Irán acuda a la mesa de negociaciones, con una solución seria al problema”. La realidad es que entre Rusia y Occidente hay sospechas y temores recíprocos. Para Moscú, la OTAN pretende utilizar la tensión que generó el conflicto entre Bielorrusia y Polonia por la acumulación en la frontera bielorrusa y polaca de inmigrantes sirios, iraquíes y afganos. Lo que estaría buscando la alianza militar occidental sería un pretexto para desplegar misiles de alcance medio en Ucrania, y desde allí amenazar a Rusia. Este país, a su vez, pretende la neutralidad ucraniana en su conflicto con Occidente. Para la OTAN, Putin está manipulando la crisis para justificar entrar con tropas en Ucrania y sacarla del área de influencia donde pretende ubicarla la primera. El nacionalismo ucraniano choca con la interpretación histórica rusa de que Moscú y Kiev (la capital de Ucrania) durante siglos fueron parte de un solo estado nacional. La secesión del este ucraniano con mayoría de población de habla rusa complica el problema.
El lunes 13 de diciembre, Rusia sostuvo que podría verse obligada a desplegar misiles nucleares de mediano alcance (INF) si se convence de que la OTAN lo hará en Ucrania. Así lo anunció el vicecanciller, Sergei Ryabkov. Estos misiles fueron prohibidos en Europa en 1987 por un tratado firmado entre Reagan y Gorgachov, que fue abandonado en 2019 por Trump, argumentando violaciones por parte de Rusia. El vicecanciller ruso dijo tener “indicios indirectos” de que la OTAN se prepara para desplegar INF. “La ausencia de progreso en el camino hacia una solución política y diplomática conducirá a una respuesta de nuestra parte, de naturaleza militar y técnica” señaló Ryabkov. Por su parte, funcionarios de la OTAN dijeron que la organización no tiene previsto desplegar INF en Ucrania, advirtiendo que “la Alianza está preparada para disuadir la instalación de cohetes rusos mediante una respuesta mesurada, que sólo incluirá armas convencionales”. Simultáneamente, la Agencia de Inteligencia rusa informó la detención de 106 militantes del grupo MKU, acusados de ser pro-nazis y de estar manipulados por los servicios secretos ucranianos. Al mismo tiempo, Occidente adoptó sanciones contra miembros de la empresa de mercenarios Wagner -controlada por la inteligencia rusa-, por supuestos crímenes cometidos en Siria, Libia y Ucrania. Por su parte, el Presidente bielorruso, Aleksandr Lukashenko, aseguró que cortará el suministro de gas a Europa que pasa por su territorio, si la Unión Europea aplica nuevas sanciones al país. Todo esto sucedió en la semana posterior al encuentro virtual entre Biden y Putin.
En conclusión: a los tres días de la conferencia Biden-Putin, el gobierno ruso advirtió sobre la posibilidad de que el conflicto en torno a Ucrania termine en una nueva “crisis de los misiles” como la que tuvo lugar en Cuba; los cancilleres del G7 se reunieron en Liverpool, advirtiendo a Rusia de que aplicarían fuertes sanciones si fuerzas rusas entran en Ucrania; la declaración de los ministros de Relaciones Exteriores del G7 insistió con la amenaza de que cualquier incursión militar rusa en Ucrania traerá graves consecuencias; por último, el lunes 13, Rusia advirtió que se vería obligada a desplegar misiles de alcance intermedio apuntando a Ucrania, si la OTAN los instalaba en este país.