Por Rosendo Fraga.
La elección chilena, con el primer lugar obtenido en primera vuelta por José Antonio Kast, implica el triunfo de la llamada ultraderecha en Chile, que ha sufrido grandes conmociones políticas en los últimos dos años. El candidato del Partido Republicano, José Antonio Kast, obtuvo el 27,9% de los votos y pasó a la segunda vuelta. Es un liberal extremo en materia económica y un conservador en lo social. En el segundo lugar, con el 25,8%, se ubicó Gabriel Boric de Convergencia Social, en alianza con el Partido Comunista. Se trata de un ex dirigente estudiantil considerado un moderado en los liderazgos surgidos de la protesta callejera. Esta segunda vuelta era un escenario impensable noventa días atrás, cuando Kast parecía un candidato imposible. La sorpresa de los últimos días fue el empresario Franco Parisi, que se presentó por el Partido de la Gente, y obtuvo el tercer lugar con el 12,8% de los votos. Vive en Estados Unidos y no vuelve a Chile por una deuda alimentaria. Hizo campaña desde el exterior, con un discurso fuertemente antipolítica y con algunas similitudes con el de Kast. El cuarto lugar, con 12,8%, lo obtuvo Sebastián Sichel por el partido Juntos Podemos Más, el candidato de la alianza de centroderecha del Presidente Sebastián Piñera. Este candidato ya ha dado señales de apoyar a Kast en la segunda vuelta. En el quinto lugar, con 11,6%, se ubicó Yasna Provoste, una dirigente democristiana, que representa el ala moderada de lo que fue la Concertación, que adelantó que votará en la segunda vuelta por Boric. El cuadro se completa con Marco Enriquez Ominami del Partido Progresista, que obtuvo el 7,6%. Es presumible que sus votos se vuelquen más hacia Boric.
La segunda vuelta de la elección presidencial chilena del 19 de diciembre, será punto de atención regional y para quienes en el mundo occidental analizan las fuerzas de ultraderecha. En Chile el voto es voluntario y ha votado menos del 50%, que fue el porcentaje registrado en la elección anterior. La baja concurrencia es un problema que se ha ido incrementando en las primeras dos décadas del siglo XXI. Que en un momento de convulsión y polarización política vote menos de la mitad del electorado, es una señal de la desconexión de la sociedad con el sistema político. Los votantes chilenos han tenido una reacción a favor del orden tras los dos años de convulsión política generada por las protestas violentas. La Constituyente, presidida por una dirigente de la etnia mapuche elegida menos de un año atrás, mostró una composición política, ideológica y social, con predominio de fuerzas de izquierda, indigenismo y grupos anárquicos, muy diferente a la de la primera vuelta, en base a la cual puede anticiparse que las fuerzas de derecha y centroderecha mantendrán la mayoría en el Senado, que acaba de frenar el juicio político contra el Presidente Sebastián Piñera. Desde el punto de vista regional, si Kast ganara la segunda vuelta y llegara a la presidencia, sería interpretado como una manifestación en América Latina del fenómeno de la ultraderecha del mundo occidental. Cabe señalar que articular una línea regional con la llamada ultraderecha peruana y la brasileña, es un tema que ha comenzado a gestarse. El reciente éxito de Javier Milei en la elección legislativa argentina del 14 de noviembre es, en otro nivel y alcance, manifestación del mismo fenómeno.
La elección regional y municipal venezolana confirmó que el régimen chavista mantiene el control de la estructura política territorial que tiene desde 1998. La oposición se presentó dividida. Si bien los partidos liderados por Enrique Capriles -que puede ser considerado el líder del ala moderada de la oposición-, concurrieron a votar, no lo hizo el sector que lidera Juan Guaidó. El Presidente Nicolás Maduro, buscando moderar las sanciones internacionales en Europa y Estados Unidos, aceptó la negociación con la oposición que tuvo lugar en México, gestada por el Reino de Noruega. En lo interno, modificó la composición del Consejo Nacional Electoral, incorporando dos miembros de la oposición a los cinco que tiene el cuerpo. Pero votó el 42% del padrón, y en ese escenario, pese a su ostensible impopularidad, ganó el oficialismo. De las 23 gobernaciones, el oficialista PSUV (Partido Socialista Unido de Venezuela) se impuso en 20, una clara confirmación de que el chavismo mantiene el control de la estructura política territorial. En varias gobernaciones, la oposición presentó más de un candidato, con lo cual favoreció al oficialismo, que es una minoría unida y sólida. Sólo una afluencia a votar que hubiese superado el 50% podría haber dado posibilidades a la oposición. A nivel de los alcaldes, el predominio del oficialismo también fue marcado. Es la primera elección desde 2018 en la cual parte de la oposición decidió concurrir a votar. Estuvieron presentes observadores de la Unión Europea y del Centro Carter de los Estados Unidos, lo cual favorece la convalidación del régimen de Maduro.
El resultado de la elección regional venezolana confirma la ineficacia de las políticas globales y regionales para promover la democracia plena en las dictaduras autoritarias de la región: Venezuela, Nicaragua y Cuba. En los tres casos, Estados Unidos, la Unión Europea y la mayoría de los países latinoamericanos, han impulsado políticas de negociación y coacción para obligar a los líderes de estos países a democratizarse, pero no han tenido éxito. El caso de Nicaragua ha sido claro. Pese a las sanciones que afectaron al patrimonio en el exterior de funcionarios y personas vinculadas al régimen, y de las condenas de la OEA y la Unión Europea, Ortega logró su cuarto mandato presidencial consecutivo. Después del triunfo endureció las condiciones carcelarias de los líderes opositores que mantiene bajo arresto. Al igual que Cuba y Venezuela, tiene una estrecha relación con Rusia en lo político-estratégico, al mismo tiempo que sigue vigente el tratado de libre comercio con los Estados Unidos firmado por la mayoría de los países de América Central. Si bien en Cuba no hubo elecciones, con epicentro en el 15 de noviembre, se reiniciaron las protestas opositoras en La Habana. Se trató de un movimiento anticipado frente al cual el régimen tuvo capacidad de dominarlo rápidamente. El líder de la protesta, organizada por el grupo opositor Archipiélago, es el dramaturgo Yunior García. Ante el temor a ser encarcelado, se refugió en España. Esto contribuyó a desactivar la protesta. En cuanto a Venezuela, Maduro se manejó con habilidad. Participó en las negociaciones de México hasta el final, pero días antes de la elección las abandonó, sin llegar a ningún acuerdo, como represalia por la extradición del empresario chavista Alex Saab, extraditado de Cabo Verde a los Estados Unidos, cuyo juicio comienza en enero. El objetivo de Maduro es conseguir el levantamiento, o al menos la flexibilización, de las sanciones al comercio del petróleo venezolano impuesta por Estados Unidos y Europa. Es incierto que llegue a lograrlo.
En conclusión: la primera vuelta de la elección presidencial chilena refleja la convulsión y la polarización política en este país, y la crisis de los partidos tradicionales con la segunda vuelta entre Kast y Boric; el triunfo en primera vuelta de la ultraderecha era impensable noventa días atrás e improbable hace treinta, así como también la irrupción del candidato Franco Parisi en el tercer lugar; el triunfo del régimen chavista en las elecciones regionales y municipales de Venezuela, si bien puede explicarse por la baja concurrencia y la división opositora, no deja de ser un triunfo claro del oficialismo; por último, se hace evidente así la falta de eficacia de las políticas promovidas por Occidente, para la democratización de las dictaduras autoritarias de la región: Nicaragua, Cuba y Venezuela.