A una semana de las PASO

Por Rosendo Fraga.

Las PASO como anticipo de la elección legislativa que tendrá lugar el 14 de noviembre no son relevantes. Hace cuatro años, en la última elección de medio mandato, en las PASO de la provincia de Buenos Aires, Cristina Kirchner ganó por 0,21% sobre la lista de Cambiemos. Dos meses después, en la elección, este resultado se revirtió: Cambiemos terminó imponiéndose con el 42,15% sobre el 36,28% obtenido por la entonces ex Presidenta. En 2019, en las PASO para la elección presidencial, la fórmula Fernández-Fernández obtuvo a nivel nacional el 47,79% sobre el 31,80% de Macri-Pichetto. Dos meses más tarde, en la elección, volvió a ganar la primera fórmula con 48,24%, sobre el 40,28% del ex Presidente Macri (la diferencia se redujo de 16 a 8 puntos). Cabe agregar que dos meses es mucho tiempo y muchas cosas pueden pasar. Los electorados, además, son más independientes y volátiles que antes. Todo ello converge para explicar que las PASO -que existen sólo en Argentina, con un antecedente similar en Uruguay- no sirven como anticipo electoral. Esto facilita que el derrotado asuma que la elección posterior a las PASO es una nueva oportunidad: no es una derrota, sino un traspié antes de la elección. Ello no implica que el resultado de las primarias no deje efectos políticos. Una derrota del oficialismo seguramente hará que las críticas a Alberto Fernámndez dentro de su propio espacio aumenten. Se lo hará responsable de la derrota, dado sus desaciertos en los tres meses precedentes. En la oposición, cuanto mejor sea el resultado de Vidal en CABA y Santilli en provincia, mejor será la posición de Horacio Rodríguez Larreta con vista a la legislativa, las que serán importantes para reforzar o no su candidatura presidencial de 2023.

La posibilidad de un voto de rechazo a la política -que en 2001 se denominó “voto bronca”- está planteada, aunque su magnitud es incierta. La concurrencia a votar en las PASO de 2017 (cabe comparar con la elección similar, no con la presidencial, donde siempre es mayor la concurrencia) fue de 72,37%. Si en esta elección dicho porcentaje descendiera 10 puntos, empezaría a conformarse el espacio para este tipo de fenómenos. Las cuatro elecciones provinciales adelantadas realizadas este año (Misiones, Jujuy, Salta y Corrientes) consignan que este escenario es posible, aunque no así las encuestas, que prevén en los grandes distritos una menor caída de la concurrencia a votar que en aquellos. Pero la asistencia de autoridades de mesa en los dos simulacros de elección realizados, mostró una fuerte ausencia de los presidentes convocados. El voto en blanco en las PASO de 2017 fue de 3,3% y el voto no válido o nulo fue de 2,2%. Si en esta oportunidad el voto en blanco se duplicara, alcanzando el 6,6%, y el voto no válido lo hiciera también, llegando al 4,4%, tendríamos configurado el escenario del llamado “voto bronca”. Si ahora, en comparación con 2017, la concurrencia cayera 10 puntos, entonces habría votado sólo el 62,37% del padrón. Si a eso se suma la duplicación de voto blanco e inválido, quienes no hicieron un voto positivo (por candidatos) alcanzarían el 51,37%. Ello permitiría decir -fue el argumento de 2001- que el 49% no votó por ninguno de los candidatos que se presentaron, y en base a ello sostener que el primer partido es el de quienes no creen en la política y constituyen la primera fuerza del país. Quienes en cambio cuestionan este tipo de argumento, dirán que la pandemia es la causa de la menor concurrencia electoral. Sobre un padrón de 34 millones habilitados a votar, no han sido vacunados con primera o segunda dosis 18 millones, más de la mitad. De ellos, un tercio no ha recibido ninguna de las dos dosis.

El resultado es imprevisible, aunque refleja el “bipartidismo atenuado” vigente en la Argentina. En cuanto a la intención de voto a nivel nacional, el promedio de 7 encuestas realizado por el diario Clarín y publicado el domingo 5 de septiembre, da el primer lugar al Frente de Todos con el 31,08% y el segundo para Juntos por el Cambio con 29,86%. Después, hay dos núcleos que están resistiendo la polarización: los libertarios, con 6,97%, y el peronismo no kirchnerista, con 4,12%. La izquierda tiene el 3,53%, por otros partidos vota el 7,64% y no sabe a quién votará el 16,8%. Cuatro años atrás, el resultado nacional mostró un triunfo rotundo a favor de Cambiemos, que obtuvo el 40% de los votos sobre el kirchnerismo, que alcanzó el 22% y el peronismo no kirchnerista obtuvo un porcentaje similar al que obtendría ahora. En cuanto a la provincia de Buenos Aires, el promedio de 12 encuestas realizado por el mismo medio da en primer lugar a Juntos por el Cambio con 33,9%, dentro del cual votaría por Santilli -apoyado por Larreta- el 22,46% y por Manes (candidato de la UCR) el 10,83%. El Frente de Todos obtiene en este promedio 31,98%. Nuevamente, una elección muy pareja, como se daría a nivel nacional. También en este caso, resisten la polarización el peronismo no kirchnerista representado por Randazzo (6,27%), una fuerza a la derecha de Juntos por el Cambio, con el 5,48%, que lleva como primer candidato a José Luis Espert, y la izquierda (3,95%), mientras que por otros partidos votarían el 8,51% y los indecisos representan el 10,52%. Cabe recordar que en las PASO de 2017 el resultado fue muy parejo: Cristina ganó con una diferencia de 0,2%. En las elecciones pasadas, el resultado de Buenos Aires ha provocado más efectos políticos que el promedio nacional. En cuanto a la intención de voto en la Ciudad de Buenos Aires, promediando ocho encuestas, la misma fuente da a Juntos por el Cambio el 45,29%. De ellos la lista de María Eugenia Vidal obtiene el 30,75%, la de Ricardo López Murphy 12,42% y la de Rubinstein 2,12%. Volvería a darse así un triunfo marcadamente favorable al oficialismo porteño, como viene sucediendo desde 2007. La lista del Frente de Todos, que lleva a Leandro Santoro como primer candidato, tiene el 24,29%. La lista de Milei obtiene en este promedio de encuestas un 9,94%, la izquierda 3,54%, otros partidos 7,11% e indecisos 9,83%.

Pero la cuestión central es el resultado de la elección legislativa y su efecto en la relación de fuerzas en el sistema político-institucional para el periodo 2021-2023. Cabe señalar que en las últimas elecciones de la región (la de constituyentes y las primarias presidenciales en Chile, la presidencial peruana y el referéndum no vinculante mexicano), en todos los casos la diferencia entre las encuestas y lo que finalmente sucedió fue muy marcada. A ello hay que agregar que la experiencia muestra que el resultado de las PASO se altera en la elección. Pese a ello, puede hacerse una estimación sobre lo que va a suceder en el Senado, donde se renueva el tercio electo en 2015 (24 bancas). Allí, el oficialismo nacional podría perder entre 3 y 4 de los 41 que ya tiene, quedando muy cerca de los 36 con los cuales mantiene la mayoría simple. En Diputados, no parece fácil que el oficialismo nacional llegue a las 129 bancas necesarias para tener esta mayoría. Le faltan 9. Aunque ganará algunas bancas -en este caso se renueva la mitad de la Cámara electa en 2017-, y que renueva sólo 51 frente a 60 que pone en juego la oposición, enfrenta una limitación: en la provincia de Buenos Aires renueva 17 de las 35 en juego y para no perder ninguna necesita alcanzar el 45% de los votos, algo que hoy no parece fácil. Si el Gobierno pierde algunas bancas en el Senado, pero sin que ello altere su mayoría simple, y en Diputados las gana, pero sin llegar a la mayoría, la relación de fuerzas quedaría prácticamente igual. En el escenario 2021-2023 no es viable ni un intento de reforma constitucional ni una modificación de la Suprema Corte, que requiere dos tercios de ambas Cámaras.

En conclusión: las PASO no anticipan el resultado de la elección legislativa, que puede ser diferente, aunque crean clima político y definen situaciones dentro de las fuerzas en las cuales hay competencia; la posibilidad de un voto de rechazo a la clase política en su conjunto está planteada, pero es incierta en su alcance y magnitud; los sondeos muestran una relación de fuerzas pareja tanto a nivel nacional como en la provincia de Buenos Aires, pero hoy son un elemento más relativo e incierto en cuanto al pronóstico que en el pasado; por último, más allá de la incertidumbre, puede anticiparse que el resultado de la elección legislativa no alterará la relación de fuerzas en el sistema político-institucional, con un Congreso sin cambios sustanciales.

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