Tres líneas político-ideológicas en la región

Por Rosendo Fraga.

En América Latina, se perciben tres líneas político-ideológicas al comenzar el tercer cuatrimestre de 2021: una de centroderecha, una de izquierda y otra de centroizquierda. Comenzando por la primera, es la que ha predominado en la segunda mitad de la segunda década del siglo XXI. Se inicia con la elección de Mauricio Macri en 2015 y con la destitución de Dilma Rousseff mediante juicio político. Comienza a debilitarse a fines de 2019 con la derrota de Macri en Argentina, y antes de ello, con el triunfo de López Obrador en México. Hoy siguen en esta línea Colombia, Paraguay, Uruguay, Ecuador y varios de los países centroamericanos. Brasil, bajo la presidencia de Jair Bolsonaro, tiene una posición claramente de derecha, pero su política exterior no pretende jugar un rol de liderazgo regional que su importancia demográfica, económica y geográfica le otorga. La elección presidencial de Colombia -el tercer electorado de la región-, que tendrá lugar en mayo de 2022, definirá la orientación ideológica del país, la que ha pasado a estar en disputa después de las últimas protestas violentas. Pero la elección presidencial brasileña que se realiza en octubre del mismo año, marcará la orientación ideológica de la región por la importancia del país. 

En el otro extremo, el eje de izquierda está representado por Cuba, Venezuela y Nicaragua. En estos tres países rige un modelo político autoritario que en términos electorales funciona, de hecho, como de partido único. Las protestas de los disidentes cubanos que tuvieron lugar a mediados de 2021, no han sido suficientes para alterar el autoritarismo del régimen, que lleva 62 años en el poder. En Venezuela, el chavismo ha gobernado durante 23 años consecutivos, con un sistema electoral de partido hegemónico. La alianza La Habana-Caracas, establecida por Fidel Castro y Hugo Chávez, no solamente se ha mantenido con sus sucesores (Díaz Canel y Maduro), sino que se ha acentuado. Las negociaciones entre el gobierno venezolano y la oposición, que se realizan en México, hasta ahora no garantizan la transparencia en las elecciones legislativas que se realizan el 6 de diciembre. El Gobierno de Arce electo en Bolivia, que tiene el respaldo de Evo Morales, se inclina por esta línea, pero manteniendo cierta pluralidad, puesta en riesgo por el enjuiciamiento de las autoridades anteriores. El nuevo gobierno de Pedro Castillo en Perú parece orientarse en esta dirección, bajo fuertes tensiones internas. Nicaragua realiza elecciones presidenciales el 7 de noviembre, donde Ortega será reelecto y obtendrá así su quinto mandato.

En medio de estas dos líneas, la tercera, que puede ser denominada de izquierda moderada, está representada por México, el segundo electorado de la región. López Obrador ha hecho un giro “populista” respecto de sus cinco predecesores, a quienes acusa de corrupción y de haber impulsado un modelo “neoliberal”. Ataca al poder local político, económico y mediático, pero evita la confrontación con Estados Unidos, cuya relación es “vital” para México. El gobierno argentino de Alberto Fernández intenta mantener un eje con el mexicano, para jugar un rol como él en el conflicto regional entre Estados Unidos y los gobiernos de izquierda. La elección presidencial chilena del 21 de noviembre puede determinar un gobierno de centroizquierda que tome este camino, pero también puede haber sorpresas. Lula en Brasil está asumiendo esta línea en su precampaña electoral. Ha exhortado a la izquierda regional a no abandonar la vía democrática. Un eventual triunfo de Gustavo Petro en la elección presidencial colombiana, probablemente lo pondrá en esta línea. 

En cuanto a las potencias globales, se articulan con las líneas regionales en términos relativos. La de centroderecha claramente juega a la alianza con Washington. El arquetipo es Colombia, único “socio global” de la OTAN en América Latina. El Brasil de Bolsonaro se encuentra en proceso de adquirir este estatus estratégico. Paraguay y Uruguay se inclinan por Washington, pero sin asumir compromisos militares. Los tres países que pueden ser definidos como regímenes de izquierda (Cuba, Venezuela y Nicaragua), tienen el respaldo explícito de China en términos económicos y de Rusia desde el punto de vista político y estratégico. Para Estados Unidos, limitar la presencia china en la región es un objetivo importante. La realidad es que la potencia asiática se ha convertido en el primer socio comercial de países como Brasil, Argentina, Perú, Bolivia y Chile. Esta situación se traslada a las inversiones en infraestructura y la explotación de recursos naturales. Hasta acá, la relación con China no es un conflicto con Estados Unidos, mientras se mantenga en el terreno del comercio e inversión en infraestructura. Pero para Washington, las inversiones de la potencia asiática en temas nucleares y satelitales, geopolíticos y militares y la tecnología del G5, sí son motivo de conflicto. 

En conclusión: la línea de centroderecha en la región, que predominó en la segunda mitad de la década pasada, se encuentra en retroceso, al ser derrotada en Argentina, México, Perú, Bolivia y la constituyente chilena; como contrapartida, la de izquierda ha ganado posiciones y probablemente lo seguirá haciendo con Cuba, Venezuela y Nicaragua, resistiendo las presiones de EEUU y aumentando su influencia regional; una línea de centroizquierda articulada con un eje México-Buenos Aires, aspira a crecer en las elecciones presidenciales de Brasil y Colombia y busca la equidistancia frente a las potencias globales; por último, la línea de centroderecha se articula con Washington y la de izquierda con Rusia y China, esta última se ha convertido en un socio regional decisivo en términos comerciales, pero todavía no en lo estratégico.

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