Por Rosendo Fraga.
La problemática del medio ambiente recién es asumida por el mundo cuando sus daños ya están presentes. Los gobiernos de las grandes potencias siguen sin reaccionar en generar el poder coercitivo necesario para que los demás países adopten las medidas necesarias para contener los efectos del cambio climático. Los expertos de Naciones Unidas, en los primeros días de agosto, presentaron un informe planteando la crítica situación, y los efectos de corto y largo plazo que tendrá el cambio climático. En realidad es la reiteración de documentos presentados periódicamente en el último cuarto de siglo. En el debate internacional sigue predominando una visión muy cínica: la que los países desarrollados están siendo víctimas del deterioro de la calidad del medio ambiente que se genera en el mundo en desarrollo. Esta interpretación obvia la historia, que muestra que durante siglos, los países dominantes realizaron una extracción descontrolada de recursos naturales en el mundo que dominaban con los sistemas imperiales. En la actualidad, no se destaca un dato central, que el consumo per cápita de energía es mayor en el mundo desarrollado que en el emergente y el subdesarrollado. Si los grandes países no modifican sus comportamientos de consumo, no habrá política eficaz de contención de la destrucción del medio ambiente.
No cabe duda que el aumento de la temperatura es la manifestación de la desatención de la problemática del medio ambiente, que desencadena desastres naturales. El cambio de régimen de lluvias tiene el doble efecto: por un lado sequías e incendios, y por el otro, inundaciones. También genera dificultades en la provisión de energía hidroeléctrica, la que es considerada limpia. Los efectos son múltiples: lagos que se van quedando sin agua en Estados Unidos y represas que ven caer su capacidad de producción hidroeléctrica. Otro efecto es el descongelamiento que se da en los dos polos. Esto genera la suba del nivel del mar, que produce inundaciones que se irán incrementando en los próximos años, con múltiples perjuicios para las ciudades y zonas costeras. El calentamiento produce el deshielo, que se ha hecho manifiesto en el Polo Norte. Esto produce el riesgo de desaparición de especies animales, pero también está reabriendo una nueva ruta de navegación que facilitaría el comercio mundial. La medición del clima se registra sistemáticamente a partir de mediados del siglo XIX. Anterior a ello, sólo se han podido reconstruir momentos a través de los testimonios incidentales. Pero el Ártico da muestras de ciclos de calentamiento periódicos. Alrededor del siglo VI hay testimonios de que se podía atravesar en tránsito terrestre entre Europa y América por el extremo norte, es decir, había una temperatura superior a la que incluso hay hoy. En la Antártida, la masa de hielo disminuye, pero se encuentran grandes reservas del mismo todavía. Cabe recordar que mientras el Ártico es una masa de hielo flotante, la Antártida es un continente que llega hasta las profundidades del océano y contiene importantes recursos naturales.
Entre julio y agosto se ha evidenciado un despliegue global de las consecuencias de la desprotección del medio ambiente. La costa oeste de los Estados Unidos, desde California hasta Canadá, enfrenta graves incendios que penetran en este último país, que amenazan el suministro de agua y la producción de alimentos. El Mediterráneo Oriental también lo muestra, sobre todo en Grecia y Turquía, que algunas estimaciones dicen que no tienen precedentes. Italia se ve afectada por el norte y el sur: en el norte por las lluvias y en Sicilia por los incendios. Alemania ha sufrido grandes inundaciones que han afectado ciudades y producido decenas de muertos. China muestra también inundaciones sin precedentes en diversas regiones del país. En India tienen lugar grandes lluvias monzónicas que han producido centenares de muertos. Los grandes incendios en Siberia han llevado olas de calor hasta Groenlandia, gran reservorio de hielo. Se despliegan así en el hemisferio norte catástrofes que se manifiestan en incendios y lluvias. En cambio, el mundo en desarrollo muestra en este momento una situación menos afectada por este tipo de fenómenos. En América Latina, donde el mundo desarrollado ubica en la deforestación del Amazonas una causa central del cambio de régimen de lluvias, no hay catástrofes naturales importantes en estos días. África tampoco las tiene en este momento, al igual que el sudeste asiático. Es decir, el hemisferio sur presenta hoy menores daños por la alteración del medio ambiente que el norte, pero esto puede cambiar. Uno de los factores que puede provocar ello es el cambio de las corrientes marinas, que pueden generar alteraciones. Los cambios tectónicos, a su vez, tienen la capacidad de generar “tsunamis”, como sucedió años atrás en Indonesia. Pero en regiones como América Central y del Sur, se pronostica como “muy probable” que las olas de calor marinas crecerán a un ritmo mayor que el promedio mundial, lo mismo que el nivel del mar, lo que provocará aumento de inundaciones costeras en las zonas bajas y el retroceso de las playas.
La situación planteada por los daños que provoca la alteración del medio ambiente, no está siendo utilizada por los gobiernos para una acción mancomunada. Por el contrario, se confirma el bajo nivel de operatividad en que se encuentran organizaciones internacionales, como las Naciones Unidas. Los acuerdos que se firman, como el de París, o el que pueda surgir de la Cumbre de Glasgow que tendrá lugar hacia fin de año, muestran la carencia de sistemas coercitivos para hacerlos cumplir. Es decir, cada país enfrenta el problema con decisiones propias. El primer paso para corregir la situación sería que un nucleamiento de países como el G20, diera un paso en este sentido. Pero la próxima Cumbre, que este año organiza Italia, lo discutirá, pero seguramente no irá más allá de lo declarativo, fijando metas y plazos. Se trata de un problema que requeriría en principio un acuerdo entre Estados Unidos y China. El medio ambiente presenta así la oportunidad de una situación de convergencia que inicia un camino que contenga su pugna por la hegemonía global. La mirada de largo plazo plantea escenarios menos catastrofistas. El más inmediato, que podría darse en las próximas dos décadas, es el de un cambio drástico en la matriz energética, pasando del uso de los combustibles fósiles a la energía nuclear, eléctrica e hidroeléctrica. Para mediados del siglo XXI, la población comenzaría a decrecer, por tendencias demográficas estructurales. Ello plantea la posibilidad de una reducción del consumo de energía. Por último, hay quienes ven en la ocupación del Espacio por el hombre, la posibilidad de “colonizar” planetas y satélites, con su consecuente explotación económica. Esto daría a la Humanidad nuevos campos de expansión que disminuirían también el consumo de recursos naturales que tiene el Planeta Tierra.
En conclusión: la preocupación mundial por el medio ambiente se hace presente para los gobiernos y la opinión pública, cuando los daños que produce su deterioro se hacen presentes, como ha pasado en las últimas semanas; hoy no cabe duda que el calentamiento global es la principal causa del deterioro del medio ambiente, y que éste es consecuencia fundamentalmente de la acción humana; en julio y agosto se han producido simultáneamente en países de América del Norte, Europa y Asia, ubicados en el hemisferio norte, grandes catástrofes, algunas sin precedentes; por último, frente a esta situación, los organismos internacionales como la UN muestran su impotencia y los países falta de voluntad de acción mancomunada.