Liberalismo económico y nacionalismo político

Por Rosendo Fraga.

La derecha antipolítica occidental, de la cual Milei es una manifestación local, se caracteriza por una combinación de liberalismo económico y nacionalismo político, y el acto del 2 de abril lo ha subrayado. Reiteradamente, durante el año y medio de su campaña electoral nacional, Milei se presentó como la versión argentina de Donald Trump y Jair Bolsonaro. El posible próximo presidente de Estados Unidos enfrenta su segunda campaña electoral ratificando la convergencia que representa entre liberalismo económico y nacionalismo político. Cabe señalar que hoy la globalización está en retroceso aun en el mundo desarrollado y la economía liberal se identifica menos con el libre comercio que con la reducción del Estado. En el caso de Trump, entre sus propuestas plantea la de reducir impuestos, que es más relevante hoy en las filas liberales que la baja de aranceles. Eso hace que el liberalismo extremo estadounidense, representado por el Tea Party, mantenga un claro apoyo a la candidatura del ex presidente republicano. Además, en su viaje a la Antártida -el primero que realizó Milei tras asumir-, llevó a jovenes libertarios, quienes pusieron en territorio antártico una bandera del Tea Party de color amarillo y con letras negras. A su vez, Trump mantiene su consigna de “America First” que es de tinte proteccionista y exalta para ello el nacionalismo nortamericano tanto en lo interno como en lo externo. Cabe recordar que el lema del trumpismo es “Make America great again”, que el mismo Trump ha modificado para nuestro país, cambiando América por Argentina, y dejando la misma sigla (MAGA). En la Conferencia de Acción Política Conservadora, a la cual asistió el presidente argentino y donde se abrazó con el candidato republicano, el lema fue: “Aquí termina el globalismo”. Se trata de un mensaje por demás elocuente que no pareció disgustar a Milei.

Esta convergencia de liberalismo económico y nacionalismo político se refuerza con valores religiosos y culturales conservadores, como se ve en la posición tanto de Trump como de Milei en temas como el rechazo al aborto. Quizás en la interpretación del liberalismo económico argentino haya una fuerte discrepancia entre Trump y Milei. Pero no la hay si se observa al presidente argentino como manifestación local de un fenómeno global, que se ha desarrollado en el último lustro con intensidad en Estados Unidos y Brasil. En Jair Bolsonaro, quien tendrá buenos resultados en la elección de medio mandato de octubre en Brasil y ha empezado a impulsar a su esposa Michelle como eventual candidata presidencial para 2026 si él no pudiera presentarse, la combinación de liberalismo económico y nacionalismo es una característica fundamental. Su gobierno tuvo el apoyo y la simpatía de los mercados. Al mismo tiempo, sus militantes usan la camiseta de la selección de fútbol brasileña, que lleva los colores de la bandera nacional. Es una coincidencia muy clara con Trump. El apoyo evangélico es fundamental en la coalición electoral del ex presidente brasileño y ello implica la adhesión también a los valores culturales y religiosos conservadores.

La visión religiosa de la política está presente en Trump -aunque cínicamente-, que ha usado en repetidas oportunidades la Biblia como referencia. También lo está en Bolsonaro y en Milei, con su particular relación con la religión judía. El apoyo de los tres a la causa de Israel contra Hamas es coincidente. El candidato republicano -que en su presidencia dispuso trasladar la embajada estadounidense en Israel de Tel-Aviv a Jerusalén- en los últimos días ha criticado el “abandono” de Biden a la causa israelí contra Hamas. Lo mismo ha hecho Jair Bolsonaro, que cuando fue presidente y visitó Israel se sumergió en las aguas del Jordán: ahora ciento ocho de sus diputados han pedido el juicio político a Lula por su supuesto apoyo a la causa palestina. Milei hizo otro tanto: lloró orando frente al Muro de los Lamentos al visitar Israel y anunció el traslado de la embajada argentina en Tel-Aviv a Jerusalén. Durante su campaña electoral sostuvo que sus alianzas internacionales iban a ser Estados Unidos e Israel. 

El componente liberal de la coalición mileísta lo representa él mismo, con su idea libertaria de reducir el Estado al mínimo, pero no representa el valor del nacionalismo. Ese es el aporte fundamental que realiza su vicepresidente, Victoria Villarruel. Lo que Trump y Bolsonaro representan en una misma persona, en Argentina se articula con los dos miembros de la fórmula presidencial gobernante. Desde esta perspectiva, mantener la armonía entre ambos no sólo es una conveniencia para la gobernabilidad, sino también una composición ideológica fundamental para articular su coalición. El 48° aniversario del último golpe militar los mostró a ambos en una narrativa coincidente, al cuestionar la representada por las organizaciones de derechos humanos y la izquierda, responsabilizando exclusivamente a las Fuerzas Armadas por la violencia de los setentas, y asumiendo en cambio la versión de la “memoria completa” que ubica al accionar terrorista inicial como causa de la respuesta militar posterior. La causa Malvinas es cara al nacionalismo argentino y en cambio es débil en el liberalismo. Nuevamente el 2 de abril Villarruel representará una versión enfática de apoyo a ella. En ambos casos, el rol del extinto padre de la Vicepresidente, el teniente coronel Eduardo Villarruel, quien combatió contra las guerrillas y los ingleses en Malvinas, subraya el rol ideológico de la actual vicepresidente.

En conclusión: como ejemplo de los valores conservadores, Milei y Villarruel coincidieron en impulsar el reemplazo del salón que conmemora a las mujeres en la Casa de Gobierno por el de los próceres; también coinciden en la visión religiosa de la política: el presidente con su relación con el judaísmo y la vicepresidente en su adhesión al catolicismo, coincidiendo también en su posición contraria al aborto; Milei y Villarruel no sólo son una versión local del fenómeno global de la antipolítica, sino también la combinación de liberalismo económico y nacionalismo político que la caracteriza; por último, es así como las diferencias entre ambos enriquecen al oficialismo, pero su profundización es una clara complicación para la gobernabilidad.

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