La Conferencia de Seguridad de Múnich 2024

Por Rosendo Fraga.

Esta reunión se realiza en dicha ciudad alemana en forma anual desde 1963. Es la más grande de su tipo que tenga lugar en el continente europeo, habiendo ampliado sus invitados al resto del mundo en los últimos años.

En su edición de febrero de 2024 la base de discusión fue un documento titulado “Perder-perder”, que sintetiza una situación mundial en la cual se está haciendo difícil articular respuestas comunes, lo que podría llevar a que todos los actores tengan resultados negativos.

Comparaba esta situación con la posguerra y en particular con el periodo que se abrió con la caída del Muro, en el cual se había producido un efecto general beneficioso con una marcada reducción de la pobreza y una ampliación de la democracia.

El documento base sobre el que se trabajó señala que ahora, por el contrario, el pesimismo ha desplazado al optimismo, en medio de una creciente rivalidad geopolítica y una desaceleración económica global. En actores claves de la comunidad trasatlántica y en poderosas autocracias en el llamado “Sur Global” ha crecido la insatisfacción al percibirse cómo “una distribución desigual de los beneficios absolutos del orden internacional”.

Desde la perspectiva de muchos Estados en desarrollo, el orden internacional no ha satisfecho la aspiración de que el crecimiento se distribuya entre todos. De acuerdo al documento final, “China, quizás el mayor beneficiario del orden económico liberal, y otros rivales autocráticos sienten que Estados Unidos está restringiendo sus aspiraciones legítimas y está presionando enérgicamente para obtener mayores beneficios”.

Para la Conferencia de Múnich, en lugar de reformar el orden internacional abierto y basado en reglas para que cumpla mejor con los beneficios mutuos comprometidos, la comunidad internacional está avanzando actualmente en la dirección opuesta: “Los socios transatlánticos y los Estados con ideas afines se enfrentan por tanto a un difícil acto de equilibrio. Deben invertir en defensa y disuasión, y al mismo tiempo restringir selectivamente la búsqueda de beneficios mutuos a estados con ideas afines”.

Sin embargo, esto no debe dar como resultado un círculo vicioso en el que los temores de ventajas desiguales generen cada vez más problemas y la cooperación de suma positiva se limite a cada vez menos Estados. El documento establece como prioridad que las consignas de rumbo no deben socavar la estabilidad transatlántica.

Plantea la necesidad de “esfuerzos para construir asociaciones más sólidas con países del Sur Global y reformar conjuntamente el orden existente para que funcione en beneficio de un electorado global mucho más amplio”. Pero reconoce que no será fácil lograrlo en un año en el que tienen lugar procesos electorales decisivos en Rusia, la Unión Europea, la India, Estados Unidos, Gran Bretaña, etc.

Agrega a su vez que existe un riesgo real de que “cada vez más países acaben en una situación en la que todos pierden, en la que ya no se trata de quién gana más, sino de quién pierde menos”.

El documento analiza los cuatro riesgos regionales más importantes, definiendo su prioridad en número de orden: 

  1. Europa del Este (“Sombras de zona gris”). En esta región las ambiciones expansionistas de Moscú han derivado en una guerra y han socavado todas las visiones de un orden de seguridad cooperativo para el futuro previsible. Ucrania corre el riesgo de perder su propia supervivencia como país independiente.
  2. El Indopacífico (“Apuntalando las defensas”): la creciente militarización de su periferia marítima por parte de China está generando temores de que Beijing esté tratando de convertir el Este de Asia en un área exclusiva de su influencia. Por esta razón, varios países están buscando vínculos de seguridad más estrechos con Estados Unidos.
  3. Medio Oriente (“La discordia de Abraham”): los ataques terroristas de Hamas han causado un fuertísimo impacto en Israel. Su respuesta sumió a Gaza en la desesperación, que se ha puesto de manifiesto con el aumento vertiginoso de las víctimas civiles, la destrucción de infraestructura y la emergencia humanitaria.
  4. El Sahel (“Asociaciones abandonadas”): una serie de golpes de estado han agravado la dinámica de “Perder-perder” en Burkina Faso, Mali y Níger. Europa y Estados Unidos han perdido socios para promover el desarrollo, la democracia y la buena gobernanza para luchar contra el terrorismo y gestional la inmigración.

Es una visión predominantemente europea. En el caso de Estados Unidos, la primera amenaza sería el Indopacífico y Europa del Este la segunda, mientras que el Sahel no sería una amenaza a considerar.

El trabajo también analiza después tres variables a nivel global: 

  1. La economía (“Compensación”): las tensiones geopolíticas están transformando la globalización. Los Estados en todo el mundo buscan cada vez más la seguridad económica contra la coerción, en lugar de maximizar los beneficios mutuos. Los flujos de capital y comercio están comenzando a fragmentarse según líneas geopolíticas.
  2. El clima (“Atmósfera caldeada”): debería ser un área de suma positiva porque es una amenaza global. Aunque los objetivos climáticos están cada vez más alineados, las tecnologías verdes y los objetivos podrían verse frustrados por las tensiones entre China y Estados Unidos, y los desacuerdos transatlánticos sobre reglas comerciales, subsidios y una financiación climática excesiva.
  3. La tecnología (“Desconectando el nudo gordiano”): durante mucho tiempo fue un motor de prosperidad global, pero está siendo cada vez más instrumentalizada por potencias rivales. China, Estados Unidos y otros quieren dominar tecnologías estratégicas como los semiconductores y la inteligencia artificial. Al hacerlo, aceptan que fragmentarán el sector tecnológico e incurrirán en pérdidas incidentales de bienestar.

Para el documento, en lugar de reformar el orden internacional abierto y basado en reglas para que se cumpla mejor con los beneficios mutuos prometidos, la comunidad internacional está avanzando en la dirección opuesta: “Los socios transatlánticos y los estados con ideas afines se enfrentan por tanto a un difícil acto de equilibrio”.

La Conferencia elabora lo que denomina Índice de Seguridad de Múnich. Esta encuesta se realiza entre octubre y noviembre en doce países: los del G7 y los del grupo BRICS. Los resultados fueron presentados por primera vez en 2021 y en las tres conferencias siguientes. Cabe señalar que en las últimas dos no fue posible encuestar en Rusia y que en la encuesta de 2024 se incluyó a Ucrania.

Para este trabajo de investigación se toman mil casos en cada uno de estos países. Se indaga sobre treinta y dos riesgos que se consideran importantes a lo largo del tiempo: clima extremo, incendios forestales, destrucción de habitats naturales, Rusia, ciberataques a los países, el cambio climático en general, crisis económica o financiera en el país, campañas de desinformación de los enemigos, migración masiva como resultado de guerras o cambio climático, terrorismo islámico radical, Irán, usos de armas nucleares, inteligencia artificial, polarización política, etc. La encuesta busca respuestas sobre si la gente piensa que el mundo se está convirtiendo en un lugar más riesgoso, si existe un consenso global sobre algunos de los graves riesgos que enfrenta la humanidad hoy, o qué tan preparadas se sienten las sociedades para enfrentar estas amenazas. 

Desde la primera conferencia (2021), en las dos siguientes la percepción sobre riesgos en general aumentó significativamente con la invasión rusa a Ucrania. Pero en 2024 disminuyó de manera importante, pero igualmente se mantiene por encima de 2021. Casi todos los indicadores relacionados con la guerra de Rusia contra Ucrania han disminuido, incluso el uso de armas nucleares por parte de un agresor y la restricción en el suministro de energía. Si bien en la Conferencia de 2023 Rusia era el principal riesgo para cinco países del G7, en la de este año lo sigue siendo sólo para dos: el Reino Unido y Japón. Los alemanes ahora ven a Rusia sólo como la séptima mayor amenaza y los italianos como la duodécima. 

En otra área, los ciudadanos de nueve de los doce países encuestados dicen tener menos ansiedad económica que el año anterior, siendo la excepción nada más que Brasil, Japón y Sudáfrica. También ha bajado sensiblemente el riesgo a que se produzca una nueva pandemia como fue la de Covid-19.

Por el contrario, ha aumentado la preocupación por la amenaza que significa la migración masiva a consecuencia de guerras o el cambio climático, y el terrirotismo islámico radical (en la última encuesta ya se había iniciado el conflicto de Gaza), sobre todo en los países de Europa y América del Norte. También aumentó la percepción de Irán como una amenaza, sobre todo en los países del G7.

Los ataques cibernéticos son ahora la principal preocupación tanto en China como Estados Unidos. Las amenazas ambientales son un riesgo común a todos los países, aunque con diferente intensidad. En todos, con la sola excepción de Estados Unidos, al menos una de las tres amenazas ambientales cubiertas por el índice figura entre las tres primeras. 

Bielorrusia, China, Irán y Rusia son considerados los países más amenazadores. Respecto a este último país, China, India y Sudáfrica siguen considerándolo más como un aliado que una amenaza, mientras que Brasil está indeciso. Cinco de los integrantes del G7 tienen una visión de China más favorable que el año pasado, siendo las excepciones Canadá y Japón. Pero China considera que todos los países excepto Rusia y Bielorrusia, son más amenazantes que el año pasado. Además es el único país que ve a Estados Unidos como una amenaza. Ucrania sigue siendo considerado un aliado por los países del G7, aunque en menor medida que el año anterior. 

Cabe señalar que en el índice de 2021 Rusia era la decimoquinta amenaza y pasó a ser la principal en 2022, pero ha caído al cuarto lugar en 2023. El riesgo de agresión nuclear sigue el mismo patrón.

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