Escalada en la guerra entre Rusia y Ucrania

Por Rosendo Fraga.

Como era previsible, la proximidad del invierno ha frenado las operaciones militares en el terreno entre Ucrania y Rusia. La estación invernal comienza el 21 de diciembre y se prolonga hasta el 21 de marzo. Ambas partes aprovechan para atrincherarse para enfrentar la severidad del invierno, reorganizar las tropas y cubrir bajas y falencias. Pero ello no implica un cese de hostilidades, sino que estas se desarrollan en otros ámbitos. Es claro que Rusia, tras la pérdida de Kherson, ha respondido con intensos bombardeos misilísticos para destruir el sistema eléctrico ucraniano, lo que está haciendo más duras las condiciones de vida de la población frente al frío. Pero en el caso de Ucrania, ha comenzado a responder con bombardeos de misiles sobre instalaciones militares de Rusia dentro de sus fronteras. A su vez, Moscú traslada fuerzas a Bielorrusia, donde el dictador Alexandr Lukashenko mantiene su lealtad a Putin. Esto plantea la posibilidad de que las operaciones terrestres se amplíen con la participación de dicho país. Las alternativas de negociación que se barajaron durante la última semana no han tenido éxito y se impone así un escenario de guerra prolongada (a la cual el gobierno ruso sigue llamando “operación militar especial”). El giro de la guerra terrestre a la misilística mostró que la estimación de los servicios de inteligencia occidentales, de que Rusia estaba perdiendo sus arsenales en este sistema de armas, no era correcta. Por su parte, Ucrania ha tomado la decisión de reactivar su industria militar -cabe recordar que en la época soviética, además de tener la mayor concentración de misiles, fabricaba los aviones de transporte más grandes del mundo-, al percibir que los arsenales de la OTAN tienen cada vez más dificultades para resolver los pedidos urgentes.

Pero el conflicto también se ha extendido al área energética, con la decisión de la Unión Europea de limitar a 60 dólares el precio del petróleo que exporta Rusia. Pese a la importancia de la medida, ha sido una decepción para el gobierno ucraniano, que exigía que el precio fuese a lo sumo de 30 dólares para que sea económicamente inviable para Rusia venderlo a este valor. Acompañan la decisión de los 27 países de la Unión Europea los integrantes del G7, lo que implica que se suman a la decisión Estados Unidos, Japón, el Reino Unido y Canadá, y se agrega también Australia. Se trata de una decisión estratégica de la cual forman parte los países de la OTAN y sus aliados en Asia y Oceanía. Todos ellos, además, han decidido no prestar servicios (barcos de transporte, puertos, seguros, etc.) al petróleo que se dirija a países que compren por más de 60 dólares. Se trata así de una sanción económica trascendente, que intenta limitar la capacidad económica de Rusia de financiar su esfuerzo bélico. Por su parte, la OPEP y el grupo denominado OPEP Plus (integrado por nueve países exportadores de petróleo que no son miembros plenos de la organización), frente a la decisión de la UE y sus aliados ratificó la reducción de la producción de petróleo decidida en octubre, en una actitud que puede favorecer a Rusia. Cabe señalar que China e India son hoy los principales compradores del petróleo ruso y no se suman a esta sanción.

Hacia futuro, la previsión del conflicto parte de calcular qué harán los dos líderes político-militares del mismo: Putin y Zelensky. El primero es simple: podrá ganar o perder la guerra, pero siempre redoblará la apuesta, como ha hecho ahora con el bombardeo misilístico a la infraestructura eléctrica ucraniana. Al mismo tiempo, nunca abandona la posibilidad de recurrir a las armas tácticas nucleares (el canciller Sergei Lavrov volvió a ratificarlo hacia fines de noviembre). Para los servicios de inteligencia occidentales, es vital conocer cuándo el líder ruso podría llegar a tomar esta decisión. La doctrina según la cual la tomará “cuando entre en riesgo la existencia del Estado ruso” puede leerse como “cuando pueda perder la guerra”. A su vez, Zelensky tiene como parámetro central el apoyo de la opinión pública ucraniana. Mientras la guerra siga siendo popular -como ha sido hasta ahora-, continuará impulsando el esfuerzo bélico. Es por eso que sus decisiones militares han pasado por ahora a adoptarse en función de una guerra prolongada. La posición de la OTAN es que el Presidente ucraniano es quién decidirá cómo y cuándo negociar con Putin si finalmente lo hace. Pero el incidente con el misil ruso que cayó en Polonia y que habría sido lanzado por los ucranianos, muestra que la alianza occidental quiere evitar una escalada militar no necesaria y peligrosa, más allá de la voluntad de Zelensky. A su vez, éste da señales de la decisión de mantener la guerra aunque flaquee el apoyo de la OTAN. En este contexto, no parece existir margen para una negociación exitosa en el corto plazo. 

Pero los mencionados ataques misilísticos por parte de Ucrania confirman el riesgo de escalada en el conflicto. Primero, Rusia fue derrotada al perder la ciudad de Kherson. Este país responde con masivos ataques misilísticos contra la red eléctrica ucraniana. A su vez, al comenzar noviembre, Ucrania da como respuesta ataques misilísticos a instalaciones militares en territorio ruso, más allá de la frontera. En paralelo, en noviembre tuvieron lugar los disparos de misiles rusos sobre Polonia, que finalmente la OTAN consideró que habían sido disparados del territorio ucraniano por error. El caso de Polonia mostró a la alianza atlántica manteniendo prudencia frente a las primeras informaciones, e imponiendo luego su tesis del accidente. Evitó así que el territorio de la OTAN se vea involucrado en la guerra entre Rusia y Ucrania, lo que hubiera llevado a los treinta países que la integran a una situación de guerra abierta con Rusia. Hasta dónde la OTAN ha utilizado o apoyado la ofensiva ucraniana sobre territorio ruso es algo que todavía no está claro. Pero Putin responderá y esto genera riesgo de descontrol sobre las operaciones y de escalada a otros planos o niveles del uso de sistemas de armas, sin descartarse el caso extremo de usar armamento nuclear. En los primeros días de noviembre, Corea del Sur hizo llegar a Ucrania su primer envío de armamento, mostrando así la extensión del conflicto fuera de las fronteras de Europa, en momentos que dicho país asiático se siente amenazado por los lanzamientos misilísticos de Corea del Norte y Japón teme por el emplazamiento de nuevos misiles en las islas Kuriles, que están en posesión de Rusia, pero que el gobierno japonés reclama desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.

En conclusión: como era previsible, la proximidad del invierno ha frenado las operaciones terrestres en la guerra de Ucrania; pero éstas se desarrollan en otros ámbitos, como es la guerra misilística de Rusia atacando el sistema eléctrico de Ucrania y ésta haciendo lo mismo con instalaciones militares dentro del territorio ruso; hacia el futuro, la clave es prever la conducta de los dos líderes en esta guerra, Putin y Zelensky: el primero siempre redoblará la apuesta y el segundo dependerá del apoyo de su opinión pública; por último, la guerra ha entrado en su décimo mes, sumando a su prolongación el riesgo de escalada en cuanto al uso de sistemas de armas que pueden generar mayores daños.

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