Por Rosendo Fraga.
Desde una perspectiva global, en Brasil ha sido derrotada la que puede ser denominada “derecha conservadora”. Se trata de una fuerza política heterogénea y con manifestaciones diversas, pero que, más allá de sus diferencias, ha crecido como una suerte de “populismo nacionalista”. Si al triunfo de Georgia Meloni en Italia el 25 de septiembre se hubiese sumado el de Bolsonaro en Brasil, entonces esto habría fortalecido a esta fuerza en el ámbito global. La elección que tendrá lugar en Israel el 1° de noviembre, en la cual Netanyahu pretende volver al poder, y la elección de medio mandato estadounidense que se realiza el 8 de noviembre y en la cual Donald Trump pretende reforzar su pretensión de ser el candidato presidencial republicano en 2024, también se juegan sobre el eje que tiene en esta derecha populista o conservadora a su faz más dinámica. El ex asesor de Trump, Steven Bannon, ha dicho que Bolsonaro debe revisar las urnas electrónicas una por una y si ese proceso dura seis meses, seguir en el poder hasta entonces. Respecto a Lula, tanto el Presidente de los Estados Unidos como la Unión Europea lo han felicitado por el triunfo. Es que en los gobiernos de Occidente, se ve a Bolsonaro como aliado de la derecha populista.
En el ámbito regional, el triunfo de Lula consolida el giro hacia el progresismo en América Latina. El retorno al poder del partido de Evo Morales en Bolivia y el triunfo de Pedro Castillo en Perú en 2021, seguidos por el de Gabriel Boric en Chile y Gustavo Petro en Colombia este año, constituyen un fenómeno político que el triunfo de Lula completa y corona. Pero que Bolsonaro alcance el 49% de los votos ratifica que la oposición al “progresismo” latinoamericano la representa ya no el centroderecha, sino una derecha populista, de la cual Bolsonaro es el referente más importante. En Perú, la segunda fuerza que perdió en el ballotage por menos de un punto, estuvo encabezada por Keiko Fujimori, ubicada también en el populismo de derecha. En Bolivia la oposición la encabeza Luis Fernando Camacho, gobernador de Santa Cruz de la Sierra, que jugó un papel en la caída de Evo Morales a fines de 2019, tiene apoyo de los evangélicos y hoy encabeza protestas violentas contra el gobierno de Luis Arce. Respecto a Chile, José Antonio Kast, que se ubica claramente a la derecha del ex Presidente Sebastián Piñera, perdió la segunda vuelta con el 45% de los votos. En cuanto a Colombia, perdió la segunda vuelta Rodolfo Hernández, que tuvo el 47% de los votos y se ha caracterizado por un discurso de tipo populismo de derecha que en alguna medida es más duro que el de Álvaro Uribe. En la Argentina, esta línea la representa Javier Milei, un “outsider” que propone políticas económicas ultraliberales.
Para Brasil, el escenario no será fácil: Bolsonaro es mucho más que un cambio político, es un fenómeno disruptivo en la cultura política del país. No sólo ha obtenido casi la mitad de los votos -Lula se impuso por la menor diferencia hasta ahora en este país-, sino que ha avanzado en el Congreso y los estados. Tiene un liderazgo sin discusión en su espacio político. El de Lula, en cambio, es más amplio y complejo y necesita del consenso. Bolsonaro ha dilatado reconocer el triunfo del líder del PT. Los dirigentes que lo acompañan han ido reconociendo la victoria de la oposición. Pero sus militantes lo resisten. Es así como en veinte estados del país, dos días después del resultado, camioneros bolsonaristas cortaron rutas cuestionando el resultado electoral. Pareciera que el Presidente quiere esperar el resultado del conteo electoral paralelo que realizan las Fuerzas Armadas, antes de reconocer su derrota. A su vez, en el sector militar, en los mandos predomina la posición de reconocer el triunfo de Lula si no se advierten irregularidades, las que son improbables. Pero en los mandos medios y la tropa, tanto de las Fuerzas Armadas como de las policías, predomina una actitud militante a favor del Presidente derrotado. El Vicepresidente, que termina su mandato con Bolsonaro, el General Hamilton Mourao, reconoció el triunfo de Lula, pero no lo ha hecho el General Walter Souza Braga Netto, el candidato derrotado con Bolsonaro.
Respecto a la Argentina, el triunfo de Lula favorece al Frente de Todos, que se muestra como la expresión en el país de la misma corriente política que ha ganado en Bolivia, Perú, Chile, Colombia y ahora Brasil. La victoria del líder del PT, tras superar la decisión judicial que le impedía ser candidato cuatro años y medio atrás, es un argumento que esgrimirá la Vicepresidenta frente a su proceso judicial. Para la oposición, el tema es más complejo. El único aspirante a la Presidencia que ha apoyado públicamente a Bolsonaro es Javier Milei. En Juntos por el Cambio no ha habido expresión alguna por el candidato que en Brasil representa al populismo de derecha. En la reunión que mantuvo en Buenos Aires Eduardo Bolsonaro -el hijo del Presidente brasileño-, sólo participó un dirigente próximo a Mauricio Macri, Miguel Ángel Pichetto, y Joaquín de la Torre, cercano a Patricia Bullrich. El punto es qué porcentaje del electorado opositor se siente representado por ideas próximas a las que representa Bolsonaro.
En conclusión: desde una perspectiva global, la derrota de Bolsonaro ha sido un retroceso de la derecha populista, que crece tanto en Europa como en Estados Unidos, pero el alto porcentaje obtenido es relevante; en el ámbito regional, se confirma el giro al progresismo que se viene dando en las elecciones presidenciales desde los primeros meses de 2021, pero al mismo tiempo muestra que su oposición es la derecha populista; para Brasil queda una situación política compleja, con un líder opositor que tiene mayor influencia en el Congreso que el Presidente electo y un poder territorial importante, dominando San Pablo y Río de Janeiro; por último, en el caso de Argentina, que elige Presidente en octubre de 2023, el triunfo de Lula ha dividido a la oposición de centroderecha, donde son más los que apoyan al candidato ganador.