Por Rosendo Fraga.
Los dos primeros días de gestión oficial de Sergio Massa al frente de la cartera económica confirmaron que no se trata de un “superministro”, sino que ocupa un Ministerio de Economía ampliado. La controversia que emergió con su propuesta de número dos para el área, Gabriel Rubinstein, fue la evidencia política más clara. Por razones puramente políticas retrocedió con la designación, la que se mantiene incierta. La causa fueron los tuits del economista contra el kirchnerismo. Es un cargo vital para Massa, quien necesita imperiosamente un macroeconomista que lo secunde, dada su falta de antecedentes en materia económica. La controversia respecto al área energética pareció resolverse a favor de Massa, pero eso no es tan así. La nueva Secretaria de Energía, Flavia Royón, fue ministra de Minería de Salta, cuyo gobernador, Gustavo Sáenz, fue candidato a vicepresidente con Massa en 2015. Pero el área de hidrocarburos queda a cargo de un funcionario kirchnerista, Federico Bernal. Las presiones del nuevo ministro para hacerse con el control del Banco Central fracasan y se transforman en designaciones de algunos funcionarios. Massa es un político, pero el viernes 5 puso de manifiesto sus limitaciones en este campo en materia de gestión, cuando enfrentó un pequeño “escrache” durante la inauguración de un corto tramo de ferrocarril y se produjo el incidente que sacó de la pantalla del Canal América a Viviana Canosa. La caída de reservas, que no ha cesado desde el anuncio de que Massa fue elegido para ministro de Economía, es un desafío para su credibilidad. Quizás el punto sea ahora si los mercados han asumido que no es un “superministro”.
Pero el rol de la Vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner será decisivo para el éxito o fracaso del nuevo ministro. No es que tendrá éxito si ella lo apoya, pero sí es claro que no lo tendrá si ella lo cuestiona. Como sucedió con Silvina Batakis, la Vicepresidenta estuvo ausente en la asunción de Massa. Un mes atrás, Cristina Kirchner eludió cualquier respaldo explícito a la nueva gestión económica. Lo mismo hizo en ambas circunstancias su vocero político más fidedigno, Máximo Kirchner. En medios políticos se afirma que la Vicepresidenta ha dado un plazo de 100 días a Massa para revisar la gestión, a la que habría puesto dos condiciones: que no se devalúe ni se afecte a los sectores de menores ingresos con la reducción de subsidios a las tarifas. Este plazo adquiere verosimilitud en el marco de la estrategia político-electoral de Cristina Kirchner. Es que 100 días aproximadamente llevan al 10 de noviembre, una fecha clave para Cristina, porque el último domingo de octubre tiene lugar la segunda vuelta de la elección presidencial brasileña. Que Lula sea reelecto es un hecho clave en la estrategia de la Vicepresidenta. Se mostrará como la versión argentina de los giros al centroizquierda que han tenido lugar en las elecciones presidenciales de este año en Chile, Colombia y posiblemente Brasil. Además la prisión de Lula por una causa de corrupción que le impidió ser candidato en 2018, es una argumentación que Cristina usará para intentar politizar las causas judiciales de corrupción que la amenazan, como lo acaba de demostrar el alegato del fiscal Diego Luciani.
El apoyo de la coalición política denominada Frente de Todos es un tema complejo a resolver para Massa. Políticamente, él ha asumido una posición pro-norteamericana desde años atrás. Ello sería un dato a su favor para el frente externo de su gestión. Pero debilita su apoyo por parte del kirchnerismo. Al mismo tiempo que llega Massa, el nuevo embajador argentino en Venezuela, Oscar Laborde, cuestiona ante Maduro la política de Estados Unidos en la región, mientras que el embajador en China, Sabino Vaca Narvaja, se suma a Beijing denunciando como “provocación” la visita de Nancy Pelosi a Taiwán. En el frente interno la CGT, que inicialmente había apoyado la llegada de Massa, ahora ha tomado distancia y ratifica su marcha de protesta contra la inflación del próximo 17 de agosto (esta semana se conocerá la de julio, que mostrará un nuevo incremento). Los sindicatos peronistas, tanto los dialoguistas (Daer) como los duros (Moyano), rechazan cualquier límite a las negociaciones paritarias y exigen se paguen las deudas de las obras sociales sindicales. La movilización de los movimientos sociales oficialistas realizada con motivo de la conmemoración de San Cayetano, los mostró unidos y reclamando por “pan, paz, tierra, techo y trabajo”. Fue una peregrinación que, iniciada en Luján, se fue engrosando a medida que entró en la Ciudad de Buenos Aires, y llegó a la Plaza de Mayo. Participaron los movimientos sociales kirchneristas afines al Gobierno, como el Evita, y el Movimiento de Trabajadores Excluidos liderado por Juan Grabois. Este reclamo fue un “híbrido” de protesta social y manifestación religiosa.
En cuanto a la oposición, predomina la división pero al mismo tiempo la cautela frente a la nueva situación que crea la llegada de Sergio Massa. Tanto el sector del PRO de Horacio Rodríguez Larreta como el radicalismo que lidera Gerardo Morales, mantienen canales de comunicación abiertos con Massa. Ninguno de los dos lo cuestiona. El primero se muestra escéptico y el segundo considera que se trata de una oportunidad. En el otro extremo, Patricia Bullrich y Alfredo Cornejo descreen de sus posibilidades de éxito y ven sólo un intento de salvar el modelo kirchnerista. Macri -que sigue dando señales de avanzar hacia su candidatura- está en esta misma posición. Milei ha ganado nuevamente espacio con su discurso económico, que se va transformando en portavoz de los sectores que piensan que la salida económica es la “dolarización”. Lograr que el Congreso apruebe los proyectos de ley que requiere Massa será su prueba en el terreno político. En la Cámara de Diputados ha logrado dejar a Cecilia Moreau como su reemplazo en la Presidencia de la Cámara. Pero en ella, sin el acuerdo con la oposición no hay posibilidad de tener mayoría, y para el diálogo con Juntos por el Cambio, la elegida no parece la persona adecuada. En el Senado, el kirchnerismo analizará su actitud y probablemente definirá en cada caso si apoya o no los proyectos. El recurso que le queda a Massa en estas circunstancias será recurrir a los decretos de necesidad y urgencia (DNU) del Presidente Alberto Fernández. Éste se muestra debilitado, humillado por el tono de victoria política que el nuevo ministro de Economía dio a su asunción, y abstraído, como lo puso en evidencia el reciente viaje a Colombia para la asunción del Presidente Petro. Pero mantiene cierto instinto de sobrevivencia que muestra en actitudes como el rechazo a la remoción de Miguel Pesce, el Presidente del Banco Central.
En conclusión: los primeros pasos de Sergio Massa confirman que no es un “superministro”, sino sólo un ministro de Economía con “facultades ampliadas”; el apoyo de Cristina Kirchner será clave para su éxito; puede fracasar aun teniéndolo, pero sin él no tiene posibilidades; Massa encuentra resistencia a sus proyectos en el sindicalismo, los movimientos sociales, los gobernadores y el kirchnerismo, es decir, le será difícil gestar el apoyo político a su gestión; por último, la oposición se mantiene dividida y esto se pone de manifiesto en la actitud de sus integrantes respecto a la llegada de Massa al Poder Ejecutivo.