Por Rosendo Fraga.
El análisis que realizó en el Foro de Davos Henry Kissinger sobre la guerra de Ucrania, fue recibido con sorpresa en un ámbito en el cual las llamadas “élites globalizadas” tiene una fervorosa adhesión a Selensky. A sus 98 años, el ex Secretario de Estado estadounidense de los gobiernos republicanos de Nixon y Ford, se animó a decir lo “políticamente incorrecto”. Lo hizo como expresión de la teoría “realista” estadounidense en la visión e interpretación de la política internacional. Toma a la historia como una de las herramientas principales para entender lo que sucede en el mundo y su probable evolución. Frente a ella, la teoría “idealista” que ha predominado en las administraciones demócratas, enfatiza que los valores tienen prioridad sobre los intereses. Esto ha llevado a una situación paradojal. Los Estados Unidos en el siglo XX han entrado en guerra siempre con gobiernos demócratas: Primera Guerra Mundial, la Segunda, la decisión de emplear la bomba nuclear en Japón, la Guerra de Corea, Vietnam y la intervención en Kosovo. Esto parece tener un cambio en el siglo XXI, con las intervenciones en Irak y Afganistán de Bush hijo. Pero en este caso, la teoría “idealista” había pasado a influir en los asesores del Presidente republicano, que enfrentó las consecuencias del 11-S, con la idea de que podía exportarse la democracia al mundo musulmán como estrategia para combatir con éxito al terrorismo fundamentalista.
La primera afirmación de Kissinger que va contra la corriente es que Rusia es Europa y que es un error alejarla de ella para que se vuelque por el Asia. Esto es así desde que, a comienzos del siglo XVIII, el Zar Pedro I tomó la decisión de dar prioridad a su expansión hacia el oeste, desarrollando capacidad naval y el modelo educativo, cultural y militar europeo, y derrotando a Suecia, que era su adversario más importante en el oeste. Desde entonces, si bien Rusia es una potencia geográficamente euroasiática, el centro de gravedad de su expansión fue el oeste, con pocas excepciones, como fue la Guerra Ruso-Japonesa (1904-1906). Las guerras napoleónicas y las dos mundiales del siglo XX, mostraron a Rusia rechazando sus enemigos europeos (Francia primero y Alemania después) y jugando un rol relevante en la definición del conflicto. En la visión de Kissinger, esta situación no se ha alterado y sería un error aislar a Rusia de Europa, con lo que se volcaría hacia el Asia. Esto implica aceptar que para la visión geopolítica rusa, ex repúblicas soviéticas como Letonia, Estonia y Lituania (repúblicas bálticas) y Bielorrusia, Ucrania y Moldavia, son un área de interés estratégico que juega un rol relevante entre Rusia y la Europa Central y Occidental. Encontrar formas de convivencia en el continente europeo pasa a ser, en esta visión, la clave de la seguridad intra-occidental. Desde esta perspectiva, el objetivo de la OTAN es evitar la guerra, no hacerla. Por el contrario, la intención actual tanto de Washington como de Bruselas, es explícita en terminar con el poder de Rusia, quitándole su capacidad militar. Es el tipo de situación que la doctrina de seguridad rusa vigente considera un “riesgo para la existencia del estado ruso”.
Kissinger también sostuvo la necesidad de evitar empujar a Rusia a una alianza con China. El reciente viaje del Presidente Biden a Japón y Corea del Sur -dos aliados claves de Washington en el Indopacífico- ejemplificó con hechos concretos este riesgo. Aviones militares de Rusia y China patrullaron en forma conjunta en torno a Taiwán, en una clara respuesta al significado de la visita de Biden, quien avanzó más que la postura tradicional de su país, en cuanto al apoyo militar a Taiwán en caso de una agresión (la posición formal de Estados Unidos es reconocer que hay “una sola China”). Cuanto más avanzan las sanciones económicas de Washington y Bruselas contra Rusia, más se interrelaciona la economía de este país con las de China e India. Putin es un “paria”, pero sólo en Occidente, no en el resto del mundo. Cabe recordar que cuando visitó Beijing con motivo de las Olimpiadas -un mes y medio antes de la invasión-, los Jefes de Estado de China y Rusia coincidieron públicamente en “impedir la expansión de la OTAN”. En mayo se realizó la Cumbre de la APEC, que reúne a los 21 países del Asia-Pacífico, integrada por Estados Unidos, China y Rusia. La Administración Biden sondeó primero un proyecto para excluir a Moscú, y sin apoyo propuso un gesto diplomático: retirarse cuando hablara el representante ruso. Sólo 6 países apoyaron la propuesta de Estados Unidos en ese sentido. Además de Washington, lo hicieron Japón, Corea del Sur, Australia, Nueva Zelanda y Canadá. Los otros 15 optaron por no condenar a Rusia. China está promoviendo una iniciativa de seguridad en Asia que complementaría al Grupo de Shanghai.
El ex Secretario de Estado sostuvo también que Ucrania va a tener que realizar concesiones territoriales para alcanzar la paz. También “suavizó” esta afirmación hablando de “redibujar” fronteras. La respuesta de Selensky fue dura y contundente, acusando a Kissinger de estar en el espíritu de Munich en 1938, es decir, el momento en que Gran Bretaña optaba por el “apaciguamiento” para frenar a Hitler. El 82% de los ucranianos hoy se opone a ceder cualquier parte de su territorio vigente al 2014. La posición “realista” planteada por el reconocido experto estadounidense no fue acompañada por el público que lo escuchaba. Pero la situación parece estar cambiando. El dominio militar ruso en el Donbass -el argumento inicial de Putin para la invasión- es el que ha anunciado concretar para el 1° de julio. El gobierno ucraniano empieza a mostrar ansiedad ante el curso militar del conflicto y acusa a la OTAN de demorar la entrega de armamento letal, como causa de la situación militar. Al mismo tiempo, se perciben diferencias en la Unión Europea respecto a las sanciones económicas que se van imponiendo al régimen de Putin. La incorporación de Suecia y Finlandia a la OTAN ha sido frenada por el veto de Turquía (la incorporación de nuevos miembros requiere la unanimidad de los integrantes). Pero el objetivo de Washington y Bruselas hasta ahora se mantiene inalterable en no realizar ninguna concesión de territorio ucraniano a Rusia y en persistir en la vía militar -siempre a través de la guerra en Ucrania- hasta terminar con el poder militar ruso, para que no pueda llevar a cabo una nueva invasión. La prolongación del conflicto puede jugar más a favor de Rusia que de la coalición occidental. Pero por ahora la sugerencia de Kissinger está fuera de la agenda.
En conclusión: Kissinger expuso en el Foro de Davos la visión “realista” en el análisis de las relaciones internacionales respecto a la guerra de Ucrania; sostuvo que no hay que expulsar a Rusia de Europa, porque ello generará más inestabilidad y conflicto; también dijo que era peligroso empujar a Rusia hacia la órbita de China, generando así un adversario peor para Occidente; por último, agregó que para solucionar el conflicto, Ucrania iba a tener que realizar concesiones territoriales, lo que originó un fuerte rechazo de Selensky y desaprobación de los participantes del Foro.