Por Rosendo Fraga.
En pocas semanas, la toma de posición de los países respecto al conflicto en Ucrania ha mostrado cambios relevantes. En la votación de la Asamblea de las Naciones Unidas para exigir a Rusia el cese de las hostilidades en Ucrania, realizada el 24 de marzo, el resultado adverso a Moscú fue contundente. Votaron por el cese de hostilidades 140 países sobre 196 con derecho a hacerlo. Los del G7 lideraron esta posición, que acompañaron la totalidad de Europa y América Latina, pero también numerosos países de África y Asia. Se abstuvieron 38 -políticamente significó una actitud favorable a Rusia-, lo rechazaron 5 y se ausentaron de la votación 13. Este resultado coincidió con el que se dio en la primera votación en la Asamblea de la ONU condenando la invasión rusa a Ucrania el 2 de marzo, en la que 141 países votaron favorablemente, 35 se abstuvieron y sólo 5 votaron en contra de la condena. En esta votación y la que tuvo lugar 22 días después, en el mismo ámbito, prácticamente no hubo diferencias: los votos rechazando la posición rusa pasaron de 141 a 140, las abstenciones crecieron de 35 a 38 y los negativos respecto a la resolución se repitieron exactamente. Entre estas dos votaciones, hubo otra en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU donde se condenó a Rusia por violar los derechos humanos en Ucrania, y una más en la Agencia Internacional de Energía Atómica. En ambos casos, fueron votadas resoluciones adversas a Rusia en forma mayoritaria.
Un cambio importante comienza a producirse once días después, en la tercera votación de la Asamblea General de la ONU, que fue para separar a Rusia del Consejo de Derechos Humanos de la organización. Los votos contrarios a Rusia en esta resolución bajaron de 140 a 97, las abstenciones crecieron de 38 a 51 y los votos negativos de 5 a 24. El vuelco se dio en las potencias regionales del mundo en desarrollo: Brasil y México en América Latina, Nigeria y Egipto en África, y Arabia Saudita e Indonesia en Asia. Estos países abandonaron el rechazo a Rusia y pasaron a la abstención, arrastrando votos de sus respectivas áreas de influencia. Por ejemplo, Arabia Saudita fue acompañada en su giro por cuatro de las otras cinco monarquías del Golfo. Cabe mencionar que China, que se había abstenido en votaciones anteriores, pasó ahora al rechazo de la moción antagónica a Moscú, mientras que India, Sudáfrica y Pakistán siguieron eludiendo la condena a Rusia. Cabe señalar que China, India, Pakistán y Sudáfrica nunca votaron contra Moscú: en todas las votaciones se abstuvieron o votaron en contra de las mociones.
El 20 de abril tuvo lugar la reunión de los ministros de Economía y Finanzas del G20, el grupo que nuclea a las potencias desarrolladas y las emergentes y se reúne anualmente desde 2008. Se trata de 19 países más la Unión Europea, el miembro número 20. La Administración Biden y las autoridades de la UE trabajaron intensamente en los días previos para que Rusia fuera expulsada del grupo, pero ello no tuvo consenso mayoritario. Los países de América Latina, África y Asia del grupo, que son 9, se opusieron. Días después, el gobierno estadounidense y la Unión Europea gestaron una actitud más leve: el boicot a Rusia. Es decir, retirarse cuando hiciera uso de la palabra el representante de Moscú. El G7, integrado por las 7 economías más grandes que viven en democracia liberal, y que han materializado y liderado el apoyo, la asistencia económica y militar, y el respaldo diplomático a Ucrania en la guerra, inesperadamente se fracturó: los representantes de Japón, Alemania e Italia permanecieron en sus lugares cuando habló el ministro ruso. El fracaso del liderazgo occidental fue evidente. Se lo intentó cubrir con la foto de quienes no estaban cuando hablaba el funcionario ruso: los representantes de Estados Unidos, Canadá, Gran Bretaña y la Unión Europea. El ministro francés también se retiró, aunque luego justificó su ausencia durante la participación del delegado ruso por motivos de agenda. Es decir, que entre la exigencia del cese de hostilidades votada en la Asamblea de las Naciones Unidas, que fue una fuerte derrota para Rusia, esta posición se fue debilitando en el ámbito diplomático internacional, hasta quedar en franca minoría en el ámbito del G20, durante la cumbre de sus ministros de Economía el 20 de abril.
En el ámbito latinoamericano, el giro se da el 7 de abril, cuando se votó en la Asamblea de la ONU separar a Rusia del Consejo de Derechos Humanos, y Brasil y México pasaron a la abstención. Pero Argentina siguió votando contra Moscú. Pero en el seno del G20, los mencionados son los únicos tres países latinoamericanos que son miembros, que unificaron allí su posición, rechazando primero la expulsión de Rusia del grupo y negándose a participar luego del boicot contra ella. El 21 de abril se votó en la Organización de Estados Americanos (OEA) la expulsión de Rusia en su calidad de país observador permanente del organismo. La resolución contó con 25 votos a favor, 8 abstenciones, un ausente y ningún voto en contra. Es decir, un rechazo mayoritario hacia Moscú que muestra el alineamiento con la postura de Estados Unidos y Canadá. Pero entre las 8 abstenciones se ubicaron las tres economías más grandes de América Latina: Brasil, México y Argentina. Pero a diferencia de lo sucedido en otras regiones del mundo, donde el cambio de voto de este tipo de países arrastró regionalmente a otros -como sucedió con Arabia Saudita, que cuando se votó diferente a Estados Unidos sumó a cuatro de las restantes monarquías del Golfo-, esto no se dio en América Latina. Los restantes cinco votos por la abstención fueron de Honduras, El Salvador, San Vicente y Granadinas, San Cristóbal y Nieves, y Bolivia. Quizás la influencia regional de Washington explique este resultado.
En conclusión: desde la invasión rusa que se inició el 24 de febrero, el apoyo a la causa ucraniana, avalada por la OTAN, ha ido reduciendo gradualmente su apoyo en los organismos y foros multilaterales; entre el 24 de marzo y el 4 de abril se produjo un cambio importante en cuanto al rechazo a Moscú en la Asamblea de la ONU, reduciéndose de 140 a 97 los votos contrarios a Rusia; en la cumbre de ministros de Economía y Finanzas del G20, sólo cinco de sus miembros participaron del boicot al representante ruso, abandonando el recinto cuando éste hablaba; por último, en el ámbito interamericano, México, Brasil y Argentina rechazaron la iniciativa para excluir a Rusia del grupo, y también lo hicieron a la exclusión como observador de la OEA, que tuvo apoyo mayoritario.