Por Rosendo Fraga.
La “tregua frágil” entre el Presidente y la Vicepresidente, se hizo evidente en el encuentro que compartieron en la Casa Rosada el viernes 1° de octubre. El lenguaje gestual lo dijo todo: lejanía, sin actitudes cordiales y frialdad por parte de Cristina Fernández de Kirchner. Por su parte, Alberto Fernández hizo manifestaciones de buscar la concordia entre ambos. En cuanto a las señales dentro del poder, la Vicepresidenta llegó al despacho del ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro -su representante en el Gabinete-, y después del acto sucedió lo mismo, nunca quiso ir al despacho del Presidente. También eludió las fotos de conjunto. Cristina se manifiesta en los últimos tiempos políticamente a través de gestos y silencios, y esto ha sido una nueva muestra de ello. La “tregua” es un “cese de hostilidades”, pero que puede romperse. De ahí su “fragilidad”. Todavía nadie ha podido constituirse en un “mediador” que pueda acercar las partes, atenuar conflictos y encontrar soluciones. El Jefe de Gabinete, Juan Manzur, que fue propuesto públicamente por la Vicepresidenta y aceptado por el Presidente, no ha podido jugar ese rol. Quizás lo ha eludido por considerarlo no conveniente para su prematuro proyecto presidencial. Si la “tregua frágil” llega hasta la elección legislativa del 14 de noviembre, hay consenso dentro del oficialismo de que se rediscutirán los espacios de poder en ese momento otra vez.
La campaña electoral del oficialismo ha comenzado, pero no hay una definición clara en cuanto a los lineamientos todavía. Parecen definidos los objetivos: ganar por un voto la provincia de Buenos Aires y hacerlo también en La Pampa, Chubut y Santa Fe, para mantener la mayoría en el Senado. Hasta ahora, no se ha logrado cambiar la perspectiva en ninguno de los tres casos. Revertir el resultado nacional está descartado y sólo se aspira a reducir la diferencia. El Presidente, imitando a Macri en 2015, 2017 y 2019, se ha dedicado a visitar familias y locales comerciales de las zonas de bajos ingresos del Gran Buenos Aires, dedicándose a anotar en un cuaderno lo que recoge como pedidos y aspiraciones. Al mismo tiempo, el Gobierno busca aproximarse a los sectores productivos: el ministro Domínguez anunció una flexibilización del cepo a la carne para el agro; el ministro Kulfas, tras tensiones con la UIA, recibió a sus autoridades; y el canciller, Santiago Cafiero, mantuvo la primera reunión en su nuevo cargo con representantes de las empresas tecnológicas. En lo social, se anunció un incremento de la Asignación Universal por Hijo, un bono para jubilados y un pago por única vez para desempleados e informales, tomando como modelo el IFE. Tratar de mejorar la relación con el campo tiene vinculación también con que dos de los tres distritos en los cuales el oficialismo debe revertir el resultado para no perder el Senado (Santa Fe y La Pampa), son provincias agropecuarias. En cuanto a los recursos que ahora se dirigen a gobernadores e intendentes directamente, son un incentivo para que la estructura política se movilice, para lograr que la gente de los sectores populares vaya a votar, antes que recursos destinados directamente a la gente.
Por su parte, en la oposición se rediscuten contenidos y discursos, asumiendo que su perspectiva ganadora se incrementó tras las PASO del 12 de septiembre. En la provincia de Buenos Aires se coordina la presencia conjunta de Diego Santilli (PRO) y Facundo Manes (UCR). Este último quiere mantener una campaña propia y habría aceptado sólo realizar el 25% de los actos de campaña junto con el candidato de Horacio Rodríguez Larreta. En la Ciudad de Buenos Aires, María Eugenia Vidal encuentra dificultades para unificar el discurso de campaña. Ricardo López Murphy quiere mantener su independencia, centrándose en temas como la inflación y seguridad, sin hacer concesiones al ala “progresista” de Juntos por el Cambio. La incorporación de Marcos Peña como estratega de campaña de Vidal ha acentuado las diferencias con el sector del PRO que responde a Patricia Bullrich. Macri busca participar activamente de la campaña para no perder su rol político. El oficialismo, por su parte, insiste con transformarlo en eje de la puja electoral y la orden judicial que le impide salir del país -una vez que retorne- por la causa del espionaje a los familiares del submarino ARA San Juan, es una acción en este sentido. En cuanto al tema post-electoral, se ha planteado un conflicto en torno a la futura Presidencia de la Cámara de Diputados. En el PRO prima la idea -apoyada por Vidal, Bullrich y Elisa Carrió, pero todavía no por Rodríguez Larreta-, de que si Juntos por el Cambio queda con más diputados que el Frente de Todos, le corresponde pedir la Presidencia de la Cámara, que hoy ocupa Sergio Massa. El candidato para esta función sería Cristian Ritondo, actual presidente del bloque de diputados opositor.
A cincuenta días de la elección legislativa, los resultados son inciertos, como suele suceder en la mayoría de los procesos electorales de Occidente. Las encuestas muestran que si se votara hoy, el oficialismo haría peor elección que el 12 de septiembre. Esto implica que perdería la mayoría en el Senado y quedaría con menos bancas en la Cámara de Diputados. No hay todavía signos que muestren que el Gobierno comienza a revertir los resultados en las tres semanas transcurridas desde las PASO. Incluso aparecen datos inquietantes, como que en la Ciudad de Buenos Aires, el segundo lugar está en disputa entre la lista del Frente de Todos encabezada por Leandro Santoro, y la de Avanza Libertad, que lleva como candidato a Javier Milei. Este es una amenaza tanto para Juntos por el Cambio -que mantendrá la mayoría pero puede perder votos-, como para el oficialismo nacional, que corre el riesgo de quedar relegado al tercer lugar. La izquierda, representada por el FIT aspira a ser la tercera fuerza a nivel nacional, y puede lograrlo, dado que el voto que está a la derecha de Juntos Por el Cambio está dividido entre Milei, Espert, Hotton y otros. El oficialismo ha decidido subordinar la gestión de gobierno a la elección. Es un escenario donde la incertidumbre sobre la economía aumenta y la tensión cambiaria la agudiza. Que el ministro de Economía, Martín Guzmán, permanezca o no en el cargo después del 14 de noviembre, es irrelevante, por el hecho de que hasta esa fecha permanecerá subordinado a la campaña. En este marco, es probable que el tratamiento del Presupuesto en el Congreso se postergue hasta después de la elección.
En conclusión: el encuentro que compartieron el Presidente y la Vicepresidenta en la Casa Rosada el 1° de septiembre, confirmó que entre ellos existe sólo una “tregua frágil”; la campaña electoral ha comenzado, pero todavía no hay una línea clara en la del Gobierno, más allá de realizar concesiones a sectores económicos y sociales; en la oposición, se incrementan discusiones y diferencias respecto a los lineamientos de campaña, pero se lo hace desde una perspectiva ganadora; por último, a 50 días de la elección legislativa, el pronóstico electoral es incierto, pero pareciera que si se votara hoy (a tres semanas de las PASO), la elección sería aún peor para el oficialismo.