Por Rosendo Fraga.
La división del PJ ha pasado a ser el dato político central por sus consecuencias, tanto para el oficialismo como para la oposición. El kirchnerismo se encontraba dividido en tres antes del cierre de listas para la interna que tendría lugar el 17 de noviembre. Cristina no era la mayoría, pero sí la minoría más relevante. Su intención era ganar la jefatura del partido con lista única, para así reforzar su liderazgo un año antes de la elección legislativa de 2025. Pero no pudo evitar que se presentara una lista opositora encabezada por el gobernador de La Rioja, Ricardo Quintela, ni tampoco la división que se hizo explícita con el gobernador bonaerense, Axel Kicillof. Si bien éste adoptó algunas actitudes ambiguas, fue calificado por los cristinistas de “traidor”. El sindicalismo también se dividió, pero la mayoría no apoyó a Cristina y sí lo hicieron los dirigentes que apoyan a Hugo Moyano. Pero la cuestión ahora es cuál será el impacto dentro de la estructura parlamentaria de Unión por la Patria y en sus gobernadores. En estos últimos, leales a Cristina hay hoy sólo cinco, habiendo perdido la decisiva provincia de Buenos Aires. Esto anticipa que una división en ambas Cámaras puede ser importante. Por esta razón, ella ha elegido al presidente del bloque de la Cámara Alta, el senador José Mayans, como su candidato a vicepresidente del partido. Ha hecho otro tanto con el titular de la bancada de Diputados, el santafesino Germán Martínez, quien responde a Agustín Rossi.
En la provincia de Buenos Aires también se hace sentir la división, la que podría alcanzar a las dos bancadas provinciales, la de senadores y la de diputados. Ello complicaría la gobernabilidad de Kicillof, sobre todo si el enfrentamiento interno se agudiza. En esa situación, necesitará acuerdos más amplios con la oposición provincial -que es el oficialismo nacional- para poder gobernar. Las divisiones en el Congreso de la Nación hacen por un lado más fácil avanzar en temas como los acuerdos para las designaciones en el Senado y el Presupuesto. Pero también una bancada opositora fraccionada puede generar diversos tipos de dificultades, en un parlamento ya de por sí muy dividido. En cuanto al sindicalismo, la división no interrumpe las negociaciones entre empresarios y el Gobierno por un lado, y los sindicatos por el otro, que tendrán nuevos capítulos durante esta semana. Al mismo tiempo, la división en el radicalismo también se agudiza. Media docena de diputados parecen dispuestos a una alianza permanente con Javier Milei. A su vez, la conducción del partido, en manos de Martín Lousteau, pide que sean expulsados. Este sector, por su parte, refuerza sus vínculos con el kirchnerismo y esto no se altera por su división. Los gobernadores representan una fuerza intermedia que busca preservar sus intereses locales. Milei podrá tener éxito o no en el terreno político, pero ya ha provocado la crisis del sistema político peronista-radical que ha gobernado la Argentina desde 1945 y que el PRO no afectó sustancialmente.
En esta situación, el oficialismo intenta avanzar en negociaciones con los gobernadores para generar con ellos alianzas y coincidencias más sólidas. El fracaso de la oposición en impedir que el oficialismo obtuviera el tercio de la Cámara de Diputados para sostener el veto a la ley de financiamiento universitario, puso en evidencia la alianza explícita de la Casa Rosada con cuatro gobernadores de extracción peronista: los de Tucumán (Osvaldo Jaldo), Catamarca (Raúl Jalil), Salta (Gustavo Sáenz) y Misiones (Hugo Passalacqua). La idea que predomina en el oficialismo es organizar con ellos una alianza más o menos explícita. Pero también se ha presentado un grupo de gobernadores que representan al litoral del país. Tal es el caso de Chaco (Leandro Zdero), Formosa (Gildo Insfrán), Santa Fe (Maximiliano Pullaro), Misiones (Passalacqua), Entre Ríos (Rogelio Frigerio) y Corrientes (Gustavo Valdés). A diferencia del anterior, es un grupo cohesionado regionalmente por temas como la hidrovía, pero dividido por su filiación política. Incluso uno de ellos -el de Misiones- pertenece a ambos. Los gobernadores del centro del país (Mendoza, Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos) aparecen también divididos, tanto política como regionalmente. En cuanto a la Patagonia, hay cuatro gobernadores electos por fuerzas provinciales en su mayoría aliadas con el PRO: Santa Cruz (Claudio Vidal), Chubut (Ignacio Torres), Río Negro (Alberto Weretilneck) y Neuquén (Rolando Figueroa). Los dos gobernadores restantes de esta región, Gustavo Melella de Tierra del Fuego y Sergio Ziliotto de La Pampa, se mantienen leales a Cristina, al igual que el de San Juan, Marcelo Orrego, que integra su lista para la interna justicialista. El de Jujuy, Carlos Sadir, integra por un lado los diez gobernadores del “Norte Grande” y por el otro el de los cuatro radicales (junto a los de Mendoza, Corrientes y Santa Fe). El gobernador de San Luis, Claudio Poggi, aparece relativamente aislado, pero cercano al Gobierno. En este contexto, la provincia de Buenos Aires no tiene el liderazgo que supo tener en otros momentos, como fue la crisis de 2001-2002. En cuanto a la relación con el ex presidente Mauricio Macri, es claro que le ha concedido el control de áreas del poder, pero por ahora ello no implica una alianza ni política ni electoral. Es que Milei sigue buscando los votos del PRO y no su dirigencia.
Por su parte, Javier Milei supo mantener la centralidad política y mediática, con epicentro en el Coloquio de IDEA que se reunió en Mar del Plata. El evento mostró el cambio político que se ha producido en el empresariado argentino. Un año atrás, Milei decidió no hablar, percibiendo un clima hostil, con un empresariado que entonces veía a Patricia Bullrich como su candidata preferida y a Carlos Melconian como su ministro de Economía deseable y probable. El entonces candidato libertario optó por realizar una comida en paralelo al Coloquio con sus empresarios “amigos”. Un año después, Milei fue recibido con los aplausos más entusiastas que se registren en esta reunión anual que ya tiene casi medio siglo, y las dudas sólo se expresaron en privado. Fue el Milei de siempre. Embistió sobre sus críticos en el área económica, a los que denominó “econochantas”, e insistió en dos de sus promesas de campaña que en los últimos meses parecía haber olvidado: la dolarización y la disolución del Banco Central. Las críticas más duras respecto a los políticos quedaron a cargo del ministro de Economía, Luis Caputo. Respecto a la vicepresidente Victoria Villarruel, Milei la criticó públicamente por su elogio a la ex presidente Isabel Martínez de Perón, que no fue acompañado por el grueso del peronismo, pero tampoco criticado por éste.
En conclusión: la división del peronismo que se ha precipitado entre Cristina Kirchner y Axel Kicillof, debilita a la oposición y favorece a Milei con vistas a la elección legislativa de 2025; esta división puede trasladarse a los bloques parlamentarios, tanto en la legislatura bonaerense como en el Congreso de la Nación; los gobernadores ganan protagonismo y la Casa Rosada asume que debe negociar con ellos, ya que un tercio de la Cámara de Diputados alcanza para evitar la anulación de un veto, pero no para aprobar leyes; por último, Milei mantuvo su centralidad política, utilizando para ello el Coloquio de IDEA, donde recibió una enfática y calurosa ovación, y donde volvió a temas como la dolarización y la disolución del Banco Central.