Por Rosendo Fraga.
Trump ha tenido un gesto amigable hacia Lula en la Asamblea General de las Naciones Unidas, pero no está claro cómo continuará. Probablemente no lo haga en el terreno político, donde la relación con el presidente brasileño sigue siendo conflictiva y sin negociación respecto a la situación judicial del ex presidente Bolsonaro. Cabe señalar que la administración Trump ha quitado la visa para entrar a los Estados Unidos a funcionarios brasileños de los poderes judicial y ejecutivo. Lula, que ya está en campaña a un año de la elección, ha adoptado una posición nacionalista y buscado utilizar estos hechos para ganar popularidad. Ello no implica que la derecha esté derrotada, aunque todavía no haya definido un candidato que canalice el apoyo electoral que todavía mantiene Bolsonaro. Probablemente sea en la negociación comercial donde Trump busque algún tipo de reconstrucción del diálogo. El gobierno norteamericano ha elevado los aranceles para el ingreso de exportaciones brasileñas en un 50%. Dicho porcentaje da margen a posibles negociaciones, como ha tenido lugar con otros países. Pero la diferencia estratégica más importante para la Casa Blanca es el rol de Brasil como potencia del mundo emergente en el plano internacional. Su rol en el Grupo de los BRICS junto con China, Rusia, India y Sudáfrica, pone al país en una órbita ajena y antagónica hacia los Estados Unidos. En la próxima reunión del G20, que se realiza en Sudáfrica, Brasil mantendrá una posición distante de Estados Unidos en los conflictos internacionales. Además a fin de año se realiza en la localidad brasileña de Belem la nueva cumbre anual sobre el medio ambiente, en la cual las posiciones de Washington y Brasilia volverán a ser diferentes.
Ante el Congreso, Trump dijo que Estados Unidos está en conflicto armado formal con los carteles de la droga y que los miembros de dichas organizaciones criminales “son combatientes ilegales”. El documento que se remitió al Congreso al respecto señala también que deben considerarse “acciones legítimas” los recientes ataques militares que el presidente ordenó contra las llamadas “narco-lanchas”, que produjeron cinco hundimientos de embarcaciones menores y la muerte de más de veinte tripulantes (no hubo ningún sobreviviente en estas operaciones). Calificó a los carteles como “grupos armados no estatales que atacan” a Estados Unidos. Para diversos juristas consultados por el New York Times, la medida consolida el derecho del presidente a usar poderes extraordinarios en tiempos de guerra y para la mayoría la decisión facilita el camino para un ataque militar dentro del territorio venezolano. A su vez, el ministro de Defensa venezolano, el general Vladimir Padrino López, denunció el “acoso militar” de aviones de combate norteamericanos que, aseguró, vuelan cerca de las costas del país. Detalló que se detectaron vuelos de cinco cazas, lo cual fue “comprobado y verificado”. Sostuvo también que “nunca habíamos visto este despliegue de F-35. Sabemos que están estacionados en Puerto Rico. Los estamos viendo. Quiero que sepan que tampoco eso nos intimida”. Sostuvo que como respuesta, Venezuela activará una “movilización nacional” en el caso de que se llegara a una agresión mediante la declaración del “estado de conmoción exterior”, que le otorga al presidente Nicolás Maduro facultades especiales.
Para la administración Trump ha fracasado el llamado a las armas al pueblo que realizó el presidente Maduro y se evidencian fuertes reticencias a integrar las milicias armadas del gobierno. Al finalizar la primera semana de octubre, el gobierno venezolano realizó un desfile militar en la capital, en el que desfilaron tanques y otros armamentos para mostrar el poder militar del país. Tuvo lugar después del hundimiento de las embarcaciones, que según Estados Unidos transportaban droga. Para la inteligencia estadounidense sólo “grupos limitados, pequeños y desganados” partidarios del gobierno, acompañaron el desfile. Consideran que los venezolanos están eludiendo el reclutamiento en las milicias que el gobierno de Maduro intenta organizar para enfrentar un eventual ataque estadounidense. El presidente venezolano convocó a que voluntariamente se integren los venezolanos a estas milicias. Pero según las fuentes disponibles desde Washington, sólo lo hicieron empleados públicos y partidarios del gobierno. De acuerdo a lo que Trump anunció al Congreso estadounidense, ha designado a Maduro como el líder del “Cártel de los Soles”, calificado de terrorista junto con el “Tren de Aragua”, el otro cártel que recibe la misma calificación. Tras rechazar Washington un mes atrás una propuesta de diálogo de Maduro, los preparativos para una acción militar estadounidense parecen haber avanzado. El Secretario de Guerra, Pete Hegseth, advirtió a marinos que forman parte de este despliegue militar frente a las costas venezolanas, que “lo que están haciendo ahora no es un entrenamiento”.
La posibilidad de un ataque estadounidense circunscrito o limitado contra Venezuela parece haberse incrementado. El contingente militar desplegado, integrado por ocho destructores, un submarino a propulsión nuclear, buques de desembarco y los aviones F-35, parece haber avanzado en su nivel de alerta y adiestramiento. A su vez, durante el mes de septiembre, las Fuerzas Armadas venezolanas realizaron un ejercicio militar en la isla de Orchila, a 160 kilómetros de Caracas. Es considerada un blanco potencial para ser ocupada por las fuerzas de desembarco estadounidenses. Por su parte, el gobierno venezolano ha informado al estadounidense que tiene el propósito de proteger la embajada de Washington en Caracas. El ministro del Interior y Justicia de Venezuela, Diosdado Cabello, sostuvo públicamente que la “policía diplomática ha estado en contacto constante” con representantes estadounidenses, para garantizar la seguridad del edificio de su sede diplomática. Aunque los dos países rompieron relaciones en 2019, se ha mantenido una estructura mínima en la sede diplomática de Washington. José Rodríguez, presidente de la Asamblea Nacional venezolana, que tiene a su cargo el débil diálogo con Estados Unidos, sostuvo que su país transmitió al Ejecutivo estadounidense que podrían tener lugar una operación de “falsa bandera” -para acusar de ello a Venezuela- por tres vías distintas, y en las cuales se utilizarían explosivos letales contra la embajada estadounidense. Dijo que el plan ha sido ideado por “sectores extremistas de la derecha local”. Por su parte, el ministro de Defensa venezolano, Padrino López, aseguró que en las últimas semanas se han activado mecanismos de defensa “acordes a la progresividad de la amenaza militar”.
En conclusión: Trump, tras duros enfrentamientos diplomáticos, políticos y comerciales con Lula, decidió abrir el diálogo con él, aunque sin precisiones sobre fechas o lugares hasta ahora; Trump manifestó ante el Congreso que su país se encuentra en guerra con los carteles de la droga, a los cuales califica de “terroristas”, en una definición que parece ir dirigida a Venezuela; para el gobierno estadounidense, los preparativos de defensa venezolanos han mostrado poca respuesta por parte de la población, la que no tendría voluntad de defender al régimen; por su parte, el gobierno venezolano ha denunciado que la oposición podría realizar una operación de “falsa bandera”, atacando con explosivos la sede diplomática estadounidense en Caracas.