Por Rosendo Fraga.
El 20 de mayo se cumplirán cuatro meses del inicio del segundo mandato de Donald Trump. Ha obtenido algunos éxitos y en otros casos sus objetivos se dilatan, pero no ha abandonado ninguno de ellos. La llamada “guerra comercial” que afligió a los mercados se ha ido encauzando en el ámbito bilateral y la tregua con China es un ejemplo de ello. Una economía más nacionalista y cerrada establecida sobre bases e intereses bilaterales, que fue considerada una “herejía” por el pensamiento económico que dominó el último medio siglo, empieza a ser discutida como algo posible. En el plano cultural Trump lleva adelante su posición ultraconservadora, en la cual no ha retrocedido. Esta incluye no sólo el enfrentamiento con la “cultura woke” sino también con los medios de comunicación tradicionales. En el plano estratégico-militar las gestiones son intensas, pero los conflictos se siguen desarrollando, con treguas intermitentes y negociaciones que no se cierran. Pero el primer éxito ha tenido lugar en Turquía. Este país, que se está convirtiendo en la principal potencia militar del Cercano Oriente, proyectándose hacia el Cáucaso, el centro de Asia y Medio Oriente, ha logrado la disolución de la guerrilla de la minoría kurda denominada PKK. Durante más de cuatro décadas mantuvo un enfrentamiento militar con el gobierno turco que causó miles de víctimas. El pueblo kurdo, si bien tiene su contingente más importante en Turquía, se extiende también por Irak, Irán, Siria y Armenia. Este acuerdo de paz ha sido celebrado tanto por las grandes potencias como por las organizaciones internacionales.
Turquía, aparte de haber logrado el histórico acuerdo de paz con los kurdos, se ha transformado en escenario de unas posibles negociaciones entre Rusia y Ucrania. Inicialmente se había previsto que participaran de las mismas Trump y Putin, dándoles un realce político de primer nivel. Pero en los días siguientes ambos suspendieron su participación, delegando en sus cancilleres el intento de negociación. Zelensky ha aceptado un encuentro directo con Putin como parte del posible inicio de una negociación. Estados Unidos ya cerró hace algunas semanas el acuerdo con Kiev respecto a la explotación conjunta de “tierras raras”, que es la faz económica del interés estadounidense en este conflicto. Rusia tiene claros sus objetivos: retener el territorio de las cinco regiones que ha ocupado, seguir ocupando la península de Crimea, que Ucrania no se incorpore a la OTAN y que este país sea desmilitarizado. Se trata de un conjunto de condiciones que Ucrania difícilmente aceptará. Cabe recordar que en 1993 Ucrania entregó sus armas nucleares a cambio de una garantía dada por Estados Unidos, Rusia y el Reino Unido de que su integridad territorial estaría garantizada por ellos, que en ese momento incluía la península de Crimea. Cuando se produjo en 2014 la ocupación de este territorio por parte de Rusia, el acuerdo no se cumplió.
El conflicto en torno a Hamas muestra que existen negociaciones en curso, de las cuales forman parte Estados Unidos, Israel, las monarquías del Golfo y Egipto. Estas negociaciones suponen un punto crítico por la decisión del presidente israelí, Benjamín Netanyahu, de ocupar en forma permanente gran parte o incluso la totalidad de Gaza. Esto es inaceptable para los palestinos y prolongaría la guerra indefinidamente. Ha llegado a un punto en el que probablemente Trump tenga que enfrentar a Netanyahu para que acepte un acuerdo que funcione en torno a Gaza. Estados Unidos, a través de distintos medios de comunicación, ha manifestado que estaría dispuesto a hacerse con el control de Gaza para lograr la paz. También ha hecho trascender que estaría dispuesto a reconocer al Estado Palestino, algo que sería interpretado como un “casus belli” por el actual gobierno de Israel. La liberación del último rehén en manos de Hamas de orígen estadounidense ha sido una señal de que el diálogo es posible. Lo que suceda ahora dentro de Israel, qué posición termine adoptando su opinión pública y sus fuerzas políticas, serán la clave en esta definición. Netanyahu muestra su decisión de tener una presencia militar permanente en Gaza, es decir, de ocuparla. Se está planteando una divergencia entre los Jefes de Gobierno de Estados Unidos e Israel.
El viaje del presidente estadounidense a Arabia Saudita juega un rol central en la simultaneidad de negociaciones con la cual la administración republicana busca cerrar y contener conflictos. La relación con Ryad fue prioritaria para Trump desde su primer gobierno: los acuerdos de Abraham, así como la salida del acuerdo nuclear con Irán, fueron dos de las notas predominantes de esta política. Su idea es contribuir a que Arabia Saudita sea el líder del mundo árabe y una potencia global aliada de Estados Unidos. La reciente reunión entre Trump y el príncipe heredero saudí, Bin Salman, evidencia la importancia por su sentido económico: se anunció una inversión de seiscientos mil millones de dólares y ciento cuarenta y dos mil en armamentos. El reconocimiento por parte de los saudíes del estado de Israel y a su vez la aceptación por parte de este país de una versión de estado palestino, son la misma cara de un acuerdo al cual Netanyahu se resiste, pero que Trump apoya. Quizás esta sea la fase más difícil de esta reedición de los Acuerdos de Abraham que intentó Trump en su primer gobierno, y que Biden fracasó en retomarlos. Mientras tanto, los ataques hutíes apoyados por Irán contra el territorio israelí y la flota estadounidense en el Mar Rojo continúan, sin que la acción conjunta entre Tel-Aviv y Washington logre terminar con ellos. En esta gira Trump ha incluido también a Qatar y a Emiratos Árabes Unidos, dos monarquías a las que ahora se ha sumado Omán, que juegan roles de negociación junto con Egipto entre los grupos palestinos más radicalizados e Israel. En toda esta área también Trump tiene una faz activa de su gestión.
Avanzado el mes de mayo, el riesgo de escalada militar entre la India y Pakistán se ha reducido en vez de aumentar. La diplomacia india sostiene que Estados Unidos no ha jugado ningún rol para evitar un choque militar entre los gobiernos de Nueva Delhi e Islamabad. Es que la administración Trump había insinuado que así había sido y que el acuerdo podría incorporar una faz comercial. Narendra Modi, ya como líder de una potencia global, atribuyó el freno de la escalada a una gestión directa entre su país y Pakistán, que son conscientes del efecto que causaría el enfrentamiento militar entre dos potencias nucleares, en momentos de fragilidad global. Pero también es cierto que tanto Estados Unidos como Rusia y China estaban interesados en frenar los riesgos de una escalada en este conflicto. Por ahora, la zona de Cachemira no se ha pacificado definitivamente ni mucho menos.
En conclusión: el 20 de mayo se cumplen cuatro meses de Trump en el gobierno y éste se ha mostrado inusualmente activo tanto en la faz de la llamada “guerra comercial”, como en los intentos de neutralizar los conflictos militares; el de Turquía y la minoría kurda es el primer conflicto que ha concluido, al abandonar el grupo KPP la lucha armada, pero este podría extenderse a Irak, Irán y Siria; respecto al conflicto palestino, se desarrollan intensas negociaciones, donde tienen un rol importante las monarquías del Golfo, pero la relación de Trump y Netanyahu no avanza; es por eso que el viaje de Trump a Arabia Saudita juega un rol muy importante, pero tiene que flexibilizar la posición de Netanyahu, de quien ha sido un aliado constante; por último, la escalada militar entre la India y Pakistán se ha contenido por la acción de sus propios gobiernos, confirmando que la política exterior India busca ser la de una potencia global.