La militarización del espacio

Por Rosendo Fraga.

De acuerdo al informe “Global Counter Capabilities Report”, Estados Unidos mantiene las capacidades militares espaciales más avanzadas del mundo, aunque la brecha con China se reduce. Esta evaluación, realizada por la Secure World Foundation, analiza las capacidades espaciales actuales y futuras de varios países y su utilidad militar. Durante la Guerra Fría, EEUU fue pionero en aplicaciones espaciales de seguridad nacional y sigue siendo un líder tecnológico, con amplia experiencia en integrar capacidades espaciales en conflictos militares desde 1991. Aunque desarrolló sistemas antisatélite (ASAT) durante la Guerra Fría, muchos fueron abandonados tras la caída de la URSS, debido a restricciones presupuestarias y la prioridad del contraterrorismo tras el 11-S. Actualmente, EEUU mantiene sistemas ASAT de guerra electrónica y está desarrollando nuevas capacidades ofensivas para hacer frente a China y Rusia. La creación de la Fuerza Espacial y el Comando Espacial refleja un rediseño institucional en este ámbito. En co-orbitales (la capacidad de poner un satélite o artefacto en órbita para seguir o destruir a otro), EEUU ha probado tecnologías de aproximación y choque cinético con fines no militares, pero podría desarrollar rápidamente capacidades ofensivas. En guerra electrónica, cuenta con sistemas para interferir comunicaciones satelitales. También ha avanzado en tecnología láser terrestre, capaz de deslumbrar o dañar satélites, aunque aún no se ha confirmado su despliegue operativo. Las armas de energía dirigida (DEW) tienen potencial militar, aunque enfrentan desafíos técnicos y financieros, especialmente en el espacio.

Durante las últimas dos décadas, Rusia ha renovado sus programas espaciales y recuperado capacidades perdidas tras el colapso soviético. Durante la Guerra Fría, la Unión Soviética desarrolló sistemas comparables, y en algunos casos superiores, a los de EEUU, pero muchos fueron abandonados en los 90. Desde 2010, Rusia ha retomado sus esfuerzos ofensivos en el espacio, reactivando tecnologías heredadas y desarrollando nuevas, como el arma antisatélite de ascenso directo Nudol. A diferencia de China, Rusia ha usado capacidades no destructivas, como interferencia electrónica y ciberataques, en conflictos actuales, incluidos Siria y Ucrania. En cuanto a armas co-orbitales, Rusia ha probado tecnologías de aproximación y operación en proximidad en órbitas bajas. Aunque estas misiones parecen orientadas a la inspección o inteligencia de señales, algunos comportamientos, como la liberación de subsatélites a alta velocidad, sugieren fines ofensivos. En cuanto a armas de ascenso directo, en 2021 Rusia demostró su capacidad al destruir un satélite en órbita baja con un misil Nudol. Este tipo de pruebas genera escombros espaciales, lo que limita su utilidad militar por el riesgo para activos propios y el costo político internacional. Por último, Rusia ha invertido intensamente en guerra electrónica, priorizando su integración táctica. Se sospecha que podría estar desarrollando plataformas de interferencia en el espacio para complementar sus capacidades terrestres. Esta estrategia permite anular servicios espaciales sin generar escombros y con menor riesgo de atribución directa.

En las últimas décadas, China ha desarrollado una estrategia nacional sostenida para avanzar en todas las áreas del sector espacial: civil, comercial y de seguridad nacional. En ese marco, ha invertido de forma consistente en capacidades espaciales de doble uso, entre ellas el vuelo espacial tripulado, la observación terrestre, y especialmente, en capacidades de contrasatélite (ASAT), consideradas clave para garantizar su autonomía estratégica frente a potencias como Estados Unidos. China ha probado tecnologías de acercamiento y maniobra orbital, tanto en órbitas bajas como geoestacionarias, que podrían derivar en armas coorbitales. Aunque no hay evidencia pública de que se hayan realizado pruebas destructivas, ha demostrado una capacidad creciente para inspeccionar y acercarse cuidadosamente a otros satélites. Estas capacidades podrían usarse en el futuro para acciones ofensivas como interferencia de señales o incluso sabotaje físico, aunque hasta ahora se han orientado principalmente a actividades de conocimiento del entorno espacial. Desde 2005, China ha realizado múltiples pruebas con misiles capaces de interceptar y destruir satélites en órbitas bajas, lo que indica que estas capacidades podrían estar ya operativas. Sin embargo, el uso de estas armas genera grandes cantidades de desechos espaciales y sería fácilmente atribuible, lo que reduce su viabilidad operativa en un conflicto prolongado. China ha desarrollado una gama significativa de capacidades de guerra electrónica orientadas al dominio espacial, especialmente para interferir con señales de GPS y comunicaciones por satélite. Estas herramientas no dejan residuos orbitales, pueden utilizarse de forma reversible y representan una opción táctica más flexible y menos provocativa. Se considera que en un conflicto en el Indopacífico, donde EEUU depende fuertemente de sus activos espaciales, estas capacidades brindarían a China una ventaja estratégica relevante.

Por último, India ha avanzado significativamente en sus capacidades antisatélite, desarrollando tanto tecnologías co-orbitales como de ascenso directo. En el ámbito co-orbital, el programa espacial reutilizable RLV-LEX, operado por la Agencia Espacial India (ISRO), logró hitos clave con los aterrizajes autónomos del prototipo Pushpak entre 2023 y 2024, una plataforma con potencial latente para misiones contra-satélite. Además, el experimento SpaDeX, previsto para 2025, ensayará tecnologías de aproximación y acoplamiento autónomo, cruciales para operaciones encubiertas en órbita. En cuanto a las capacidades antisatélite de ascenso directo, tras el ensayo chino de 2007, India reconsideró su postura pacífica y empezó a consolidar capacidades tecnológicas que culminaron en la Misión Shakti (2019), donde un interceptor PDV-MKII destruyó un satélite a 300 km de altitud, generando más de 130 fragmentos rastreables. La prueba fue una demostración de fuerza geopolítica y disuasión estratégica india. Estas capacidades se apoyan en un fuerte sistema de defensa antimisiles que incluye interceptores como PDV, AAD y AD-1, junto con infraestructura avanzada como el radar Swordfish y la adquisición del sistema ruso S-400. De acuerdo al Global Counter Capabilities Report, todos estos avances y desarrollos van consolidando a la India como un actor relevante en el dominio espacial militar.

En conclusión: EEUU mantiene las capacidades militares espaciales más avanzadas y ha rediseñado su estructura con la Fuerza Espacial ante el avance de China y una nueva competencia entre potencias; desde 2010, Rusia ha reactivado sus capacidades espaciales ofensivas con el misil Nudol y el desarrollo de tecnologías co-orbitales, mientras emplea la guerra electrónica en conflictos actuales; China ha avanzado en capacidades espaciales de doble uso y ha consolidado una ventaja táctica frente a EEUU, especialmente en un posible conflicto en el Indopacífico; por último, India avanza en capacidades antisatélite con desarrollos co-orbitales y de ascenso directo, gracias a lo cual -junto a sus sistemas de defensa y tecnología de radar- consolida su rol militar en el espacio.

Deja un comentario