Las cuatro fracturas que genera Trump

Por Rosendo Fraga.

La irrupción de Donald Trump en el escenario internacional ha generado cuatro fracturas: institucional, política, geopolítica y militar. En el primer caso, la visión del presidente estadounidense puede simplificarse así: el multilateralismo ha perdido vigencia como eje de las relaciones internacionales. El poder está siendo asumido en forma creciente y acelerada por las potencias globales y regionales. Las Naciones Unidas han demostrado su ineficacia en los conflictos recientes de Ucrania y Gaza. A su vez, los organismos económicos internacionales, como la Organización Mundial de Comercio, han quedado desarticulados por las medidas comerciales de Trump. En este aspecto, Estados Unidos aparece aislado con medidas unilaterales que no muestran apoyo ni aún de sus aliados más caracterizados. La suba de aranceles ha sido muy alta y ha sorprendido por su magnitud. El presidente estadounidense mostró en algunos casos cierta predisposición para atenuar medidas, pero han sido casos aislados. Trump se imagina un mundo en el cual él trata y negocia con Putin (Rusia), Xi (China) y Modi (India), y en un segundo nivel con el príncipe heredero de Arabia Saudita (Bin Salman), el líder turco Erdogan, etc. Europa no está en su radar. No ha buscado una relación especial con el eje franco-británico y tampoco lo ha hecho con Alemania. Cabe recordar que en la reunión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, realizada a comienzos de marzo, entre los cinco miembros permanentes con derecho a veto, China y Rusia votaron con Estados Unidos contra el Reino Unido y Francia, y de los diez miembros no permanentes, los tres europeos lo hicieron con Londres y París, y los siete restantes con Washington y las potencias asiáticas.

Desde el punto de vista político la ideología es importante y el ámbito de este conflicto se desarrolla fundamentalmente en Occidente. La realidad es que el mundo occidental aparece dividido entre una línea de derecha y una progresista, y ambas se reproducen tanto en Estados Unidos como en Europa y, en menor medida, en América Latina. Trump gobierna hoy un país en el cual tiene todo el poder. Domina la Corte, las dos Cámaras del Congreso y tiene la mayoría de los gobernadores. Pero los últimos sondeos de opinión ratifican que el país está dividido aproximadamente en dos, como se puso en evidencia en las dos últimas elecciones que ganaron sucesivamente Biden y Trump. Pero ello no impide al actual presidente un ejercicio pleno del poder en las relaciones internacionales. En el caso de Europa, no hay un líder que regionalmente represente al progresismo. No lo hace el Jefe de Gobierno alemán, Friedrich Merz, ni tampoco el primer ministro británico, Keir Starmer, o el presidente francés, Emmanuel Macron: el primero es de centroderecha, el segundo laborista y el tercero es hoy coyunturalmente progresista. A su vez, las divisiones entre derecha y progresismo se trasladan a la mayoría de los países europeos, generando fracturas internas que en gran medida coinciden con las externas. Es claro que la primera ministra italiana Giorgia Meloni coincide con Trump, mientras que el español Pedro Sánchez lo hace con el progresismo. El 28 de abril tendrá lugar la elección nacional de Canadá y el 18 de mayo la de Polonia. Ellas pueden mostrar el impacto político que ha generado la nueva situación.

En la perspectiva geopolítica, el conflicto es aún más complejo. La visión de Trump sería que las potencias grandes y medianas que sustituyen a los organismos internacionales tengan su área de influencia regional. El primer ejemplo es el propio Estados Unidos, que Trump trata que adquiera el control de Groenlandia, el Golfo de México, el Canal de Panamá -que ya lo ha hecho con la salida del grupo hongkonés que lo controlaba- e influencia en toda la región del Caribe. Cabe señalar que las primeras medidas proteccionistas fueron adoptadas contra Canadá y México, los dos socios comerciales más importantes de Estados Unidos a través del CAFTA. Las afirmaciones del presidente estadounidense diciendo que Canadá debería ser un estado de los Estados Unidos terminan de expresar su objetivo, así como sus referencias a la compra estadounidense del territorio francés de Luisiana, el español de la Florida y el ruso de Alaska, así como la toma de las ex colonias españolas en el Caribe y Filipinas. De acuerdo a esta perspectiva, China tendría un área de influencia que podría incluir Taiwán y Filipinas, Rusia una que se aproximara a lo que fue la Unión Soviética, India sobre países como Bangladesh y Arabia Saudita sería la potencia regional del mundo árabe. Esto genera gran preocupación en países aliados de Estados Unidos fuera de las áreas de influencia. Tal es el caso de Japón y Corea del Sur, que si bien comparten el temor ante China, tienen diferencias entre ellos. 

En el aspecto militar, el conflicto es creciente y se traduce especialmente en los anuncios europeos de un gran rearme. La primera consecuencia es que se ha incrementado la intención de diversos países por llegar a tener armas nucleares. Los treinta y un países de la OTAN sin Estados Unidos cuentan con el “paraguas nuclear” estadounidense que garantiza hasta ahora el artículo 5° de la carta de la alianza atlántica. De estos países sólo uno, Francia, tiene armas nucleares. Cabe señalar que fuera de esta alianza militar, el Reino Unido, Canadá y Turquía no pertenecen a la Unión Europea y mantienen hasta ahora diversos vínculos militares con Estados Unidos. Alemania discursivamente va asumiendo un liderazgo gradual. Mientras Europa en su conjunto ha anunciado una inversión en armamentos de ochocientos mil millones de euros, por sí sola Alemania informó que invertirá quinientos mil millones, pero después aclaró que el 80% iría destinado a infraestructura. Pero no es fácil la situación para Europa. Los intereses de los países del Mediterráneo son diferentes a los del centro del continente, y a su vez también lo son los de estos con los del norte. Además, los cambios en la organización militar son lentos y llevan años. La idea -relativamente válida- de que Europa ha estado pagando la asistencia militar de Estados Unidos comprándole armamentos a lo largo de setenta años, no parece convencer a Trump.

En conclusión: en lo institucional, Trump impulsa un mundo gobernado por potencias globales y regionales, y no por organismos internacionales; en lo político, se va generando una división entre líderes autoritarios y expresiones socialdemócratas: la crisis que se desarrolla en Turquía es un ejemplo de ello; en lo geopolítico, se ha gestado una crisis entre Estados Unidos y Europa que no será fácil para esta última por la falta de liderazgo y las divisiones en el continente; por último, en lo militar, la división en dos bloques ha comenzado, pero sin claridad sobre la unidad europea ni los alcances de una posible ruptura.

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