Por Rosendo Fraga.
Donald Trump no dio demasiadas precisiones sobre el área de Defensa en su discurso de asunción del 20 de enero. Pero la ratificación de la designación de Pete Hegseth como Secretario de Defensa por parte del Senado confirma que llevará adelante una política de distancia con los mandos de las Fuerzas Armadas. Pondrá la prioridad en la lealtad, es decir, en el cumplimiento de sus órdenes, más allá de las normas constitucionales. Los episodios ocurridos hace cuatro años con la toma del Capitolio, en los cuales los mandos militares no acompañaron y en gran medida determinaron su fracaso, es algo que Trump no olvida y que podrían integrar su lista de “venganzas” respecto a su primer mandato. Cabe recordar que el actual presidente inició su gobierno en 2016 con tres generales en su Gabinete y lo terminó con ninguno. El relevo de su primer Secretario de Defensa, el general James Mattis, estuvo motivado por su oposición a la decisión del presidente de suspender el apoyo a los aliados kurdos que habían luchado contra el ISIS con Estados Unidos. El actual Secretario de Defensa es un comentarista de Fox News con una mínima experiencia en el área militar. Fue integrante de la Guardia Nacional y llegó hasta el nivel de Jefe de Pelotón, es decir, el mando de diez hombres. Es un mensaje claro: el presidente no parece dispuesto a trabajar ni confiar en sus mandos militares, que por el sistema estadounidense son designados a mitad de mandato presidencial, es decir que un nuevo gobierno debe trabajar con las autoridades militares preexistentes hasta designar las propias. Entre las pocas referencias específicas a las Fuerzas Armadas en su discurso, estuvo la de decidir que participen en el control de la inmigración ilegal en la frontera con México, algo que no estaba en los planes militares preexistentes.
La decisión del ex presidente Joe Biden de incluir al general Mark Milley en un indulto preventivo apuntó a neutralizar eventuales acciones contra él por parte de Trump. Este general fue designado como Jefe de Estado Mayor conjunto durante el tercer año de su primer mandato y jugó un rol clave para alinear a los jefes más importantes de las Fuerzas Armadas en contra de las denuncias de fraude y de la toma del Capitolio. Trump ha dicho que lo va a denunciar por traición por haber mantenido una conversación telefónica con su par chino durante dicha crisis, en la que advirtió que no tendría consecuencias militares internacionales. Al parecer, no habría informado al presidente de dicha conversación y esta sería la causa de la supuesta traición. Milley ganó prestigió durante la guerra de Ucrania por haber tenido independencia en sus opiniones públicas respecto a las posiciones de la Casa Blanca. En los días previos a la asunción de Trump, desde la OTAN se emitieron señales tendientes a las medidas que eventualmente puede tomar el presidente estadounidense en el área de defensa.
La primera señal tuvo lugar el 9 de enero -un mes y medio antes del tercer aniversario de la invasión rusa a Ucrania-, cuando se desarrolló la última reunión del Grupo de Ramstein. Está integrado por los ministros de Defensa de los cincuenta y seis países que componen la OTAN y sus aliados extra-zona. Como sucedió en la casi totalidad de las reuniones realizadas hasta ahora, tuvo lugar en la base aérea estadounidense más importante de Europa, ubicada en la ciudad alemana que le da nombre. En los hechos, este grupo fáctico es el que ha realizado la distribución y llegada de la asistencia en armamentos y tecnología a Ucrania. No ha sido la OTAN, la que a comienzos de 2023 intentó hacerlo. Esta reunión del Grupo de Ramstein del 9 de enero fue la última a la que asistió el Jefe del Pentágono de Joe Biden, el general Lloyd Austin, quien tuvo durante casi tres años un rol relevante en el apoyo militar a Ucrania. El general estadounidense ratificó el apoyo a este país, destacando el compromiso de entrega de seiscientos millones de dólares más, y dijo que esperaba que la nueva administración mantuviera la decisión. Por supuesto, participó con un segundo discurso el presidente ucraniano Volodomir Zelensky, quien agradeció el apoyo recibido, planteó sus expectativas de que continúe, y pidió apoyo para desarrollar una industria de drones ucraniana. Pero esta no es la posición de Trump, que en repetidas oportunidades ha señalado que es necesario suspender la ayuda militar a Ucrania. El tercer discurso fue el del Jefe de Gobierno alemán, Olaf Scholz. Probablemente sea su última reunión, ya que el 23 de febrero se realizan elecciones generales en Alemania y difícilmente Scholz sea reelecto. Ratificó el compromiso de una entrega de armamentos a Ucrania cercana al millón de dólares. Pero en ninguno de los otros treinta países hubo compromisos de ayudas significativas que superaran los ocho millones en cada caso. Esto confirma el alto compromiso europeo en el apoyo a Ucrania en el discurso, pero su marcada debilidad en los hechos concretos. En Ramstein, la idea de un cuádruple enemigo entre China, Rusia, Irán y Corea del Norte no fue asumida por Austin.
Pero una semana después, la OTAN confirmó que China, Rusia, Irán y Corea del Norte son los enemigos de la alianza atlántica. Lo hizo en forma pública el 16 de enero, cuatro días antes de la asunción de Donald Trump. Esta definición se introdujo por primera vez en el discurso y lenguaje de la alianza militar de Occidente en abril del año pasado y fue planteada públicamente al conmemorarse el 75 aniversario de la creación de la alianza por el noruego Jens Stoltenberg, el Secretario General de entonces. Mientras la mayoría de los miembros de la OTAN apoyaron la idea, Estados Unidos prefirió manejarse con más cautela. Tres meses más tarde tuvo lugar en Washington la Cumbre de Jefes de Estado de los treinta y dos países que integran la OTAN. Stoltenberg realizó un planteo similar, suavizando solamente la calificación de China como enemigo y puso las actividades de estos cuatro países en el campo de la coordinación en la producción y circulación de armamento, en la cual sí colocó a la potencia asiática definidamente. Ahora, el nuevo Secretario General, el holandés Mark Rutte, en una reunión que presidió ante los de los Jefes de Estado Mayor de la defensa -en la mayoría de los casos los Jefes de Estado Mayor Conjunto de los treinta y dos países de la OTAN-, insistió en el mismo planteo de Stoltenberg: que el enemigo de la alianza atlántica sigue siendo hoy el eje entre China, Rusia, Irán y Corea del Norte. Pero al mismo tiempo Trump invitó al presidente chino Xi Jinping a la fiesta el día de su asunción como presidente, a la cual invitó sólo a un puñado de Jefes de Gobierno del mundo. Xi agradeció el gesto pero se hizo representar por un funcionario de primer nivel, reconociendo así la importancia diplomática de la invitación. Mientras tanto, la OTAN reunió a los Jefes de Estado Mayor de sus países miembros, presididos por el presidente del Comité Militar de la organización, el almirante holandés Rob Bauer, que es la máxima autoridad militar de la OTAN y fue relevado el viernes 17 de enero por el almirante italiano Giuseppe Cavo Dragone, jefe del Estado Mayor de su país. Días antes de dejar el cargo, Bauer sostuvo respecto a Ucrania que “es la diferencia entre decidir tu propio destino o que te lo decreten en Moscú: Ucrania necesita y merece todo nuestro apoyo” y que la OTAN tiene que “demostrar al mundo que la democracia puede vencer y vencerá”.
En conclusión: Trump no dio demasiadas precisiones en su discurso inaugural sobre el área de Defensa, pero la designación de su Secretario para el área anticipa una política distante respecto a los mandos; el indulto preventivo de Biden respecto a su Jefe de Estado Mayor, el general Mark Milley, que también lo fue de Trump, apunta a protegerlo de los anuncios de “venganza” del nuevo presidente; la última reunión del Grupo de Rammstein mostró la intención de la OTAN de mantener el apoyo a Ucrania, pero lo hizo evitando confrontar con las posiciones de Trump; por último, el discurso del Secretario General de la OTAN, en su reunión con los Jefes de Estado Mayor de los países miembros, tuvo un carácter confrontativo con Trump, al definir los enemigos de la alianza atlántica.