Por Rosendo Fraga.
Tras la asunción de Donald Trump, la oposición venezolana tiene la oportunidad de un segundo round frente a Nicolás Maduro, que la derrotó el 10 de enero. El líder chavista inició su tercer mandato consecutivo, por lo cual estará en el poder seis años más, tras los doce que ha ejercido. Logró mantener el control de la calle sin que en las protestas e incidentes se produjera ningún muerto. El alineamiento y subordinación de las Fuerzas Armadas, policiales y populares se mantuvo y fueron usadas con poca intensidad represiva. En el mundo no occidental predominó una posición de apoyo a Maduro o la neutralidad. Los embajadores de Brasil, México y Colombia -los tres países más grandes de América Latina- estuvieron presentes, convalidando el acto en lo diplomático. El apoyo masivo en el mundo occidental hacia el presidente electo, Edmundo González Urrutia, no fue suficiente para frenar la asunción de Maduro. Cuba y Nicaragua fueron los únicos apoyos políticos claros y definidos que tuvo el presidente “oficialista” venezolano. Pero la asunción de Trump el 20 de enero es la oportunidad de un segundo round que tiene la oposición para intentar un cambio de régimen. La llegada de un Secretario de Estado proveniente de la comunidad cubana de Florida, como es Marco Rubio, implica la de un funcionario más comprometido con la política regional. Trump siempre tuvo una posición contraria a Maduro durante su primer gobierno, pero ahora parece tener una administración más comprometida con esta postura. En los días previos a la asunción, el nuevo presidente estadounidense planteó el reclamo para que el control del Canal de Panamá vuelva a los Estados Unidos y que la denominación del Golfo de México cambie, al tener siete países costa sobre el mismo.
Mientras Trump ha puesto la prioridad de su gobierno en la expulsión de los migrantes ilegales, Rubio la ha puesto en frenar la influencia china en la región. Lo hizo con un tema menor, que es el de la relación de Taiwán con América Latina. El nuevo Secretario de Estado criticó al gobierno de Panamá por haber hecho gestiones exitosas ante la República Dominicana para que ésta rompiera relaciones diplomáticas con Taiwán y las estableciera con China. Rubio respondió afirmando que ahora era necesario impedir que la potencia asiática lograra que Paraguay abandone el reconocimiento de la soberanía taiwanesa. Es una acción muy específica que además contradice la propia política de Estados Unidos de mantener relaciones diplomáticas con Beijing, e incluso invitar al presidente Xi a la reunión de festejo de la asunción de Trump, en la cual fue representado por su vicepresidente. Pero si bien el tema central estratégico de Rubio es lograr el cambio de régimen en Cuba, las circunstancias lo ponen ante el problema venezolano como prioridad en el corto plazo. Biden en sus últimos días sacó a la isla de la lista de países que auspician el terrorismo según el gobierno estadounidense, a cambio de lo cual fueron liberados centenares de disidentes cubanos. En una de las órdenes ejecutivas de su primer día de gobierno, Trump anuló lo dispuesto por el presidente saliente, ratificando el bloqueo a Cuba. Rubio ha hecho pública una estrategia para provocar la caída de Maduro, pero más que innovar, insiste y profundiza la estrategia de Biden. Washington contribuye a intensificar la gira de González Urrutia por Occidente, buscando ampliar el aislamiento de Maduro. La Unión Europea, que no ha aceptado reconocer el triunfo del presidente venezolano, tampoco ha roto relaciones con él. La mayoría de los países europeos mantiene relaciones diplomáticas con Venezuela. Las sanciones económicas que aplica Occidente a los funcionarios del régimen venezolano aumentan, pero ello hasta ahora no ha sido suficiente para quebrar voluntades. Se incrementan las recompensas económicas por aportar información sobre Maduro y sus funcionarios más importantes. Se trata de una acción llevada adelante desde hace años, sin éxito.
Quizás la innovación más relevante sea la profundización del aislamiento económico a Venezuela, como había reclamado Trump meses atrás durante la campaña electoral. El entonces candidato republicano dijo que si la administración Biden tenía una intención real de cambiar el régimen venezolano, debía comenzar por suspender las inversiones y el comercio con el petróleo de este país, que lleva adelante la empresa estadounidense Exxon. El ingreso que produce la relación de Venezuela con esta empresa es un sustento económico importante para la subsistencia del gobierno de Maduro, pero entonces Biden optó por sólo pedirle al Congreso un “seguimiento” del tema. Ahora, una vez en el poder, Trump dijo a través de Marco Rubio que interrumpirá la relación económica de la industria petrolera estadounidense con el régimen de Maduro. Pero para que esta medida pueda ser realmente efectiva, debe ser acompañada de otras, como lograr que países como China, Rusia e Irán suspendan o reduzcan a su vez este tipo de relación económica. Cabe señalar que en las últimas semanas tanto Estados Unidos como la OTAN han puesto en marcha un plan para reducir o entorpecer la llamada “flota fantasma” de Rusia, integrada por doscientos barcos, la mayoría de ellos muy antiguos pero que le permiten a Venezuela comerciar su petróleo. La realidad es que sin los ingresos estadounidenses, Maduro no podrá sostenerse. Pero mientras mantenga este flujo económico y el control de las Fuerzas Armadas, policiales y de seguridad, probablemente logre mantenerse él también. González Urrutia, en los últimos días en su gira por Occidente, ha dicho que Maduro es un peligro regional, recordando que Venezuela es el país del mundo que tiene mayores reservas de petróleo. La política de Trump para provocar el cambio de régimen en Venezuela parece tener un carácter más firme y concreto.
Después del fracaso del primer round de la asunción de González Urrutia, algunas voces latinoamericanas han reclamado la intervención militar en Venezuela. Los ex presidentes colombianos Álvaro Uribe e Iván Duque, apoyada por algunos cancilleres latinoamericanos, reclamaron contra la asunción ilegal de Maduro, y algunos de ellos también han planteado la necesidad de una intervención militar. El presidente venezolano ha convocado a un gran ejercicio militar para el 22 y 23 de enero. Tendrá lugar sobre las fronteras terrestres y marítimas del país y participarán los sistemas de defensa aéreos. Hasta el momento no da ninguna precisión respecto a la amenaza que implica para su gobierno la llegada al poder de Donald Trump. La política de producir un cambio de régimen en Venezuela, Cuba y Nicaragua ha sido explícita, especialmente en las declaraciones del Secretario de Estado. Ha surgido un nuevo conflicto de carácter militar en la frontera entre Colombia y Venezuela. Hay enfrentamientos entre el Ejército de Liberación Nacional (una guerrilla de origen marxista que lleva décadas actuando en la región y que se ha mantenido fuera de la mayoría de intentos de diálogo y negociación con los diversos gobiernos colombianos) y la disidencia de las FARC, otro grupo guerrillero que no ha aceptado en los últimos años conversaciones de paz. Entre ambas organizaciones sumarían miles de militantes. No está clara la implicación de cada una de ellas con los gobiernos de Venezuela y Colombia. En los enfrentamientos han tenido lugar ochenta muertos y decenas de heridos. La población deja sus hogares y huye a Venezuela, donde paradójicamente se siente más segura. Petro, por su parte, ha tomado una serie de medidas militares, desplegando aproximadamente cinco mil hombres de las Fuerzas Armadas en la región y ha declarado el “estado de conmoción”, el máximo nivel que puede adoptarse frente a ese tipo de situaciones en Colombia. Si bien no está clara la entidad ni la dirección de los incidentes, sí es evidente que aumentan la tensión en el conflicto y que hay riesgo de que escale.
En conclusión: con la asunción de Trump, la oposición venezolana tiene una nueva oportunidad de impulsar su ofensiva contra Nicolás Maduro, frustrada el pasado 10 de enero; Trump ha dado un lugar central a su política para impedir la inmigración ilegal en Estados Unidos, pero Rubio ha planteado límites sobre el rol de China en la región; Trump ha ratificado su política de aislar económicamente a Venezuela a través del comercio de su petróleo, que sigue realizando con Estados Unidos pese a las sanciones, pero aclaró que no será inmediata; por último, sectores de la oposición venezolana han pedido una intervención militar regional contra Maduro, quien el 22 y 23 de enero realizará un importante ejercicio militar en la frontera.