Por Rosendo Fraga.
El 16 de noviembre el New York Times sostuvo que Trump en su segundo mandato va a “vengarse” de tres instituciones a las que acusa de haber frustrado su gestión anterior. Estas son el Departamento de Justicia, el Pentágono y las agencias de inteligencia. Cuatro años atrás había designado en cargos relevantes a oficiales superiores de las Fuerzas Armadas. Nombró al primer militar como Secretario de Defensa, el ex comandante de los Marines Jim Mathis, un general retirado de cuatro estrellas y dueño de una copiosa biblioteca. Para el Consejo de Seguridad Nacional designó al general H.R. McMaster. Como Secretario de Seguridad Nacional eligió al general de cuatro estrellas John Kelly, que luego pasó a ser Jefe de Gabinete de la Casa Blanca. La intención de Trump era clara: rodearse de militares a los efectos de proyectar imagen de poder y el alineamiento pleno de las Fuerzas Armadas con él. Pero el plan no resultó. McMaster dejó el cargo al poco tiempo por diferencias con el presidente. Mathis lo hizo algo después, disconforme con el abandono de las milicias kurdas pro estadounidenses que habían combatido en Siria. Kelly hizo otro tanto, quien además fue el que se expresó en forma más crítica respecto a Trump tras esta elección, al afirmar que Trump será “un dictador”. En los días previos a la elección, una decena de generales retirados promovieron el voto por Kamala Harris, pero ninguno de ellos había tenido la proximidad con Trump de los mencionados precedentemente.
Al día siguiente, el Washington Post realizó un análisis similar a partir de los nuevos funcionarios designados. Como asesor de Seguridad Nacional eligió a Michael Waltz, legislador republicano de Florida y coronel retirado de la Guardia Nacional. Como Secretario de Defensa nombró al conductor de Fox News, Pete Hegseth, mayor de la Guardia Nacional que estuvo desplegado en Irak y Afganistán. Ha sido un gran crítico del llamado “Ejército Woke”, muy cuestionado por los sectores conservadores. A ello se agrega que como Directora de Inteligencia Nacional eligió a la ex congresista Tulsi Gabbard, teniente coronel de la reserva del Ejército que pasó de demócrata a republicana y que ha defendido a Vladimir Putin y a Bashar Al-Assad. Como Fiscal General designó a Matt Gaetz, quien sugirió abolir el FBI. Se trata de otro legislador republicano de Florida. Trump tiene particular encono con dicha agencia porque allanó su casa y sus oficinas en busca de documentos oficiales cuando fue denunciado. Se espera que sea reemplazado el actual jefe del organismo, Christopher Wray. Respecto a las Fuerzas Armadas, The Wall Street Journal dio cuenta que Trump está analizando establecer una “Junta de Guerra” de militares retirados que contarían con el poder de recomendar la remoción de generales de tres y cuatro estrellas. Pondría así en marcha una purga en los actuales mandos.
Trump finalizó su primer gobierno con una muy mala relación con los militares. Concretamente, cuando el 6 de enero de 2021 los partidarios del entonces presidente tomaron el Congreso, el partido demócrata quedó paralizado y los militares expectantes. Pero el entonces Jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas, el general Mark Milley, convocó a la máxima conducción militar integrada por los jefes de las cinco Fuerzas (Ejército, Armada, Fuerza Aérea, Marines y Fuerza Espacial), más los jefes de la Reserva y de la Guardia Nacional. Los ocho hicieron público un documento conjunto en el cual decían que, como habían hecho durante más de doscientos años, iban a defender la Constitución. Fue el hecho que precipitó el fracaso de la denuncia de fraude de Trump. Esta es para el presidente ahora electo la traición más relevante, que lo lleva a querer articular nuevos mandos militares con normas diferentes para su manejo y funcionamiento. Entre los actuales militares en actividad, el Jefe del Estado Mayor Conjunto, el general de Fuerza Aérea Charles Brown, que asumió en noviembre del año pasado tras la salida de Milley, es considerado un exponente de la mencionada mentalidad woke. Es el segundo Jefe del Estado Mayor Conjunto afroamericano (el primero fue el general Collin Powell, que también llegó a ser Secretario de Estado). Durante las protestas por la muerte de George Floyd, Brown hizo reflexiones sobre la segregación que había sufrido a lo largo de su carrera militar. En un libro publicado por Trump en la segunda parte de su primer mandato, calificó a los generales de “perdedores, imbéciles y nenes de pecho” por objetar sus órdenes.
Pero lo que pondrá a prueba el grado de energía que Trump ponga en su “venganza” con los militares y funcionarios de inteligencia que le fueron desafectos, será el caso del general Mark Milley. Él fue quien lideró la negativa a apoyar la toma del Congreso y la denuncia de fraude. Ya a mediados de 2020, cuando se produjeron las protestas por el caso Floyd, inicialmente Milley acompañó vestido de combate al presidente Trump, que esgrimía una Biblia, cuando salió de la Casa Blanca para proteger una capilla cercana que estaba siendo atacada. Pero la reacción negativa que recibió por esa actitud lo llevó a pronunciar un discurso tres semanas más tarde, en el que dijo: “Nuestro único libro es la Constitución”. Durante los dos días de enero de 2021 en el cual el poder parecía indeciso, Milley se comunicó con su par chino para garantizarle que la crisis interna no se iba a proyectar a las relaciones internacionales del país, para desalentar cualquier equívoco entre las dos primeras potencias del mundo. Trump sostiene que en ese momento él era el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas y que Milley no lo informó de su gestión con China, la cuál él no hubiera autorizado. Por esta actitud, el presidente electo dijo públicamente que el ex Jefe del Estado Mayor Conjunto que dejó el cargo en noviembre, era “un traidor que en otras épocas habría sido ejecutado”. Lo ha acusado también de ser el responsable del desordenado repliegue de las fuerzas de la OTAN en Afganistán y de errores en la conducción de operaciones en la guerra de Ucrania. El caso Milley puede ser una primera evidencia de cuál será la intensidad de Trump para castigar al sector militar. Los colaboradores que ha elegido son miembros de la Guardia Nacional o de la Reserva, no militares profesionales, y además ninguno pasa del grado de coronel. Se trata de un desafío para la jerarquía militar, pero que de prosperar y tener éxito se constituirían Fuerzas Armadas alineadas políticamente con el nuevo gobierno.
En conclusión: cuatro años atrás Trump llegaba al poder por primera vez, rodeándose de generales en los puestos relevantes para Defensa y Seguridad; ahora hace lo contrario: su equipo está integrado por gente sin experiencia relevante en estos temas y que son sus incondicionales; Trump terminó su primer mandato con una muy mala relación con los militares, quienes se negaron a apoyar la toma del Congreso y el fraude denunciado por el presidente, expresándose públicamente al respecto; por último, el ex Jefe del Estado Mayor Conjunto durante la mayor parte del anterior gobierno de Trump fue el general Mark Milley, sobre quien probablemente dirija acciones de represalia que darán inicio a una purga.