Por Rosendo Fraga.
Trump demora atender la llamada de Javier Milei para felicitarlo por el triunfo en la elección. El domingo 10 de noviembre eran setenta los Jefes de Gobierno que ya habían hablado con él. Horas después de que fuera declarado ganador comenzaron a llegar de las principales capitales del mundo, desde París a Jerusalén y Roma. El equipo de asesores de Trump en Florida tomó nota de quién lo contactó primero y en qué orden, según la CNN. Entre los líderes que hablaron con él por teléfono en las primeras veinticuatro horas, están el presidente chino Xi Jinping, el francés Emmanuel Macron, y el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu. El sábado 9 de noviembre se supo que había tenido también una prolongada conversación telefónica con Vladimir Putin. Netanyahu celebró el “mayor regreso de la historia de Trump”, señalando que su triunfo significa un “fuerte compromiso con la gran alianza entre Israel y Estados Unidos”. Trump, con cierto espíritu de venganza, no olvida a aquellos Jefes de Gobierno que en 2020 no lo apoyaron cuando trataba de imponer su teoría sobre el fraude. En aquel momento se molestó particularmente con el primer ministro israelí, aunque ambos han ido limando asperezas. De acuerdo a su enfoque, Trump destacó la importancia de la cooperación bilateral en la conversación con Macron, expresando su disposición para trabajar por el regreso a la paz y la estabilidad. El presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, tuvo una llamada de veinticinco minutos, de la cual participó también Elon Musk, quien habría expresado su decisión de mantener el apoyo de sus satélites Starlink a la causa ucraniana. Trump también dedicó especial atención al presidente surcoreano, dada la tensión que ha generado la entrada de tropas norcoreanas en Ucrania.
En este marco, Trump habría hablado sólo con dos presidentes latinoamericanos: Nayib Bukele de El Salvador y la mexicana Claudia Sheinbaum. El hecho demuestra que la prioridad de Trump en las Américas está centrada en el tema migratorio. Pese a ello, el grupo cubano-americano que apoyó a Trump marcadamente en la elección -el 45% de los integrantes de esta minoría que votaron, lo hicieron por él, un récord histórico- ha ganado terreno. Eso da la posibilidad al senador Marco Rubio de acceder a la Secretaría del Departamento de Estado. En este esquema, el presidente argentino, Javier Milei, que apoyó enfáticamente a Trump en los últimos meses, ha quedado un tanto desplazado, pero ello deriva de una situación regional: es el referente más importante de la región menos relevante, que es América del Sur. Mientras tanto, el equipo de trabajo del presidente electo se ha ido trasladando gradualmente a su mansión de Mar-a-Lago, donde hay amplios espacios de trabajo. La Conferencia de Acción Conservadora (CPAC), que reúne a los partidos de derecha y ultraderecha de todo el mundo, se reunirá el 13 de noviembre en la mansión de Trump. El presidente argentino buscará estar presente en esta conferencia, encontrarse con el presidente electo y tener alguna participación como expositor.
Pero en el ámbito interno, el Congreso será la prioridad. El martes 12 de noviembre el oficialismo buscará impedir que los bloques opositores realicen una reunión para tratar el proyecto que limita el uso de los DNU por parte del Ejecutivo. Los bloques de Encuentro Federal (liderado por Miguel Ángel Pichetto), Unión por la Patria (dominado por el kirchnerismo) y Democracia para Siempre (radicales escindidos) afirman que tienen los votos para reformar la ley de DNU, para lo que se necesita una mayoría agravada de ciento veintinueve bancas sobre el total. En estos mismos sectores, los legisladores de las fuerzas mencionadas confían en que también tendrán los votos para derogar el decreto 846/24 que permite reestructurar la deuda sin cumplir con los requisitos establecidos en la Ley de Administración Financiera (es la ley que el Gobierno de Alberto Fernández obligó a aprobar el acuerdo con el FMI en la Cámara de Diputados). Los diputados de La Libertad Avanza son conscientes de que la coalición opositora ya tiene una base de ciento treinta y cinco legisladores dispuestos a aprobar el proyecto. En la cuenta están noventa y cuatro de los noventa y nueve diputados de Unión por la Patria, los doce radicales de Democracia para Siempre, los dieciséis de Encuentro Federal, los cinco de la izquierda y seis de la Coalición Cívica. También estarían los dos “larretistas” del PRO y el santacruceño Sergio Acevedo. La coalición opositora confía en sumar para la reforma de la ley de los DNU a los radicales moderados: Julio Cobos, Fabio Qetglas, Martín Tettaz y Mario Barletta, quienes recientemente conformaron un bloque aparte. La bancada radical restante definirá entre el martes y el miércoles la posición a adoptar.
De cualquier manera, el Ejecutivo está dispuesto a usar nuevamente el veto si estas dos leyes son aprobadas. El posible rechazo en Diputados del DNU para renegociar la deuda, es un reflejo de la poca disposición del Congreso para delegar una atribución de esta entidad en el Ejecutivo. Es que esto no lo ha hecho ninguno de los Gobiernos anteriores. En cuanto a la ley para limitar la capacidad de este instrumento -la vigente fue sancionada por Cristina Kirchner en su último mandato-, antes implicaba que el Ejecutivo tenía un año de plazo para lograr su aplicación por el Congreso y ahora pasaría a tener noventa días. Asimismo, la ley actual establece que es suficiente la aprobación de sólo una de las Cámaras para que el DNU esté vigente. Ahora, si se aprueba el proyecto opositor, se requerirá la aprobación de ambas Cámaras. En cuanto al Senado, en ambos casos Unión por la Patria cuenta con treinta y tres senadores y se requieren cuatro más para la aprobación. Parece posible. A su vuelta de Miami, el presidente intentará una negociación con los gobernadores para impedir ambas iniciativas parlamentarias.
En conclusión: el análisis de las llamadas atendidas por Trump en las horas posteriores a su triunfo muestra que América del Sur tiene poca prioridad, y a lo mejor es la última en términos regionales; las conversaciones telefónicas con Sheinbaum y Bukele evidencian que sólo el conflicto migratorio está en la agenda regional del nuevo presidente en este momento; en Argentina, el Congreso es un problema difícil para el oficialismo esta semana, porque la oposición podría votar contra el proyecto que impide al Congreso delegar la negociación de la deuda en el Ejecutivo; por último, la Casa Rosada enfrenta el riesgo de que se apruebe el proyecto que limita al Ejecutivo el uso de los decretos de necesidad y urgencia.