Por Rosendo Fraga.
El 21 de octubre el conflicto militar de Medio Oriente se extendió a un país más: Siria. El día anterior, el Ejército siraelí había retomado los bombardeos en el sur de Beirut, donde al menos cuatro personas habían muerto en las inmediaciones de uno de los centros de salud gubernamentales más importantes de El Líbano.
Al día siguiente, mediante un misil teledirigido en Damasco que impactó en su auto, fue muerto el sucesor de Muhammad Jafar Qasir, a cargo de Hezbollah en la capital siria, quien había sido abatido el 1° de este mes. De acuerdo a fuentes sirias, otras dos personas murieron y tres resultaron heridas a raíz del ataque teledirigido. Este tuvo lugar en Mezzeh, uno de los barrios más acomodados de la capital siria, donde se ubican embajadas y residencias de miembros de la Guardia Revolucionaria, dirigentes de facciones palestinas y altos mandos de Hezbollah.
A raíz de ello, este barrio se ha convertido en las últimas semanas en un blanco recurrente de ataques israelíes, en medio de la guerra en el Líbano que ya ha causado más de 2.400 muertos en territorio libanés, la mayoría de ellos durante la escalada bélica iniciada a finales de septiembre.
Cabe señalar que el régimen sirio, presidido por Bashar al-Asad, ha recibido un sólido respaldo por parte de Irán desde que enfrentó una insurrección pro occidental hace más de una década, en el marco de la llamada “Primavera Árabe”. El país enfrenta desde entonces una guerra civil en la cual ha logrado imponerse, pero no terminar con ella. Integra el llamado “Frente de la Resistencia” que intenta coordinar a todas las fuerzas pro iraníes en la región.
En este marco, la guerra desatada por el atentado terrorista de Hamas a Israel el 7 de octubre de 2023, se sigue extendiendo. Israel domina a Gaza y ha aniquilado a la mayor parte de la estructura de Hamas en dicha región. Pero continúa enfrentando acciones de resistencia que califica de “guerrillas”.
En la Cisjordania ocupada enfrenta también acciones de resistencia de baja intensidad, pero con riesgo de extenderse. Hezbollah y su estructura en El Líbano es hoy el frente principal. La ofensiva terrestre israelí en dicho país que irrumpió desde el sur se extiende y cada vez exige más fuerzas terrestres para enfrentarlas. Hezbollah también ha sido desarticulada en gran parte de sus mandos, pero mantiene capacidad ofensiva, como lo demostró el misil que disparó contra la residencia del primer ministro israelí.
El Ejército libanés -más débil que las fuerzas israelíes y Hezbollah al mismo tiempo- intenta mantenerse al frente del conflicto con una suerte de neutralidad. La guerra con los hutíes que desde Yemen atacan con misiles y drones tanto a la navegación por el Mar Rojo como el territorio israelí, se mantiene pese a los intensos ataques que reciben sus bases en Yemen, tanto de la flota occidental como de Israel. Irán, que evita asumir una guerra abierta contra Israel y Estados Unidos, participa en el conflicto, disparando semanas atrás misiles y drones contra el territorio israelí, y espera en tensión una represalia israelí de magnitud que se demora (la reciente filtración desde Estados Unidos de un supuesto plan de represalia israelí puede estar demorando la operación). Sólo Irak, cuyas milicias pro iraníes forman parte del llamado Frente de Resistencia, se han mantenido al margen del conflicto en términos territoriales. Pero esto puede interrumpirse en cualquier momento.
Mientras tanto, la elección presidencial estadounidense del 5 de noviembre parece acelerar la ofensiva israelí, tanto en el norte de Gaza como en El Líbano. El asedio militar y los permanentes bombardeos en norte de la Franja de Gaza se han intensificado y llevan casi tres semanas consecutivas. Han provocado según fuentes palestinas al menos setecientos muertos. Versiones difundidas en la prensa sostienen que el Ministerio de Defensa israelí está priorizando el desplazamiento de personas de esa área septentrional para establecer allí asentamientos, algo que enfrenta una marcada oposición en el plano internacional, como lo muestran los mismos gobiernos occidentales.
La información difundida sostiene que “de facto” el Ejército israelí sobre el terreno está implementando el llamado “Plan de los generales”, propuesto hace meses por el mayor general retirado, Giora Eiland. Él propugna forzar la evacuación del norte de Gaza e impedir el abastecimiento de alimentos y medicinas a quienes permanezcan en la zona. Ello sería previo al plan de instalar nuevos asentamientos israelíes en esa región al norte de Gaza. Un grupo de colonos ha montado carpas a la espera de la “luz verde” para iniciar la colonización. Hamas denunció que “la ocupación sionista ha estado rechazando todas las solicitudes y llamamientos internacionales para permitir la entrada en la zona asediada de combustibles, alimentos y medicinas a los hospitales y rescatar a los atrapados bajo los escombros”.
Anas al Sharif, uno de los no más de ocho periodistas que hoy siguen en el lugar, confirmó que los fallecidos “están siendo enterrados sin sudarios en el sector del mercado de Beit Lahia”, en donde aproximadamente diez mil personas se niegan a irse porque temen ser blanco de los bombardeos que no cesan. Pero Hamas, pese a su desarticulación y a la cantidad de muertos en combate, mantiene en la zona cierta capacidad de responder con una guerra de guerrillas, y ya no mediante acciones militares.
La próxima elección presidencial estadounidense parecería estar acelerando los tiempos de la ofensiva israelí en el norte de Gaza, temiendo que un triunfo de Trump implique una mayor presión hacia el cese del fuego.
Pero Hamas ha dejado de ser una milicia, transformándose en un grupo terrorista que recurre a tácticas guerrilleras, un futuro que podría esperarle a Hezbollah si la guerra se prolonga.