La crisis del Mercosur

Por Rosendo Fraga.

La 66° Cumbre semestral de Presidentes del Mercosur tiene lugar cuando el grupo vive su mayor crisis política desde que se firmara el 26 de marzo de 1991 en Asunción. Se originó como respuesta a los grandes cambios que tenían lugar en ese momento a nivel global, con la caída del Muro y la disolución de la Unión Soviética. Eran momentos en que el presidente George W. H. Bush proponía crear una “zona de libre comercio” desde Alaska a Tierra del Fuego. En Brasil gobernaba entonces Fernando Henrique Cardoso, un socialdemócrata moderado que había estado exiliado durante el gobierno militar, y en Argentina Carlos Saúl Menem, un populista también moderado que había estado preso durante el último gobierno de facto argentino. Más allá de sus diferencias culturales, compartían ambos la actitud de buscar consensos y lograrlos tanto en la política interna como externa. Incluso se daban semejanzas y coincidencias en temas claves como la economía. En Argentina, Menem con el plan de convertibilidad lanzado a comienzos de 1991 logró terminar entonces con la hiperinflación que tuvo lugar en los meses previos. A su vez, poco tiempo después, el “Plan Cruzado” del presidente Cardoso logró estabilizar el descontrol inflacionario que estaba teniendo lugar en su país. Menem y Cardoso mostraron una voluntad de coincidencia. Milei y Lula, en cambio, muestran una profunda divergencia política entre los presidentes de ambos países, la mayor en muchas décadas, no sólo desde la constitución del Mercosur. Es difícil encontrar una confrontación de estas características en más de un siglo.

Pero esta divergencia se da también en un contexto global donde muchas cosas han cambiado desde 1990. Entonces, imperaba el mundo unipolar con Estados Unidos como única potencia global. China no era un actor relevante y pensar que podría llegar a competir con Estados Unidos no parecía posible por lo menos en el corto y mediano plazo. El poder de Estados Unidos parecía no tener límites y la Primera Guerra del Golfo planteaba un escenario en el cual el poder militar estadounidense, legitimado a través de Naciones Unidas, aseguraba la paz mundial. El escenario hoy es muy distinto. Económicamente hoy los países del G7 (las siete economías más grandes con sistema político democrático-lbiberal) tienen un PBI que ha sido superado por el de las cinco potencias emergentes de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), con diferentes sistemas políticos. La crisis por la candidatura de Joe Biden en Estados Unidos y el triunfo de Marie Le Pen en Francia muestran una situación muy diferente, con una crisis político-ideológica en el llamado Occidente y el posible retorno de Donald Trump al poder en los Estados Unidos. Pero quizás la mayor diferencia se registre en el plano estratégico-militar. La guerra entre Rusia y Ucrania va a cumplir dos años y medio, sin que la OTAN haya servido para ganarla o por lo menos contenerla. La de Gaza va a cumplir nueve meses, con propuestas de cese del fuego y devolución de rehenes que se dilatan en una guerra que corre el riesgo de regionalizarse. América Latina está al margen de estos conflictos desde un punto de vista geográfico, pero no en lo económico y político.

Si bien la disminución del comercio intergrupo ha sido importante para debilitar al Mercosur, el enfrentamiento entre Milei y Lula ha sido un detonante político. Treinta años atrás, China no era el actor relevante a nivel global que es hoy. El aumento del comercio y las inversiones con la potencia asiática a lo largo del siglo XXI fue disminuyendo el peso relativo del comercio intra-grupo. Dicho proceso se ha dado en mayor o menor medida en los cinco países que hoy integran el Mercosur (Bolivia ya es hoy miembro pleno). El Mercosur fue también disminuyendo su rol como actor político regional. Fue decisivo para atenuar e incluso resolver conflictos políticos regionales, pero hoy es un grupo que carece de una mínima cohesión. Los gestos de Milei contra Lula han ido escalando a medida que se acercó la fecha de la Cumbre. Frente al pedido de disculpas del presidente brasileño por la acusación de “comunista y corrupto” que realizó su colega argentino, Milei ratificó sus declaraciones y dijo que no podía pedir disculpas porque sus dichos eran verdad. A eso agregó su anuncio de que visitará Brasil en los primeros días de julio antes de la Cumbre, para reunirse con Jair Bolsonaro, el mayor enemigo político hoy de Lula. Lo hará con motivo de una reunión de la derecha radical regional que tendrá lugar en el sur de Brasil, y de la cual el ex presidente brasileño será la figura central. Es un claro desafío y agravio hacia Lula. Al mismo tiempo, la situación de decenas de refugiados bolsonaristas en la Argentina, que la Justicia brasileña considera “prófugos”, acentúa el conflicto entre los presidentes.

El problema es que Argentina y Brasil son aproximadamente el 90% del Mercosur en términos de PBI, población y territorio. Eso hace que el impacto del conflicto entre los presidentes de Brasil y Argentina implique una crisis del grupo regional. Hay quienes piensan que este conflicto no tendrá influencia en las relaciones económicas bilaterales entre los dos países. Pero es probable que Lula dé por terminado el régimen automotor entre los dos países que ha sido pieza central de la integración bilateral en el marco del Mercosur. Mientras tanto, los problemas políticos se agravan. Si bien el presidente de Paraguay, Santiago Peña, ha hecho declaraciones elogiando ideas económicas de su colega argentino, el presidente boliviano decidió retirar a su embajador en Buenos Aires. Lo hizo para manifestar su rechazo a las declaraciones de Milei en las cuales sostuvo que el intento de golpe en dicho país era “falso”. Es discutible si eso ha sido así o no, pero sin lugar a dudas es una intromisión de los asuntos internos del otro país. Paraguay y Uruguay tienen una posición más cercana a Milei en términos de ideas económicas, pero no pueden apoyarlo en términos políticos y diplomáticos. En cuanto a la visita de Milei a Brasil y su encuentro con Bolsonaro, procesado judicialmente por el intento de golpe de enero de 2022 donde sus partidarios tomaron el Congreso -a semejanza de lo que habían hecho los de Trump un año antes-, Milei sostiene que al iniciarse la campaña electoral argentina de 2019, Alberto Fernández visitó a Lula en su lugar de detención como una muestra de apoyo. La diferencia es que Fernández entonces era un candidato en campaña y Milei hoy es un presidente en ejercicio. Pero no deja de ser una muestra de que las alianzas político-ideológicas transfronterizas no han empezado ahora. En este marco, un eventual triunfo de Trump el 5 de noviembre fortalece claramente a Milei y debilita a Lula, y si ganara Biden sería a la inversa.

En conclusión: el Mercosur vive su mayor crisis política desde su firma en 1991 en Asunción; el comercio intra-grupo ha disminuido en términos relativos y la mayor presencia de China ha sido la causa principal de ello; Milei anunció que no irá a la Cumbre de Jefes de Gobierno del Mercosur que tendrá lugar en los próximos días en la capital paraguaya y ha ratificado sus acusaciones a Lula de que es “comunista y corrupto”; por último, hacia adelante, el conflicto puede tener consecuencias económicas, como la decisión de dar por terminado el acuerdo automotriz bilateral, y un eventual triunfo de Trump favorecería a Milei en términos políticos.

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