Por Rosendo Fraga.
El riesgo de escalada en el conflicto entre Irán e Israel es centro de la preocupación mundial. Puede decirse que se enfrenta la situación de seguridad internacional más crítica y riesgosa desde la Segunda Guerra Mundial. En la época de la Guerra Fría, las dos potencias globales, que entonces eran Estados Unidos y la Unión Soviética, mantenían el control global y coincidían para evitar la escalada del conflicto. Así lo hicieron con la guerra de Corea, la crisis de los misiles rusos desplegados en Cuba y la guerra de Vietnam. Estados Unidos estaba en aptitud de controlar aún a sus aliados más firmes, como eran Reino Unido y Francia. Concretamente lo hizo en la crisis del Canal de Suez. A su vez, la Unión Soviética estaba en aptitud de alinear a sus aliados y dominios. La entrada de fuerzas soviéticas en Checoslovaquia y Hungría mostró la decisión de mantener un control férreo sobre los territorios europeos que había ocupado hacia el final de la Segunda Guerra Mundial. Hoy la situación es muy diferente. Estados Unidos y sus aliados en el marco del G7 (los países con mayor desarrollo económico y sistema político democrático liberal) no tienen capacidad efectiva de controlar los movimientos militares de Israel, a lo sumo de moderarlos o postergarlos. A su vez Irán no es un satélite de China o Rusia: actúa con independencia de estas dos potencias, de las cuales es más bien un asociado menor. En este cuadro, las potencias globales tienen fuertes limitaciones para impedir efectivamente una escalada militar entre Irán e Israel, y los organismos internacionales, como las Naciones Unidas, aún más.
En lo inmediato, el temor a nivel global es que el conflicto entre Teherán y Tel-Aviv se transforme en una guerra regional. Irán sí mantiene bajo su control a las milicias pro iraníes como Hezbollah en el Líbano, Hamas en Gaza, los hutíes en Yemen y otras de menor relevancia en Irak y Siria. Tiene influencia extrarregional, con una alianza fáctica con Corea del Norte, país con el cual tiene intercambio de tecnología militar, e incluso cierta influencia en Latinoamérica, como es el caso de la Venezuela de Maduro. Tiene un desarrollo nuclear avanzado, pero todavía le falta tiempo para llegar al arma atómica, aunque algunos expertos sostienen que la podría alcanzar en meses. El director general de la Organización Internacional de Energía Atómica, el argentino Rafael Grossi, ha advertido sobre este riesgo cierto, al mismo tiempo que manifestó el peligro existente con los ataques a la central nuclear de Zaporiyia, la más importante de Europa, en el contexto de la guerra entre Rusia y Ucrania. Israel tiene en realidad un conjunto de aliados potenciales en el mundo árabe -que querrían ver derrotado a Irán-, que asumen una actitud de neutralidad que se manifiesta también en su protagonismo en los intentos de negociación. Los más relevantes son Egipto, Qatar y Jordania. Arabia Saudita es un histórico enemigo de Irán, pero que en los últimos meses han atenuado su enfrentamiento. Algo similar sucede con Emiratos Árabes Unidos. Por su parte Turquía es un país musulmán no árabe que juega un rol como potencia regional relevante en el Oriente Próximo y que además es miembro de la OTAN. También asume una posición de neutralidad y equilibrio en el conflicto. La región es un ámbito frágil, fraccionado y marcado por antagonismos nacionales, religiosos y étnicos, que hacen difícil la contención tendiente a evitar una escalada.
El riesgo de que una escalada estalle entre Israel e Irán está planteado y ello implica la posibilidad de una globalización del conflicto. El 5 de abril, al conmemorarse el 75° aniversario de la OTAN, su secretario general, el ex jefe de gobierno noruego Jens Stoltenberg, advirtió sobre el riesgo que implica el intercambio de tecnología militar entre China, Rusia, Corea del Norte e Irán, al que después, en un reportaje en la BBC, destacó como un nuevo eje de antagonismo para Occidente. Lo hizo ocho días antes de que los misiles y drones iraníes fueran disparados hacia Israel. China y Rusia han llamado al diálogo y la moderación entre los dos países en conflicto. Pero sus intereses los llevan a querer evitar una derrota de Irán, que es un aliado fáctico en el conflicto global. Así como para el G7 una derrota de Israel implica un fuerte debilitamiento de sus intereses en el Medio y Próximo Oriente, la de Irán genera un efecto similar para las potencias globales antagónicas, Rusia y China. Generalmente las crisis escalan por errores de cálculo, como sucedió con las dos Guerras Mundiales del siglo XX. El Extremo Oriente de Asia es un tercer foco de conflicto regional que tiene a China y Estados Unidos como protagonistas centrales. Las tensiones en el Mar del Sur de China, la controversia en torno a Taiwán y la tensión militar creciente entre las dos Coreas, plantean riesgos de que se sume un tercer conflicto regional en dicha parte del mundo, a los de Ucrania y Gaza. De los tres, Corea es el más complejo y riesgoso para Estados Unidos y sus aliados, que tienen una capacidad cada vez más limitada para suministrar los requerimientos y suministros de sus aliados, como está sucediendo con Ucrania e Israel.
Esto sucede cuando un eventual retorno de Donald Trump al poder puede estar anticipando decisiones en el campo geopolítico. La elección es el 5 de noviembre y el eventual traspaso del poder el 20 de enero de 2025. Las dudas y críticas que el candidato republicano realizó y realiza respecto a la OTAN lleva a Europa y la burocracia de la alianza atlántica, a elevar la tensión. Desde el comienzo del año, los principales Jefes de Gobierno europeos como Macron y Scholtz, han insistido con la posibilidad de una guerra entre los países de Europa Central y Oriental, en el caso de que Ucrania sea derrotada y Putin decida avanzar sobre los países de su periferia, entre los cuales hay tres que son miembros de la OTAN: Estonia, Letonia y Lituania. Ahora, el secretario general de la alianza atlántica ha puesto en el horizonte un nuevo riesgo global: China y Rusia, más Irán y Corea del Norte. Para Israel e Irán, es claro que Donald Trump al frente de la primera potencia global no es el escenario más conveniente. El gobierno israelí tendrá menos autonomía respecto a Washington de la que hoy tiene. A su vez Irán enfrentará una actitud más hostil y decidida desde la Casa Blanca. La Administración Biden es percibida dentro y fuera de Estados Unidos como débil e indecisa; en cambio Trump es visto en el sentido contrario. Mientras el actual presidente norteamericano convive con un sistema multilateral debilitado e ineficaz, Trump parece dispuesto a adoptar las decisiones fuera del mismo y negociando él personalmente con los líderes globales, como los de India (Modi), China (Xi) y Rusia (Putin), y en segundo lugar con los de Arabia Saudita (Salmán) y Turquía (Erdogan). Subestima a Europa por la falta de un liderazgo definido que intenta suplir con limitaciones el eje entre París y Berlín.
En conclusión: la escalada del conflicto que se ha desatado entre Irán e Israel genera el mayor riesgo de seguridad global desde la Segunda Guerra Mundial; se trata de la posibilidad de una guerra regional de la cual participen distintos actores estatales y paraestatales del Oriente Medio y Próximo; la debilidad del liderazgo global tanto a nivel de líderes como de organizaciones, plantea el riesgo de que la escalada desate consecuencias fuera de la región; por último, el posible retorno de Donald Trump a la Casa Blanca plantea para Israel e Irán un escenario en el cual la autonomía de ambos para tomar decisiones va a disminuir.