Por Rosendo Fraga.
Milei llegaba al 1° de marzo habiendo sufrido tres derrotas frente al sistema político. En Diputados, la que lo llevó a retirar el proyecto de la llamada “Ley Ómnibus” al comenzar la segunda semana del mes; luego la sufrida frente a los gobernadores, que liderados inesperadamente por el de Chubut, Ignacio Torres, rechazaron la posición del Ejecutivo y obtuvieron un fallo de primera instancia contrario al gobierno nacional; y por último en el Senado, con el pedido de nueve legisladores opositores de que sea tratado el DNU -el primer intento de reformas de Milei-, que sumados a los treinta y tres que ya lo habían solicitado, hace viable su tratamiento y eventual rechazo. Milei se encontraba así, antes de cumplir los tres meses de gobierno, cercado por el sistema institucional de la “casta política”: los gobernadores, donde ninguno de los veinticuatro que han sido elegidos pertenecen al partido oficialista; el Senado, donde cuenta con sólo con nueve de los setenta y dos senadores; y Diputados, cámara en la que cuenta con nada más que treinta y ocho legisladores sobre doscientos cincuenta y siete. Además, al mencionado fallo adverso respecto a la coparticipación de Chubut, se agregaban más de media docena de primera y segunda instancia contra el DNU.
Táctica y estrategia son términos provenientes del ámbito militar que suelen aplicarse a la política. En ella, “estrategia” implica una visión de largo plazo y el camino elegido para alcanzarla, mientras que la “táctica” representa los movimientos de corto plazo -que pueden ser incluso contradictorios- para facilitar el camino elegido. Hay quienes piensan que Javier Milei, con su discurso de apertura de las sesiones ordinarias del Congreso, ha elegido una nueva estrategia: la de adoptar el diálogo y abandonar la confrontación que lo ha caracterizado. De acuerdo a ello, habría aceptado que sin leyes no hay seguridad jurídica ni credibilidad económica y ellas sólo pueden lograrse con palabras que hasta ahora el Presidente desechó, como diálogo, consenso, acuerdo y pacto, a las cuales venía considerando expresiones típicas de la “casta política”. Pero además, los gobernadores le habían quitado la iniciativa política. Tras conocerse el fallo judicial favorable a Chubut, los seis gobernadores patagónicos (además de Torres estaban los de Tierra del Fuego, Santa Cruz, Río Negro, Neuquén y La Pampa) invitaron al presidente a visitar el territorio chubutense, donde sería recibido no sólo por los mandatarios locales, sino también por todos los legisladores de las seis provincias y la población patagónica, que lo esperaría en una actitud amigable. En este contexto proponían iniciar un diálogo. El presidente enfrentaba no sólo el bloqueo del Congreso, el enfrentamiento con los gobernadores y los rechazos en la Justicia, sino también una propuesta de diálogo ajena al Ejecutivo que le era costosa rechazar.
Una semana antes del 1° de marzo el equipo de Milei se debatía entre diversas alternativas ante la apertura de sesiones en el Congreso. La primera era delegar la presencia del Ejecutivo en la vicepresidente. La segunda era que fuera el presidente, pero para hablar de espalda a los legisladores y de cara a la gente como el 10 de diciembre. La tercera era optar por utilizar palabras de confrontación como las que había usado días antes, al referirse al Poder Legislativo como un “nido de ratas”. La opción fue el “Pacto de Mayo”, convocado por la Casa Rosada el próximo 25 de mayo en la provincia de Córdoba. Pero no dejó en claro algo esencial: si llamaba a firmar una suerte de “contrato de adhesión”, mediante el cual se trata de sumarse a un decálogo al cual no puede modificársele ni una coma; o si va ser el resultado de un diálogo del que surja un acuerdo con más coincidencias y enmiendas. Además, el presidente puso dos condiciones previas: que se sancione la “Ley Ómnibus” y que se llegue a un acuerdo por la distribución fiscal entre el estado nacional y las provincias. En ambos casos, la palabra “negociación”, implícita o explícitamente, será inevitable, le guste o no a Milei. Es decir que no parece claro hasta ahora el procedimiento mediante el cual se logrará la firma del “Pacto de Mayo”. Tampoco qué sucederá si lo firman algunos y otros no. Con el sistema federal actual, para qué rija en todas las provincias su aceptación debe ser unánime, como lo fue el Acuerdo de San Nicolás en 1853, inspirado por Alberdi y ejecutado por Urquiza. Fue el paso que permitió la sanción de la Constitución Nacional al año siguiente. Quizás hubiera sido útil incorporar este antecedente para la “narrativa” del discurso.
Pero lo primero que van a pedir los interlocutores de la Casa Rosada es incorporar nuevos temas al decálogo. Tal es el caso de seguridad, corrupción, educación, malnutrición, etc. Cabe señalar que de los diez puntos planteados, siete son de contenido económico, dos son sociales pero también vinculados a la economía (laboral y previsional), y el décimo es la reforma política. Una cuestión que inevitablemente se planteará es la relación del decálogo con la Constitución Nacional. Ella habla de los “pactos preexistentes” y ello también podía haber integrado la “narrativa” del discurso. Al respecto, en sus más de ocho mil palabras de discurso, el presidente nunca mencionó la “Constitución”, algo que sorprendentemente no ha hecho tampoco desde el 10 de diciembre. Se atribuye al presidente la idea de que los meses de marzo y abril serán los más difíciles en términos del costo del ajuste para la gente. Tanto la inflación como la recesión se intensificarán. Desde esta perspectiva, la visión “táctica” sobre el pacto puede significar que se busca una maniobra que apunte a descomprimir y distraer políticamente. Hasta ahora, el discurso del 1° de marzo parece encuadrarse más en una maniobra táctica de corto plazo que en un giro estratégico. No hay que olvidar que Milei siempre fue claro respecto a su alineamiento internacional. Hizo campaña diciendo “Yo soy Trump, Bolsonaro y el Partido Vox de España en Argentina”. Ha expresado su apoyo y adhesión a Netanyahu y ha sido orador en la Conferencia de Acción Política Conservadora de EEUU. Esto también dice que es más probable que estemos frente a un giro táctico que a un cambio de estrategia. Es que los líderes políticos pueden cambiar de ideología, pero no de personalidad.
En conclusión: Milei llegó al 1° de marzo cercado por tres derrotas: la Ley Ómnibus, frenada en Diputados; el Senado, logrando los votos necesarios para tratar el DNU, y los gobernadores, solidarizándose con el de Chubut; puede discutirse si el “Pacto de Mayo” lanzado por Milei implica un cambio de estrategia o sólo un giro táctico para quebrar el cerco que el sistema político le había establecido; días antes del 1° de marzo, el presidente se debatía entre ir o no al Congreso, volver a hablar de cara a la gente y de espalda a los legisladores, o reiterar los agravios a los mismos; por último, hasta ahora el Pacto de Mayo parece más un giro táctico para ganar tiempo en el bimestre más difícil (marzo-abril), antes que un cambio estratégico hacia el diálogo y el consenso.