A treinta años del NAFTA y a un año de la ‘insurrección’ en Brasil

Por Rosendo Fraga.

En enero de 2024 se conmemoran treinta años del tratado de libre comercio firmado entre Estados Unidos, Canadá y México, y de la insurrección zapatista que tuvo lugar entonces simultáneamente. El movimiento indigenista que irrumpió en ese momento, encabezado por el llamado “Subcomandante Marcos”, existe todavía en el estado mexicano de Chiapas (fronterizo con Guatemala), pero tiene hoy menor gravitación y atención que en el pasado. En una negociación que no fue clara, el gobierno del entonces presidente Carlos Salinas de Gortari decidió no enfrentar militarmente al grupo, optando por negociar con él, permitiéndole que ejerza un gobierno de hecho en una parte del territorio de dicho estado. Este acuerdo funcionó para ambas partes. La insurrección no se extendió, pero subsistió. En cuanto al gobierno mexicano, pudo aislar al movimiento, evitando su propagación. En enero de 1994, el acuerdo de integración comercial de Norteamérica, denominado NAFTA por sus siglas en inglés, parecía la cara de un México que se modernizaba, y el zapatismo, como contrapartida, la de un país primitivo que se negaba a desaparecer. Paralelamente, se iniciaba también entonces la democratización real de México, que desde la tercera década del siglo XX había sido gobernado por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), un partido hegemónico sin alternancia, pero tenía una limitación al poder: periodo presidencial es de seis años sin reelección de por vida, pero el presidente saliente elegía su sucesor, lo que se denominaba “el dedazo”. Tras el PRI, gobernó los dos primeros periodos el partido de centroderecha denominado PAN, el tercero estuvo a cargo de un PRI modernizado y el cuarto, que termina este año, ha tenido como presidente a Manuel López Obrador, que encarna el retorno del populismo tradicional, pero con pragmatismo en la relación con Estados Unidos.

En lo económico, México cumple las tres décadas de integración comercial con Estados Unidos y Canadá con una economía en crecimiento, la que es atractiva para los inversores. México -junto con Chile son los países con mayor cantidad de tratados de comercio con el mundo de América Latina- se ha integrado en lo económico con Estados Unidos y Canadá y ha aumentado su rol como país exportador. En el periodo presidencial que finaliza, el NAFTA fue reformulado y pasó a llamarse T-MEC (Tratado de México, Estados Unidos y Canadá). Pero esta integración económica ha tenido también una faz geopolítica. En la visión estadounidense, el “hemisferio” abarca desde Alaska en el norte hasta Tierra del Fuego en el sur. Norteamérica es asumida como una región que integra a México con Estados Unidos y Canadá. En términos geopolíticos, para Washington hasta la frontera con Guatemala es un espacio propio integrado. Esto no impide la existencia de conflictos como el que genera la creciente inmigración ilegal de mexicanos y latinoamericanos que entran por la frontera sur de Estados Unidos. Pero la integración no es sólo económica. En la misión privada lanzada por la NASA en enero, que implica el primer alunizaje en cincuenta años, México se sumó con un proyecto de investigación en el suelo lunar. El pragmatismo de López Obrador le ha permitido mantener buenas relaciones tanto con Trump como con Biden. En la política exterior, México mantiene su actitud tradicional, asumiendo un bajo protagonismo en relaciones internacionales y eludiendo jugar un rol de liderazgo regional.

En el ámbito interno, López Obrador ha ido dando un rol creciente a las Fuerzas Armadas y frente a la elección presidencial que tendrá lugar el 2 de junio, su candidata, Claudia Sheinmaum, parece la probable ganadora. El presidente ganó la elección comprometiéndose a sacar a las Fuerzas Armadas de la lucha contra la droga. Pero no lo hizo. Por el contrario, fue ampliando en forma creciente el rol militar más allá de su área específica y de la seguridad. En 2023 dio a la Armada un rol en la administración de puertos y en la del corredor que une el Atlántico con el Pacífico, vía clave para la condición bioceánica mexicana. Ha relanzado la línea aérea estatal mexicana, bajo la conducción y control de la Fuerza Aérea. Ha puesto en marcha la producción nacional de medicamentos con un sistema de distribución en todo el territorio y ha designado al frente a un general. Es que la debilidad del estado mexicano lo hizo apoyarse cada vez más en la estructura militar que mantiene una organización, disciplina y despliegue territorial importante. En cuanto a la elección, los sondeos dan una ventaja clara y contundente a la candidata oficialista. Se impondría a la opción única de la oposición, Xóchitl Gálvez, con el apoyo del partido de centroderecha PAN; el PRI, cuya última gestión de gobierno fue una socialdemocracia pragmática; y el PRD de izquierda. La elección presidencial estadounidense tendrá lugar cinco meses después que la mexicana. Un eventual triunfo de Trump no es percibido por el actual presidente mexicano como una amenaza.

Paralelamente, en enero de este año el presidente de Brasil, Lula, conmemoró el primer aniversario de la toma de la sede de los tres poderes en Brasilia por partidarios de Jair Bolsonaro. El presidente quiso dar al hecho especial significación para reforzar su imagen de “defensor de la democracia”. Pidió severas penas para quienes participaron del hecho y se encuentran procesados y detenidos. Esta conmemoración puso en evidencia las tensiones que subyacen en la relación entre Lula y las Fuerzas Armadas, pese a la cual éstas se mantienen bajo control civil. En octubre de este año tienen lugar las elecciones de medio mandato en Brasil. Bolsonaro -quien está inhabilitado para competir electoralmente en los próximos dos mandatos por la Justicia- ya ha comenzado a moverse en una suerte de pre campaña electoral. Busca fortalecer a sus candidatos para ganar las alcaldías de las principales ciudades del país. No es una elección fácil para Lula, cuyo partido podría ganar en menos ciudades que las fuerzas políticas que apoyan al ex presidente. Si Trump fuera reelecto en noviembre de 2024, se restablecería la alianza fáctica que tuvo con Bolsonaro en el pasado reciente. Lula cumple su primer año en el poder con una economía que si bien tiene dificultades está encaminada y una sociedad con insatisfacciones, pero con una sociedad que sigue dando crédito al presidente. Lo que se mantiene firme es la polarización entre Lula y Bolsonaro. La política brasileña y la estadounidense se alinean en función de dos ejes con significado ideológico: el de Biden y Lula, y el de Trump y Bolsonaro. Pero la conmemoración presidida por Lula confirmó la división política del país. Quince de los veintisiete gobernadores de los estados no concurrieron, y tampoco lo hizo el presidente de la Cámara de Diputados.

En conclusión: México cumple treinta años de la puesta en marcha del NAFTA y de la insurrección zapatista: el primero ha tenido éxito y el segundo ha sobrevivido; geopolíticamente México se ha integrado a la región que Washington denomina Norteamérica, que implica una mayor integración con Estados Unidos y Canadá; en lo político, el liderazgo de López Obrador se mantiene firme y lo probable es que en la próxima elección que tendrá lugar en junio se imponga su candidata, Claudia Sheinbaum; por último, en cuanto a Brasil, este mes Lula conmemora el primer año de la insurrección de los partidarios de Bolsonaro, la que presenta como una suerte de “día de la democracia”.

Deja un comentario