Por Rosendo Fraga.
El rotundo triunfo de Javier Milei, más allá de sus razones locales, se inserta en el fenómeno político del mundo occidental que puede ser denominado como “derecha anti política”. Aunque en las semanas finales de la campaña evitó mencionar su alineamiento con Donald Trump, Jair Bolsonaro y el partido Vox de España, como hizo sistemáticamente en los dos años precedentes, los hechos confirman esta relación. En la misma noche del triunfo Trump hizo pública su felicitación al candidato argentino electo. Lo mismo hizo en términos laudatorios Elon Musk, una figura que se alinea ideológicamente con esta derecha anti política. Tanto Trump como Musk provienen del ámbito empresario y no de la política. Milei también es ajeno a este campo y ha desarrollado su carrera como economista. Bolsonaro hizo pública su felicitación a Milei, quien distribuyó la filmación del diálogo que tuvo lugar entre ambos y el anuncio del ex presidente brasileño de que estará en Buenos Aires el 10 de diciembre para asistir al acto de asunción. Esto ha deteriorado más la relación del futuro presidente argentino con Lula, quien dijo que no asistirá porque había sido agraviado en lo personal. En Europa, el líder del partido español Vox, Santiago Abascal, también felicitó a Milei, como lo hicieron dirigentes intermedios de la coalición de Georgia Meloni en Italia y de Marie Le Pen en Francia. Pero el presidente Emmanuel Macron también felicitó a Milei y lo invitó a visitar su país. En América Latina, las felicitaciones provinieron de los presidentes de centroderecha de Uruguay, Paraguay y Ecuador. Maduro lo calificó de “neonazi” y Petro expresó sus reservas. Pero Milei ratificó su línea: antes de asumir visitará Estados Unidos e Israel, un viaje al que asigna cierta connotación religiosa.
El triunfo tiene una explicación casi matemática: el balotaje permitió al antikirchnerismo unificarse, superando las divisiones que mostró tanto en las PASO como en la primera vuelta. Milei se impuso en la segunda vuelta con el 55,7% de los votos, sobre el 43,3% del candidato oficialista Sergio Massa. Es un triunfo rotundo por más de once puntos. En América Latina sólo iguala al de Gabriel Boric en Chile. Esto implica que respecto a la primera vuelta, el candidato libertario creció casi veintiséis puntos, mientras que el oficialismo lo hizo sólo siete. En la primera vuelta, que se realizó el 22 de octubre, Milei había obtenido el 30% y la candidata de Juntos por el Cambio, Patricia Bullrich, el 24%. Acertó ella cuando dijo que el 90% de sus votantes iban a votar por Milei. Esto habría sumado el 52%. De los siete puntos que obtuvo el peronista disidente Juan Schiaretti, más de la mitad fueron a Milei. Es así como la segunda vuelta permitió confluir contra el oficialismo a las tres expresiones antikirchneristas, La Libertad Avanza, Juntos por el Cambio y Hacemos Nuestro País, quienes habían sumado un mes atrás el 61%. Los siete puntos que sumó Massa provienen de votantes de Schiaretti y la izquierda, más algunos que habían optado el 22 de octubre por votar en blanco. La asistencia fue prácticamente la misma que en la primera vuelta: sólo un punto menos. El voto blanco bajó y el nulo también. Este triunfo rotundo permite a Milei atenuar su problema político central: la falta de mayorías en el Congreso y de control de los espacios territoriales.
Es que el interrogante central es la gobernabilidad, cuando no cuenta con ningún gobernador e incluso es tercera fuerza en ambas Cámaras. Parece un dilema difícil de resolver, pero no imposible. Comenzando por la Cámara Baja, ésta cuenta con doscientos cincuenta y siete integrantes. El quórum para sesionar es de ciento veintinueve, es decir, la mitad más uno. Unión por la Patria cuenta con ciento siete bancas. Está a veintidós de la mayoría propia. Juntos por el Cambio -que está en crisis- tiene noventa y cuatro. A su vez, La Libertad Avanza tiene treinta y nueve. La suma de ambos es ciento treinta y tres, cuatro más que el quórum. El camino es claro: el presidente electo necesita llevar al plano parlamentario la coalición que de hecho han manifestado los votantes. Cabe señalar que hay siete peronistas no kirchneristas que pueden negociar con el nuevo oficialismo. La Cámara se completa con cuatro diputados de la izquierda (FIT) y seis independientes. En el Senado el quórum para sesionar es de treinta y siete legisladores sobre un total de setenta y dos. Unión por la Patria cuenta con treinta y cinco, es decir, que está a dos de la mayoría propia si es que mantiene su unidad. Juntos por el Cambio cuenta con veinticuatro y los libertarios con siete, es decir, treinta y uno, a cinco del quórum propio (al tener al vicepresidente necesitan treinta y seis para sesionar). A ello se agregan tres legisladores del PJ no kirchnerista y tres independientes con los que debería negociar el nuevo oficialismo. No es una tarea fácil, pero tampoco imposible. En cuanto a las provincias, Juntos por el Cambio cuenta con diez gobernaciones. También hay tres en manos de fuerzas provinciales y otras dos del peronismo antikirchnerista. El actual oficialismo queda con nueve, incluida la decisiva provincia de Buenos Aires. En este ámbito, Milei deberá tomar como núcleo de apoyo los gobernadores anti k, como intentará hacer en el Congreso.
La política argentina entra en un nuevo escenario y el triunfo de Milei es el más disruptivo de la política argentina desde Perón en 1946. Aunque tienen significado ideológico antagónico, los dos eran ajenos a la política, construyeron su liderazgo en sólo dos años y medio y ganaron contra una fuerte coalición de la política preexistente, la mayoría del empresariado y los medios de comunicación. Milei tiene ahora por delante la tarea de transformar su movimiento político en una herramienta eficaz. El éxito que tuvo en la fiscalización de la elección -de la que participaron cientos de miles de personas- es un buen comienzo. Juntos por el Cambio queda en crisis y probablemente ha terminado como tal. Mauricio Macri y Patricia Bullrich por ahora controlan a la mayoría del PRO, aunque éste probablemente irá asumiendo el nuevo liderazgo de Milei. El radicalismo fue dividido al balotaje y puso en evidencia su debilidad electoral. Junto al sector del PRO que responde a Horacio Rodríguez Larreta, pueden intentar generar una fuerza de centro, pero ello no le será fácil en el corto plazo. La vicepresidenta electa, Victoria Villarruel, se está transformando en un polo político propio dentro del “mileísmo”. En cuanto al peronismo, el kirchnerismo liderado por la vicepresidente Cristina Kirchner se encuentra en una faz política declinante. Ella no desaparecerá de la política, pero irá quedando en un segundo plano. En una conjetura hacia el mediano plazo, puede plantearse que en 2027 el actual ministro de Economía y candidato presidencial, Sergio Massa, disputará con el gobernador bonaerense Axel Kicillof -cuyo liderazgo crecerá al mantener el control de esta decisiva provincia- por la candidatura presidencial del peronismo, y Cristina estará con el segundo.
En conclusión: el triunfo de Milei es interpretado en el ámbito internacional como una victoria de la derecha anti política, una fuerza que ha irrumpido en Occidente a mediados de la década pasada; la explicación de la rotunda victoria es que el balotaje permitió al anti kirchnerismo, que había votado dividido en las PASO y la primera vuelta, votar unido esta vez; el desafío político más importante es la gobernabilidad en un escenario donde el futuro presidente es tercera fuerza en las dos Cámaras del Congreso y no tiene el control territorial de ninguna provincia; por último, Milei deberá así llevar al plano institucional la voluntad de los votantes, con una oposición que mantendrá importantes bases de poder tanto en lo político como en lo social, y en especial la provincia de Buenos Aires.