Por Rosendo Fraga.
En un contexto histórico largo, la elección presidencial del 22 de octubre podría dar paso a una nueva etapa en lo político-institucional. La primera son los cincuenta y dos años transcurridos entre 1810 y 1862. Están caracterizados por la guerra para la construcción de un estado nacional. Primero la que tuvo lugar contra España por la independencia y después las civiles, que enfrentaron a Buenos Aires contra las provincias. Si bien la Constitución Nacional fue sancionada en 1853, y las dos primeras elecciones presidenciales tuvieron lugar al final de esta etapa, la segunda comienza en 1862. Desde allí hasta 1930, en los sesenta y ocho años que transcurren Argentina logra una estabilidad institucional perfecta. Se suceden cada seis años doce elecciones presidenciales sin interrupción alguna. La Suprema Corte establecida en 1863 se mantiene siempre con cinco miembros y sin ningún intento de control político sobre ella. Fue el periodo de mayor expansión económica del país. La tercera etapa tiene lugar entre 1930 y 1983. Son los cincuenta y tres años que transcurren con una una fuerte intermitencia entre gobiernos constitucionales electos y gobiernos militares, producto de golpes exitosos que tienen lugar en seis oportunidades. De las ocho elecciones presidenciales que tienen lugar en este periodo, solamente dos gobierno terminan su periodo. Los dos son presidentes de origen militar que simultáneamente eran líderes políticos. Es un periodo en el cual la economía argentina comienza a decaer. La cuarta es la que se inicia en 1983 y que el próximo 10 de diciembre cumplirá cuarenta años. Son nueve presidencias que se suceden las dos primeras por periodos de seis años y las restantes de cuarto. Hay estabilidad institucional perfecta, pero tres presidentes no terminan su mandato por crisis económico-sociales: un escenario que parece delinearse nuevamente. En esas cuatro décadas el país ha fracasado en lo económico y social.
Siguiendo con la perspectiva histórica, esta elección tiene un sentido de fin de ciclo en cuanto a las fuerzas políticas. Las PASO del 13 de agosto mostraron un electorado fraccionado en tres tercios. Esto implica un cambio, ya que a lo largo de los últimos setenta y siete años la Argentina tuvo dos ejes político-partidarios: uno fue el peronismo y el otro el antiperonismo, generalmente articulado alrededor del radicalismo. Hoy aparece primero Javier Milei, que no es ni lo uno ni lo otro. Más bien es la expresión local de un fenómeno global: el de líderes como Trump y Bolsonaro, que expresan una derecha antipolítica. En una visión más corta, están entrando en crisis los veinte años en los cuales el kirchnerismo y el macrismo dominaron la escena política como expresiones del peronismo y el antiperonismo. El sistema de partidos ya no será el mismo después de esta elección, y hoy no es fácil vislumbrar qué dirección tomará. Cabe recordar que en 2003, Néstor Kirchner fue electo presidente al mismo tiempo que Mauricio Macri ganaba la primera vuelta en la elección para Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Desde entonces, el kirchnerismo gobernó cuatro mandatos y Macri sólo uno, pero su partido, el PRO, ha gobernado CABA dieciseis años continuos. La campaña electoral de 2023 muestra a la vicepresidenta Cristina Kirchner y al ex presidente Mauricio Macri habiendo perdido protagonismo político-electoral, y con liderazgos menguantes.
Para el 22 de octubre, parece haberse generado un pronóstico de consenso, pese a los errores que mostraron las encuestas en las PASO. Entonces, la veintena de sondeos difundidos antes de las primarias, en todos los casos pronosticaban que Javier Milei quedaba en tercer lugar, cuando en realidad obtuvo el primero. Ahora, el consenso de encuestas y analistas lo da a Milei primero, pero sin ganar en primer vuelta; a Sergio Massa, ministro de Economía y candidato presidencial del oficialismo, entrando en segundo lugar; y a Patricia Bullrich, la candidata de centroderecha moderada, en el tercer puesto y sin entrar en la segunda vuelta. Si esto llega a suceder, a esta tercera fuerza, denominada Juntos por el Cambio, no le será fácil mantener su unidad. Junto con la elección presidencial se elige también gobernador en la Ciudad de Buenos Aires y las provincias de Buenos Aires, Entre Ríos y Catamarca. Entre las dos primeras reúnen el 45% del electorado nacional. En CABA ganaría Jorge Macri, primo del ex presidente. En la provincia de Buenos Aires sería reelecto el actual gobernador, Axel Kicillof, por el oficialismo nacional, que se denomina Unión por la Patria. También se renueva un tercio del Senado y la mitad de la Cámara de Diputados. Con tres fuerzas compitiendo, ninguna podrá lograr mayoría absoluta en las Cámaras.
Pero la transición hasta el 10 de diciembre, cuando asuma el nuevo gobierno electo, aparece con amenazas e incertidumbres. Es que la Argentina vive una crisis política, económica y social de una magnitud y proyección similar a la que sufrió en 1989 y 2001. En los tres casos, el gobierno viene débil tras perder una elección, presidencial en 1989, legislativa en 2001 y las PASO en 2023. Ello sucede con una economía en crisis, que en los tres casos tiene un detonante común: la falta de dólares. Ello lleva a un fuerte aumento del valor de la divisa que se traslada a la inflación y esto sucede en muy pocos días. Esto se hace crítico en el valor de los alimentos y deriva en una crisis social, que en los dos casos anteriores llevó a la renuncia anticipada de los presidentes. Con una inflación mensual que ha superado el 12% y que anualmente se acerca al 200%, el escenario crítico no está lejos. Si se ganara en primera vuelta, los cincuenta días que median hasta el 10 de diciembre son un plazo excesivamente largo. Si hubiera segunda vuelta, las cuatro semanas hasta el 19 de noviembre también lo serán. En los últimos días, el Gobierno ha implementado un control cambiario de facto, con inspecciones a bancos y financieras para impedir que se opere el dólar informal. Apunta a evitar que un descontrol del dólar en la semana previa a la elección le impida a Sergio Massa llegar a la segunda vuelta el 22 de octubre. Es una situación tensa e incierta donde la Administración Fernández-Fernández aspira a que el miércoles 18 de octubre el gobierno chino autorice al argentino a cambiar yuanes de las reservas por dólares para poder emplearlos en contener los mercados.
En conclusión: históricamente, la Argentina ha tenido cuatro etapas en lo político institucional y podría encontrarse iniciando un nuevo proceso en esa dirección; en lo político, mirando las últimas dos décadas, parece haber entrado en crisis la articulación en dos ejes: los liderados por Cristina Kirchner y Mauricio Macri respectivamente; pese a que los pronósticos electorales en la Argentina y en todo Occidente se han tornado inciertos, el promedio de las encuestas anticipa un primer lugar para Milei, aunque sin llegar a ganar en primera vuelta; por último, la Argentina vive una crisis política, económica y social como las sufridas en 1989 y 2001, y ahora en 2023 también se encamina a una transición política complicada y riesgosa.